El sí, en La Pangola.
Dijeron que se casarían por la iglesia. El par, ya con tres crías y otra en camino. Viviendo juntos ya por catorce años. Ella soñaba verse vestida de blanco, con un novio guapetón que la esperara en el altar, para hacerse la promesa de amor eterno ante Dios y sus seres queridos. En la colonia algunas vecinas santurronas, intentaron reprimir a la novia, diciéndole que: “¡cómo es posible vestirse de blanco siendo madre de tres crías y estando preñada de otra!”, la acusaban desde ya, de pecadora, por tal falta de respeto hacia el altar. Mientras que la otra parte…