¡Qué su voz rompa el paso del tiempo!


Y de repente entre los nubarrones apabullantes, aparece un rayo de luz, un clarito, que nos permite seguir pensando en que la justicia camina, con paso lento pero avanza.

La cantidad de años impuestos en la condena, la verdad es de sobresalto. Vos pensás en esos pobres  hombres y en su fututo, dentro de una cárcel, purgando sus culpas.

Cuando leí Memorias del Silencio,  y Guatemala Nunca Más. Estaba tan lejos de comprender la magnitud de la maldad del ser humano. Quedé estupefacta, con un agrio malestar que me duró semanas, una especie de desolación me abrazó hasta asfixiarme. Seguida de un remolino que traía consigo: repudio, cólera, queja e impotencia. Allí tras esas páginas, se comenzó a formar mi conciencia como guatemalteca.

Lo que está documentado; 669 masacres (en Memorias del Silencio) ¿y lo que no?, ¿Qué se vivió y se silenció? ¿Lo que se enmudeció? La Masacre de Las Dos Erres, ocurrida en 1982. Regreso en el tiempo y hago cuentas, yo tenía tres años de edad, vivíamos en la finca La Pangola, en La Gomera, Escuintla, mi mama cortando algodón y mi papa conduciendo uno de los tractores de la finca. Una familia de clase baja, obrera y campesina. Como las tantas que pueblan Guatemala.

No sé cuántas veces les he preguntado  a mi Tatoj y Nanoj a lo largo de mis 31 años, ¿qué fue lo que ellos vivieron respecto al tiempo de guerra interna? Dicen que por donde ellos vivían no se escuchaba mayor bulla, de cuando en cuando pasaban guerrilleros y soldados –no sabían cuales eran cuales-  en manada –como las gallinas- con machete en mano cortando los racimos de guineos y plátanos;  y después se iban con su cargamento. Nunca supieron de torturas, secuestros y muertes masivas. Cuando se mudaron a la capital, perdieron por completo la noción del tiempo, allí fue más difícil escuchar de casos de personas masacradas. Y así con muchas personas «ladinas» «garífunas», «mestizas»  (según la definición de Severo Martínez Peláez en La Patria Del Criollo)  es más que obvio que se ensañaron con nuestra población Maya,  hasta cierto punto la más indefensa. La más humilde y trabajadora de las etnias que conforman Guatemala. 

Tres años, tres diminutos años tenía cuando sucedió la matanza de Las Dos Erres: siempre lo he dicho, pertenezco a la generación de la ignorancia, inducida: soy de la camada que se fermenta entre la amnesia colectiva.

He hablado con tantas y tantas personas de mi generación respecto al genocidio, que dicen que no saben nada, que realmente creen que nunca existió. Les veo aterrada; carecen de historia, de la historia colectiva. Y es inadmisible que suceda esto con personas que han tenido el privilegio –en Guate no es un derecho es un privilegio-  de aprender a leer y a escribir, y no digamos de fortalecer el intelecto con la educación formal.

Leía también que no hace muchos días, le preguntaron a Otto Pérez Molina, algo respecto al genocidio y contestó –lo que vos ya sabés- : “que alguien le comprobara que en Guate hubo genocidio”. Con tal descaradez y frescura, que la impotencia hace hervir la sangre. También por allí leí  -me imagino que vos también- el comentario que hizo Ríos Montt, -el mismo mico de usted mamá y usted papá- en donde dice que él no ordenó ninguna muerte, tortura, secuestro…

Dos peces gordos, que nadan libres en las sucias aguas de la impunidad. Dos genocidas  inconfesos pero de sobra culpables. Temo que suceda lo mismo que el caso  Pinochet y se larguen al infierno sin haber pagado sus culpas en la tierra.
 Dos de los más famosos pero: ¿y qué decimos de quienes se encuentran libres dentro y fuera de las fronteras de la patria? De quienes caminan en el más sucio anonimato, con la libertad de cualquier persona. Y hemos llegado a tal grado de amnesia colectiva y calamidad que; muy probablemente si el pueblo no despierta del largo letargo; Otto Pérez se convierta en el próximo presidente de Guatemala. Sólo eso nos faltaba, para acabar de sepultarnos como un país moribundo.

Un país con un pueblo que a todas luces oculta su memoria colectiva, -e identidad- un pueblo que nada en amnesia. Tres años tenía yo, y muy probablemente mientras vivíamos en La Pangola y nos comían los zancudos y los mosquitos, y sufríamos de anemia y dengue –como la mayoría de las crías de aquellos lares en aquellos tiempos y ahora-: en Las Dos Erres en La Libertad, Petén las mismas crías de mi edad estaban siendo masacradas junto a sus padres y madres. Las niñas y adolescentes violadas. Es inconcebible, tal tipo de aberración.

29 años después, el largo brazo de la justicia que camina a paso lento, alcanzó a cuatro de ellos. No los más importantes, no los actores intelec
tuales, no quienes ordenaron tal acción deshumana. Cayeron los de abajo, los soldados rasos, kaibiles, pero rasos. Es un buen principio, un inicio que da un halo de esperanza en estos momentos en que como país  nos desbarrancamos en los guindos de la impunidad.

Esta sentencia, dignifica la memoria de aquellas 201 víctimas torturadas y masacradas en Las Dos Erres. Dignifica la lucha de sus familiares. Abraza en el tiempo a sus descendientes. Y por supuesto, llena de esperanza a todo un pueblo, que ya cansado, -de ignorancia y amnesia- había dejado de creer en la fidelidad de la justicia.

Esta sentencia, es un abrazo a Monseñor Gerardi, y a todas aquellas personas que dieron su vida como pago, en la búsqueda de la verdad, de quienes se encargaron de documentar el pasado; para que generaciones ignorantes como la mía, sepamos que sí hubo genocidio, que sí hay una memoria colectiva. Y que es nuestra labor, obligación y responsabilidad, trabajar para  que ésta no se olvide; para que semejante atrocidad no se vuelva a cometer NUNCA MÁS.

El suceso de Las Dos Erres es uno de los 669, ¡imagináte! Qué calaña humana conformamos que somos capaces de torturar y masacrar a personas inocentes.

La justicia en su paso lento y pausado, sofocado y  a veces escurridizo,  nos ha dado un motivo más para soñar, y trabajar por una Guatemala digna; por una Guatemala con un pasado tormentoso, negro e impune pero que tiene la esperanza de reivindicarse con el presente y con el futuro.

Es nuestra obligación como pueblo, exigir y trabajar para que aquel manto negro se levante y nuestras/tros muertas/tos reclamen su lugar y su voz.

Este es un canto a la vida  y a la memoria de las 201 personas masacradas, en Las Dos Erres, pero también; es una camino que nos conduce hacia la lucha por el esclarecimiento de las otras  masacres perpetuadas en territorio nacional, contra  hermanas y hermanos inocentes.

Este es el inicio de un camino, un camino muy largo que nos falta por recorrer como pueblo, pero también es un abrazo que envían desde la tierra fértil, nuestras/tros muertas/tos.

A la memoria de ellas y ellos, por sus vidas, por sus historias, por su entrega, por Guatemala  y porque rompamos de una vez por todas el cerco de impunidad que nos encierra y el manto amnésico que no nos permite avanzar. Cortaron el árbol, las hojas y el fruto, pero no la raíz; esa viene creciendo con fuerza y bien abonada. 

Por las y los desaparecidas/dos, por las y los torturadas/dos, por las y los silenciadas/dos, porque su voz  rompa el paso del tiempo y retumbe desde el corazón de la tierra y haga temblar: ¡hasta  al más gallardo genocida!

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Agosto 03 de 2011.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Es sumamente importante, urgente más bien, continuar recalcando y denunciando con toda la fuerza posible, las veces que sea necesario, este obscuro capitulo de nuestra pasado histórico nacional. Es necesario, en todo momento, traer al campo de la discusión este nefasto periodo, que ha marcado para siempre la existencia de Guatemala como nación. Es tarea impostergable luchar porque las generaciones presentes y futuras no se sumerjan cada vez más en el agujero del olvido. Es tarea urgente é impostergable denunciar y exigir justicia, para que los causantes de tan horrendos crímenes perpetrados en contra del pueblo de Guatemala no pasen desapercibidos y se erijan con tal descaro é impunidad en los salvadores de la patria.

    Excelente trabajo Ilka, sigue con tu lucha y tu denuncia, que aquellos como vos comprometidos con la causa de una Guatemala digna, justa y prospera te estamos infinitamente agradecidos por tu valeroso esfuerzo.

  2. Lo acontecido es un gran paso para la reconciliación, ya que los sobrevivientes no buscan la venganza, si no la dignificación a su memoria, la justicia por los crimines, pero lo más importante es un nuevo golpe para derrumbar el que muro de la impunidad, reconociendo la historia no oficial, la historia del pueblo pobre y excluido, quien fue que puso su sangre para GUATEMALA FLOREZCA . Gracias por tu articulo, nos ayuda a continuar en lo nuevo que queremos contrusir.. una GUATELINDA con JUSTICIA e IGUALDAD.

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