El árbitro es una mujer.

Historias de un silbato. II. Corría el año dos mil cuando fui nombrada para dirigir un juego de fútbol de cuarta división, el pueblo era Morazán, municipio del departamento del Progreso Guastatoya. Hacía unos meses que había ascendido de árbitra asistente a central, que no fue así como así tan fácil y de solo un trámite como sucede con los hombres. A mí me exigieron el triple que a ellos porque era la única mujer del panel central y nadie me visualizaba como central creían que lo mío era ser asistente, que no desestimo el trabajo; en mi opinión necesita…

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No tuvimos nada pero fuimos tan felices.

Así comenzó nuestra conversación ayer por la mañana vía WhatsApp, “no tuvimos nada en nuestra infancia, nada material pero fuimos tan felices, vos.”  Me dijo la Soruya. Es podría decir que de mis pocas amigas la más añeja y nunca fuimos íntimas de andar de uña y mugre pero su familia fue de las primeras en llegar a Ciudad Peronia y crecimos la parvada de hijos de una edad, el cipotal con las canillas cenizas y las candelas de mocos tiesas en la nariz, las sopapeadas que nos metían nuestras mamás por andar con las crines sueltas. Su mamá de…

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El domador.

Hace unos días mientras mirábamos una película me preguntó mi hermana, vos y de verdad, ¿qué se haría tu domador? Yo alarmada volteé a ver alrededor por si había alguien escuchando ese secreto de estado, pero solo estábamos las dos en la sala del apartamento que rentamos, respiré tranquila. De seguro en alguna calle de Nueva York, le contesté quitada de la pena. Un día mientras compraba en el supermercado recibí una llamada telefónica, no reconocí el número pero contesté, ¿aló? ¡Aló Negra aquí te habla tu domador! Se me fue el alma hasta saber donde y le dije que…

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Mi libro: Historia de una indocumentada travesía en el desierto de Sonora-Arizona.

No es nada sencillo estar sentada frente a este ordenador y tratar de escribir de mi libro, le huí a este momento porque imaginé que así sería y no me equivoqué. Significa un reto porque nuevamente debo enfrentarme a mi memoria que guarda por seguro también inconscientemente recuerdos de experiencias que marcaron mi vida y que emergen cuando menos me lo espero y se paran frente a mí retándome, me encuentran desarmada y sin el deseo de combatir, porque ya no quiero cuestionar, ni explicar, tampoco aferrarme como náufraga a los pretextos. Hace muchos años cuando era niña vendía helados…

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Bodas de plata.

La novia fascinada por el día de La Virgen de la Asunción quiso casarse un quince de agosto, soñaba con vestirse de blanco y caminar rumbo al altar para dar el sí ante los ojos de Dios. Aunque el sí ya lo había dado catorce años antes en una finca algodonera donde conoció al aguambado que se convertiría en el padre de sus cuatro crías (aguamdadas también). En aquellos años ella cortadora de algodón y él tractorista en la misma finca. Ella de ojos avellana, murusha, canche con cuerpo de mulata. Él, prieto tostado, de músculos fornidos, cabello largo, bigote…

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Deberías escribir un libro.

Caminábamos a la hora de salida hacia la puerta del Centro Universitario Metropolitano (CUM) cursábamos el primer año de Licenciatura en Psicología, fue por allá del año dos mil. No éramos amigas, ni compañeras de grupo, pero nos saludábamos cuando nos encontrábamos en los corredores del edificio, mi grupo era el más inquieto del salón (cosa rara que no yo ande metida en grupos con esas características) y el suyo uno de los más disciplinados y formales. Para el año dos mil cayó rendido a mis pies el catedrático más exigente de los que impartían clases en la escuela de…

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