La lica porno.

Andábamos en las últimas semanas del ciclo escolar y cursábamos segundo básico y los patojos de la sección cargaban la bulla de lo espectacular que eran las películas pornográficas y hablaban de unas enormes anacondas que se entiesaban, babeaban, vomitaban, se desmayaban y volvían a entiesarse; con la dramatización incluida con todo y sonidos despertaron la curiosidad de las patojas, fue el tema de todo el año y lo sería del siguiente. Yo que ya había visto a los patojos de mi cuadra desnudos trataba de sosegarlas bajándolas de la nube de un tetuntazo: ay dios muchá, ni se emocionen…

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El baile callejero del Día del Niño.

Cuando era niña recuerdo que para el Día del Niño en la escuela era que nos hacían bulla las maestras, nos compraban pastel y nos reventaban una piñata. Era la felicidad lanzarnos sobre aquel tierrero y caerle encima a los dulces. También era día de venta de helados, desahuciada le decía a mi mamá que: mama hoy es mi día necesito que me des feriado. Qué feriado ni qué ni mierda, ya te me a alistar que tu hielera de helados te está esperando. En los días feriados era cuando más vendíamos y el Día del Niño no era la…

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No es una pollería cualquiera.

Aquella tarde mientras pastoreaba las frías horas del invierno sentada en el balcón y pensando en que pronto podría sembrar mi parcela de tomates cuando llegaran los aires primaverales, un mensaje en mi teléfono celular interrumpió mi ensoñación, recibí una fotografía vía WhatsApp. Era un mensaje de una alera que llegó a mí a través de mis letras, mordió el anzuelo con mi texto La Terminal brilla con luz propia, hasta este instante éramos dos totales desconocidas, recuerdo que en esa ocasión me escribió comentando el relato y de ahí pal real de lectora se convirtió en alera… (¿No es…

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La tarde en que Alfredo no llegó.

A los días de nosotros recién llegados a Ciudad Peronia también llegó otra familia de occidente, hicieron su covacha en el último terreno de la calle Danubio a un costado de la arada que hoy en día es la colonia Jerusalén. Muy poco español hablaban y eran discriminados por su condición de herederos de los pueblos milenarios, tenían dos hijos una niña y un niño, a los años tuvieron al tercero. Los mayores eran de una edad conmigo. Ellas se vestían con sus cortes y sus huipiles, ellos con sus pantalones de tela y sus camisas blancas. Para llegar de…

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La norteada.

Para cuando había cumplido un año de haber llegado a Estados Unidos me invitaron a un baile, cuando me lo dijeron me quedé suspirando porque en mis tiempos eran toques, “vamos al toque de la calle tal” aquí es ir al baile. Las añejas suspiran porque en sus tiempos era ir al repaso y mi mamá que siempre habla de los tiempos de la zarabanda. Yo que no andaba con ánimos para salir dije que no pero una mexicana me alegró cuando me contó que había en vivo música de quebradita y también norteña, pensé en las barridas de pino…

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Hágase mujercita.

Hace unos días que estaba con una gripe de aquellas dramáticas al estilo de radionovela tipo Porfirio Cadena, el ojo de vidrio. Recuerdo que cuando estaba cipota escuchábamos esta radionovela cuando recién nos pasamos a vivir a Ciudad Peronia en aquellos vientos de noviembre que arrasaban con todo. En el radio Philips de baterías que guindábamos en la pared ya no recuerdo en qué estación la daban pero grabada tengo aquella cancioncita de “la cadena azul de Guatemala, la cadena azul de Guatemala…” Que siempre que me viene el recuerdo de esa radionovela aparece la canción. No hombre aquellos truenos…

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