Una forastera en una aldea de Comapa.
De esas formas inequívocas del amor que es un manifiesto ilimitado que nos alcanza cuando más huimos de él, germinó un veraz e inaplazable afecto que no pertenece a este cosmos profano porque es atemporal, porque no se puede encarcelar, ni empeñar, ni vender, porque es soberano, porque me habita todos los días del año y en las cuatro estaciones se confiesa inaudito. Porque es la claridad de tu mirada la que irradia en la oscuridad de la Martina, porque te converso cuando el silencio desierto convoca a una tertulia para dos, y la luz macilenta de una vela advierte…