La tarde en que Alfredo no llegó.

A los días de nosotros recién llegados a Ciudad Peronia también llegó otra familia de occidente, hicieron su covacha en el último terreno de la calle Danubio a un costado de la arada que hoy en día es la colonia Jerusalén. Muy poco español hablaban y eran discriminados por su condición de herederos de los pueblos milenarios, tenían dos hijos una niña y un niño, a los años tuvieron al tercero. Los mayores eran de una edad conmigo. Ellas se vestían con sus cortes y sus huipiles, ellos con sus pantalones de tela y sus camisas blancas. Para llegar de…

Continuar leyendo…

La norteada.

Para cuando había cumplido un año de haber llegado a Estados Unidos me invitaron a un baile, cuando me lo dijeron me quedé suspirando porque en mis tiempos eran toques, “vamos al toque de la calle tal” aquí es ir al baile. Las añejas suspiran porque en sus tiempos era ir al repaso y mi mamá que siempre habla de los tiempos de la zarabanda. Yo que no andaba con ánimos para salir dije que no pero una mexicana me alegró cuando me contó que había en vivo música de quebradita y también norteña, pensé en las barridas de pino…

Continuar leyendo…

Hágase mujercita.

Hace unos días que estaba con una gripe de aquellas dramáticas al estilo de radionovela tipo Porfirio Cadena, el ojo de vidrio. Recuerdo que cuando estaba cipota escuchábamos esta radionovela cuando recién nos pasamos a vivir a Ciudad Peronia en aquellos vientos de noviembre que arrasaban con todo. En el radio Philips de baterías que guindábamos en la pared ya no recuerdo en qué estación la daban pero grabada tengo aquella cancioncita de “la cadena azul de Guatemala, la cadena azul de Guatemala…” Que siempre que me viene el recuerdo de esa radionovela aparece la canción. No hombre aquellos truenos…

Continuar leyendo…

El árbitro es una mujer.

Historias de un silbato. II. Corría el año dos mil cuando fui nombrada para dirigir un juego de fútbol de cuarta división, el pueblo era Morazán, municipio del departamento del Progreso Guastatoya. Hacía unos meses que había ascendido de árbitra asistente a central, que no fue así como así tan fácil y de solo un trámite como sucede con los hombres. A mí me exigieron el triple que a ellos porque era la única mujer del panel central y nadie me visualizaba como central creían que lo mío era ser asistente, que no desestimo el trabajo; en mi opinión necesita…

Continuar leyendo…

No tuvimos nada pero fuimos tan felices.

Así comenzó nuestra conversación ayer por la mañana vía WhatsApp, “no tuvimos nada en nuestra infancia, nada material pero fuimos tan felices, vos.”  Me dijo la Soruya. Es podría decir que de mis pocas amigas la más añeja y nunca fuimos íntimas de andar de uña y mugre pero su familia fue de las primeras en llegar a Ciudad Peronia y crecimos la parvada de hijos de una edad, el cipotal con las canillas cenizas y las candelas de mocos tiesas en la nariz, las sopapeadas que nos metían nuestras mamás por andar con las crines sueltas. Su mamá de…

Continuar leyendo…

El domador.

Hace unos días mientras mirábamos una película me preguntó mi hermana, vos y de verdad, ¿qué se haría tu domador? Yo alarmada volteé a ver alrededor por si había alguien escuchando ese secreto de estado, pero solo estábamos las dos en la sala del apartamento que rentamos, respiré tranquila. De seguro en alguna calle de Nueva York, le contesté quitada de la pena. Un día mientras compraba en el supermercado recibí una llamada telefónica, no reconocí el número pero contesté, ¿aló? ¡Aló Negra aquí te habla tu domador! Se me fue el alma hasta saber donde y le dije que…

Continuar leyendo…

Mi libro: Historia de una indocumentada travesía en el desierto de Sonora-Arizona.

No es nada sencillo estar sentada frente a este ordenador y tratar de escribir de mi libro, le huí a este momento porque imaginé que así sería y no me equivoqué. Significa un reto porque nuevamente debo enfrentarme a mi memoria que guarda por seguro también inconscientemente recuerdos de experiencias que marcaron mi vida y que emergen cuando menos me lo espero y se paran frente a mí retándome, me encuentran desarmada y sin el deseo de combatir, porque ya no quiero cuestionar, ni explicar, tampoco aferrarme como náufraga a los pretextos. Hace muchos años cuando era niña vendía helados…

Continuar leyendo…