Madres de migrantes desaparecidos.
Recuerdo que me estaba revolcando del dolor de muelas, andaría por ahí de los doce años de edad y en la casa ir a donde el dentista era un lujo al que no podíamos acceder, para tanto no llegaba el salario de mi papá ni la venta de nuestros helados. El dinero no se desperdiciaba en repellos y cuando era de vida o muerte se hacía el esfuerzo para que con un alicate el dentista pusiera fin a nuestro tormento. Y así la mayoría en la colonia. Aquella tarde me doblaba del dolor y no había calmante que me lo…