Olímpicos, chamusca y clase de Educación Física.

Hoy viernes: ocho días después de haberse inaugurado los famosos, poderosos y mágicos juegos olímpicos pienso en la cantidad de sudor que se ha derramado en la duela, en las pistas, y por qué no en los graderíos en donde más que un público están sentados casi hincados los (en algunos de los casos, porque los nuestros muchá no tienen apoyo de las autoridades correspondientes ni para eso que es fundamental pero los cabezones que nada que ver con deportes allí van entacuchados con cargos inventados luciendo la cirimba y chilereando los dientes de oro) progenitores de las estrellas estelares…

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Mi segunda borrachera y mi Sacramento de la Confirmación.

Corrían los días de aquel noviembre de 1,995, como los típicos del onceavo y penúltimo mes del año, levantadas hacía las láminas el vendaval, tragabas polvo por todos los orificios del cuerpo, casi que hasta por el agujero nutricio, silbaban, chiflaban y aplaudían las «posaderas» osea las de «posar» por causa del frío que haciéndonos burla nos abrazaba. Por allá volaban las palanganas, la ropa tendida en el lazo, y hasta uno mismo si no estaba bien parado. De «balde» peinarse los «rulos» y «copetes» (aclaro no estoy hablando de alguna clase de gallina en particular) que para estar listos…

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Invierno, letargo de emociones…

Me pregunto: ¿Cuál será la manera más fácil para lograr describir ésta impotente zozobra que me atiza a diario? ¿Cómo se puede explicar con palabras sutiles, lo hostil que puede llegar a ser en instantes? No sé. Aún no he encontrado la respuesta. Tan sólo sé que es agria e inmune a todo pensamiento positivo que pueda tratar de romper el cerco emocional que te crea el destierro.Porque está ahí como segunda piel, está ahí como tu sombra, como tu voz, (como tu loza reflejada en el espejo). Ingrata y parca se torna en enero, ¡porque es enero!, es invierno…

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Las mampluzadas de un desfile centroamericano ficticio.

Era nuevamente el mes de septiembre, la colita del verano en la bipolar ciudad de los vientos. Invierno total allá pondeuno… sí allá… en la tierra de tus abuelos, tus Tatas y tuya también.Y se acercaba la fecha en la cual todo aquel chapín de buen talante que vive en el extranjero se llena de orgullo y que como siempre con la nacada por delante, tapiza su carro con banderas de su patria, anda puestas playeras rotuladas topadas de frases que invitan a ir a vacacionar a la tierra del quetzal, de la marimba y de las guapas mujeres y…

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La avenida Bolívar se está petateando…

La avenida Bolívar se está petateando… Algo así era el nombre del artículo que leí hoy en Revista Domingo. Al observar esas fotografías de tan vulnerable fachada, montañas de recuerdos se dejaron caer de golpe sin pretender amortiguar con el suspiro la nostalgia de años pasados. La avenida Bolívar, llena de remiendos, sin necesidad de cerrar los ojos veo en éste instante los colores de aquellos comercios, los gritos de: “pase adelante seño, pregunte sin pena”, durante años anduve recorriendo en camioneta, a pie, en bicicleta esas pellejosas calles, estoy impregnada del olor de la Superpan, de la Iberia (con…

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De los aguaceros de mayo y el sopor de la melancolía.

La tarde del «sábado chiquito» como llamaban al día viernes en Guatemala, Martina salió de su trabajo, a miles de kilómetros de distancia del país tercermundista (como lo llamaban los extranjeros pero para ella era esa joya invaluable que añoraba volver a ver). Había partido 16 años atrás en un día soleado de octubre, como todo aquel que emigra: pensando regresar en dos años, porque decían, los que iban de visita: “en el norte la paga era buena”. Ir a fajarse durante un par de años se levantaba cabeza y regresar con algo de que disponer. Pero entre tanto tushte…

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De a vara y un tostón en las horas pico.

Cantan los gallos en la fría madrugada de un día como tantos otros: simple, gris y descolorido en la vida de la plebe; una jornada laboral más se anuncia. Cansado se levanta el trabajador, con el sueño pegado en la piel, el ardor de ojos, el dolor de los callos en los pies, con las tripas chillando  por el  hambre y los sueños olvidados entre la congoja de la triste realidad. Poco a poco se van encendiendo las luces de las casas y se escucha el movimiento de la población: las jarrillas despeltradas que llevan hirviendo en sus entrañas el…

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