Suyapa.

Encontraron el cuerpo junto al picopito despeltrado, a un lado de la carretera de talpetate ahí encunetado, boca a bajo con el tiro de gracia en la frente, en una mano las llaves y en la otra la billetera, no le robaron nada sólo el tiro de gracia le dejaron.
No llegó a dormir dijo su viuda cuando la entrevistó el Ministerio Público Pompilio nunca faltaba a dormir, tancada en llanto abrazó a sus tres hijos y lamentó amargamente la muerte trágica de su esposo.
Apenas señor fiscal mi esposo había iniciado con el negocio de fletes recién se jubiló de Caminos y con el dinerito que juntó compró ese picopito ahí andaba haciendo fletes para La Terminal y para donde le saliera viaje. No señor fiscal él no tenía problemas con nadie, era un hombre trabajador y honesto.
Tancada en llanto recordó todas las noches en que él la montó inclusive en sus días de regla, las noches que la golpeó cuando ella se negó y la terminó violando. Todas absolutamente todas sin faltar ninguna la obligó a tener relaciones sexuales con él. Las madrugadas que la despertaba para que lo lamiera y lo chupara. Ida quiso contar las ocasiones en que la hizo sangrar cuando la deshonraba.
No señor fiscal Pompilio era un buen esposo, un buen padre, un hombre trabajador no sé quién pudo hacerle esto.
Sí señor fiscal tiene otros hijos yo soy su tercera esposa estos son sus niños chiquitos.
Quince años tenía Suyapa cuando su papá la hizo trato con Pompilio y la casó contra su voluntad con un hombre treinta años mayor. Se la llevó a vivir a la capital a una periferia en el pueblón que ella no conocía y donde la encarceló, dejaba la puerta con llave cuando se iba al trabajo y hasta cuando regresaba por la noche Suyapa podía salir a hacer la masa para hacerle sus tamales de cambray y prepararle la cena. Nunca salió sola siempre la vigilaba él, al mercado los domingos iba él y ella se quedaba enllavada cociendo los tamales, haciéndole su atol blanco, planchándole la ropa, lustrándole los zapatos, zurciéndole los calcetines y cuidando de los hijos que le engendró a la fuerza de violación tras violación.
En el velorio se juntaron las tres mujeres y la docena de hijos revueltos con nietos, una amante preñada llegó. El tiro de gracia le dejaron a Pompilio y a Suyapa la viudez y tres hijos huérfanos.
Lo vio en la caja y le besó la frente, estaba ahí tieso, pálido, frío, con algodón en los oídos y en los agujeros de la nariz, tan desarmado, tan indefenso, recordó las ocasiones en que le pegó con el cordón de la plancha hasta que le reventó la espalda y la hincó sobre granos de maíz y la hizo jurar no negarse a tener relaciones con él porque era su obligación como esposa.
El día en que la obligó a que le besara los pies delante de sus hijos y lo llamara dios. La tarde en que a punto de parir su tercer hijo la violó y le arreció los dolores de parto con los golpes que le propinó. Recordó las semanas en que la castigaba comiendo tortillas nacidas, frijoles descompuestos, las mañanas que la hacía beberse su orín en la taza de café. Cuando llevaba a sus amigos a su casa y se emborrachaban y la obligaba a lo que ellos quisieran tener con ella en ese momento.
Repartió café con pan a los asistentes, encendió dos cirios más, rezó el rosario y cantó, lloró desconsolada la ausencia de Pompilio y al siguiente día lo enterró, lo dejó solo en la caja fría pudriéndose entre sus propios caldos fermentados, lo dejó al goce de los gusanos, al deleite de las larvas, a mansalva de su propio hedor.
La muerte le había llegado a su victimario, al padre de sus hijos, al cabeza de hogar, a su violador, a su esposo, al trabajador, al fletero, al jubilado, al agresor.
En el novenario entregó la otra parte del dinero tal como había acordado cinco mil quetzales contados uno tras otro a quien lo mató. Lo llevó a la cocina donde hervía la olla de café con canela y donde estaba el canasto de pan, en la sala rezaban la novena, encendían los sirios y observaban la fotografía del santo difunto.
Aquí está Manolo los otros cinco mil, logró sacarlos de donde escondía el dinero Pompilio, Manolo abrazó a su cuñada se despidió, esa noche buscó la frontera rumbo a un país del norte y la cruzó.
Ilka.
Marzo 18 de 2013.

4 comentarios

  1. Wachalal! (hermana en k’iché) viví donde vos viviste, y por una fuerte razón te siento cercana y agradezco que pongás en letras nuestros sentimientos y vivencias. cuidate mucho. saludos desde guate

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Te felicito, una buena historia con un final inesperado. Sigue escribiendo, tienes madera para los cuentos y, por qué no, para la novela. Lo bueno es que tienes voz propia. No desperdicies tu don.
    Sabes, yo trabajé mucho tiempo en caminos y conocí a un Pompilio, espero que el cuento no esté basado en él.
    Estás muy guapa con la blusa de la universidad de nuestros amores. Besos, negrita linda.

    • Vos Chente me caés mal, siempre me subís a las nubes y desde allá me dejás caer ingrato, bromas querido viniendo de vos sabés que te creo porque sé que sos sincero (como diría José Martí) te quiero mucho, te mando un fuerte abrazo, gracias por tus consejos.

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