Todo cambia.
Hay un sonido peculiar y único que yo he extrañado tanto durante mis años de migración y es el canto de las chicharras al medio día guindadas de las ramas de los árboles que yacen en el sitio de nía Juana y tío Lilo, han sido las chicharras mi añoranza junto a la luz de las luciérnagas cuando la sábana negra cubre con su oscurana montes cerros y hondonadas en el oriente guatemalteco. Digo el oriente porque hacia allá apunta mi raíz. Ni qué decir del canto de los grillos al caer la tarde. Pero no puedo negar que aquel…