Las voces del olvido que la historia silenció, las lanzaron a las fosas que la montaña abrigó, con sus lágrimas de madre la tierra en sus entrañas las cobija, las anhela el corazón, son las innombrables que el olvido recordó.
No son las oficiales, carecen de contactos, no son de alta alcurnia, no tienen profesión, son las voces del olvido que no menciona la nación, tampoco los bien letrados que no encuentran en sus nombres, ni en sus etnias, finura para aventajar, los recuerdos sobornados por la mediocridad.
No se conmemora el natalicio ni la desaparición, sus fotografías no recorren ninguna palestra donde espectadores les dedican una canción, donde los periodistas no les rinden pleitesía, donde los columnistas olvidan de escribir, unas cuantas letanías que recuerden su vivir.
Poetas de pluma fácil no les escriben versos porque no son importantes sus apellidos, sus linajes, hoy sus rostros son parte del follaje donde la poesía nace imprescindible no necesita que la escriban manos de deslealtad, ella misma retoña y florece en la inmortalidad.
Voces del olvido cantan la misma canción, somos los desaparecidos que la memoria recordó.
Panaderos, artesanos, amas de casas, estudiantes, obreros, proletarias, sin garbo y sin afán, somos los del pueblo mismo que se dignaron a enfrentar desde la alcantarilla la vileza de la inequidad.
Aquí nadie nos menciona por nombre y apellido, nos llaman simplemente los desaparecidos. Un montón de huesos rotos soterrados en la urbe de calles desmemoriadas donde camina el transeúnte. Oratorias y relatos no se escriben con dedicación a cada uno de nosotros que soñamos con la redención de un pueblo aletargado que la desmemoria sobornó.
Nuestra hoja de vida no incluye pergaminos, diplomados, aplausos de la sociedad de la izquierda aburguesada en la comodidad, no somos revolucionarios del aprovechamiento, somos los invisibles de pies descalzos, fieles en la perpetuidad, defendimos una sola causa, llamada: equidad.
Nuestras casas de abobe oreado con tejas y un palomar, la parcela fue quemada junto con el zacatal, los caminos nos cerraron, las montañas devastaron y a nosotros nos mataron con perversidad, torturaron nuestros cuerpos que hoy son huesos y lamentos que desde la entraña gritan, ¡aquí estamos los de siempre infinitos, somos aire y agua en los pocitos!
Estudiantes, maestras, líderes sindicales, catequistas, sacerdotes, aldeanos, urbanas, vidas lozanas que nos fuimos sin podernos despedir, nos secuestraron, nos mataron y hoy el olvido nos recuerda, somos las voces insurrectas del diario vivir.
Quienes lucharon en las sombras y en las sombras desaparecieron, a ellos y a ellas no hay luz que los engalane: dedicatorias especiales, poemas, artículos, relatos, pinturas, murales, fotografías, eventos en complicidad con el aprovechamiento de la comodidad. No hay contactos, presunción, aventajados que aprovechen el jalón para caminar sobre la alfombra roja de sangre seca y sueños truncados, de miles de torturados.
Son los siempre impronunciables, los inmateriales, son las vidas insalubres de un pueblo que escoge entre los linajes. Apellido y alta alcurnia, profesión y apariencias, no vale la lucha tampoco la decencia. La dignidad es un estuche fácil de comprar para quien con dinero sabe maniobrar. La identidad es cosa seria no cabe en pergaminos, mucho menos en los ritos de burgueses vendidos.
Estas letras las dedico a las voces de plan y ladera, las urbanas, las aldeanas, las de oficio y las de profesión, a las voces desaparecidas de nombres impronunciables, porque carecen de contactos y de alfombras inestables, son las por siempre dignas en la invisibilidad, son las memorias del olvido que el recuerdo quiere honrar. A ustedes Víctimas del Conflicto Armado Interno, flores en la sequía del zarzal.
Ilka Oliva Corado.
Febrero 18 de 2014.
Estados Unidos.
conmovedor Ilka…conmovedor.
es que es otra realidad, la que no tiene alfombra, ni pantallas de televisión, ni dedicatorias, en la invisibilidad viven y mueren miles y en la misma invisibilidad el olvido los vuelve polvo.