La Yuma de Ciudad Peronia.

Llevaba esperando la película una semana finalmente llegó el día y fue en una tarde de verano cuando conocía a La Yuma. Preparamos micheladas y tostadas de guacamol y no sentamos con mi hermana-mamá a atipujarnos y a  discutirnos la película.

De entradita me dijo mi hermana esa película está basada en tu vida Negra, yo reí y es que la protagonista era mera  potranca como yo.

La Yuma una película nicaragüense que cuenta la historia de una patoja de arrabal que  practica boxeo y vive como viven las crías en las periferias, las vivencias, las distracciones de infancia y la realidad de vivir en un barrio pobre en donde  no  hay un solo parque, donde los juegos se inventan con las carteritas de fósforo que se encuentran en los basureros, sí La Yuma en parte estaba relatando la esencia pura de un arrabal.

Donde se huele pega, se fuma hierba, se tiene sexo sin protección porque la emoción es más grande, porque el reto de quedar preñada se vuelve una fascinación, donde los sueños de sueperaciòn son sombras de media noche y la educación una mera alegoría, sí La Yuma deshilaba las escenas de la realidad de una periferia, donde quienes viven ahí son tildados de ser delincuentes, terroristas, extorsionadores,  y las  mujeres de putas analfabetas con mil enfermedades venéreas.

Las maras…. ¡Bah las maras!, que entiendo a la perfección el significado de unidad y de familia, la fidelidad al grupo hasta la muerte. Yo estuve en una fui la única mujer. Y sí de hueso colorado hasta la muerte. Pero la muerte para nosotros era que te cayeras de un palo de jocote en pleno asalto a una finca  y que te lastimaras los tobillos entonces tocaba que el grupo te cargara a tuto mientras se emprendía la huída, ya estabas muerta porque pesabas como costal de papa entorpeciendo el plan A y tocaba implementar el plan B y nunca fue ¡sálvese quien pueda! No, o nos salvábamos todos y nos hundíamos todos.

Así fue como  nos hundimos en el terreno de la María del Tomatal una tarde que chompipeando caminando entre barrancos dimos con una parcela de tomate y  entramos a atipujarnos la frescura roja, nos encontró La María y por poco nos quema con leña verde, nos tocó en pago ayudarla a cortar y meter en cajas aquella ricura jugosa.

La muerte era perder un reto de chamusca, perder un trompo cuando se jugaba a los calazos y que te congelaran en el juego de electri. Que nos ganaran la partida en el conquián y que en el  un, dos, tres, choricuarta no te salvaran. Èsa era la muerte.

Le cambié el título a la película mientras  me la discutía, muy ad hoc La yuma de Ciudad Peronia y algunas escenas se las cambiaría.

Los hombres de mi vida son 16. Y no hablo de novios, agarres, prenses, soques, trinques, cashpeanes ni aqueches… hablo de los hombres de mi vida expresamente.

Con quienes me agarré a trompadas, me perdí durante largas horas en los barrancos que dividían Ciudad Peronia de la aldea El calvario, y de los guindos que eran la franja entre Ciudad Satélite y la colonia Las Terrazas, pa`llà apuntando para Villa Nueva y Bárcenas otros cuantos kilómetros de monte, mote, sed y cercos… jornadas de aventuras que guardan cada poro de mi piel.

Querencias añejas que acarician mi alma en esta lejanía de edad y fronteras.

Mis 16 hombres con quienes jugábamos a orinar parados siendo yo la que perdía en distancia. A quienes les conozco los pitos con pecas. Quienes me conocen las tetas cuando empezaban a florear, cuando no había dinero para los sostenes y mis pezones en botón sobresalían en mi veintiùnica playera de fútbol, en las tardes de frío despertaban erizos, cosa que nunca me importó eran solamente tetas en floración, el morbo  habitaba en otras fronteras tan lejos de nuestra infancia.

Tal como La Yuma nicaragüense en la vida de la Yuma de Ciudad Peronia  vivía a mil por hora, cada una en su país con sus responsabilidades y golpes, y pesares y malabares para sobrevivir.

 

Las mismas picardías de arrabal.

Quien te asaltaba con tortilla tiesa o quien te asustaba en las  noches contándote historias de aparecidos y fantasmas cuando todos concentrados en la trama a más de algún salido se le ocurría pegar el grito, a modo que o te orinabas en el lugar por el susto, se te paraba el corazón o salías corriendo directo a tu casa, perdías el habla durante tres días. Entonces se inventaban juegos con señas y se jugaba de papá y mamá  haciendo casitas con el zacate de la arada, cortábamos escobillo y hacíamos escobas para barrer el patio, buscábamos carteritas de fósforos en el basurero y con éstas jugábamos conquián. Los hulazos con cáscara de naranja eran el pan diario. Y bando quien gritara o llorara por el dolor se suponía que por el susto de las noches de fantasmas estaba privado, si hablaba, gritaba o lloraba era camorra seguro.

Sí, así fue mi infancia rodeaba de 16 hombres.

En la Ciudad Peronia de mis recuerdos cuando se comenzaba a poblar fui a la única niña de la cuadra que se reveló  para jugar balompié y a quien los hombres no se lo  permitían por su condición de niña  y para ellos debía estar jugando muñecas, nunca jugué muñecas terminaban desbaratadas en el basurero, los Yax me aburrían y la liga y don camarón tintero, también el patio de mi casa es particular…

Nunca estuve enamorada de Pablito Ruiz como las niñas de mi generación en cambio lloré mares con Candy y cuando murió Anthony…  

Para poder ganar la plaza como delantera del equipo de fútbol de la cuadra me tocó reventarme  la nariz con cada uno de ellos, y así lo hice trompada tras trompada hasta que entendieron que las mujeres tenemos las mismas capacidades que los hombres, a partir de ahí en equipo de la calle río Éufrates nunca aceptó un reto si la capitana del equipo no iba.

Cuando salía a pastorear mis cabritas, me seguía la manada de marranos, las patas, las gallinas y  hasta las coquechas todas tenían nombre propia y todas entendían cuando las llamada a cada una por su nombre, una comunicación extrasensorial que jamás que logrado con ningún ser humano.

Entonces me caían los patojos con la pelota de fut para chamusquear conmigo en la arada, entre el basurero y las dormilonas, entre mote y terrones de talpetate con la tarde cayendo adormitada sobre las montañas que escondían en sus entrañas la aldea Sorsoyà y la finca de fresas donde el caporal  nos explotaba y los patrones se negaban a pagarnos el sueldo completo.

Sí, son 16 los hombres de mi vida.

Con quienes trepábamos árboles, nos desbarrancábamos en los guindos, saltábamos charcos y fabricábamos barcos de papel que emprendían viajes sin retorno en el corazón de las correntadas de aguas que invadían las calles de nuestra infancia.

Con ellos aprendí a tecniquear, jugar trompo, cincos, boxear, a saltar los cercos sin dejar la piel de las tabas pegadas en las púas, con ellos  me convertí en asaltante profesional de ramas de chipilín, bledo y nísperos. Las tabas no nos daban corriendo o rodando según  fuera la necesidad.

Cuando me gradué de maestra de Educ. Física me cargaron en hombros era la primera maestra de Educ. Física que paría Ciudad Peronia y la única de La Marita de la Calle Río Éufrates que terminó la educación media,  esa noche nos pegamos nuestra primera emborrachada, pedimos fiada en la  cantina Las Galaxias una caja de botellas de litros de cerveza  y bailamos con la música que ronroneaba la rocola, viajamos a mundos desconocidos, tocamos planetas nunca habitados y lloramos recordando nostalgias muchos sentíamos en nuestros corazones que ésa noche sería la última que estaríamos juntos, la vida nos preparaba para recorrer distintos caminos. Al filo de la media noche subimos gateando por las cuesta de la calle hasta llegar salvos cada uno a nuestras casas.

Nunca volvimos a reunirnos, se fueron uniendo en pareja, procreando cada quien con sus destinos marcados, la primera en emigrar f
ui yo, un año después lo hicieron por la misma vía, quince del grupo uno solo se quedó Cheyo  el portero oficial del equipo, el polio no lo dejó participar en  semejante empresa, todos cruzaron y se dispersaron a lo largo y ancho de la nación Estadounidense cada uno cargando en su matate las mismas nostalgias añejas y abrazando quimeras que cada día se esfuman de prisa.  

Coca el  sacerdote arrepentido dejó la vida en California solo retornó su cuerpo frío en una caja. Dos días antes de fallecer me había llamado y no pude contestar dejó un mensaje de voz, durante meses pasé escuchando sus palabras, se iba con él parte de mi ser, parte de mi infancia, parte de mi felicidad de niñez.

Retornó a su suelo amado solo en el compartimento de un maletero de un avión.

Hace un año lo alcanzó Cheyo el portero oficial del grupo y me pregunto quién los seguirá, el equipo se ha ido desajustando y no aceptamos cambios, no hay nadie en banca porque nunca necesitamos de refuerzos, siempre fuimos todos para una y una para todos, ¡hasta la muerte! Y la muerte hoy en día es tan distinta…

A mis cabritas les debo tener el alma salvaje con aroma a monte de barranco, a ellos ser indiscutiblemente una rareza mitad hombre y mitad mujer.

 

Con el amor profundo de siempre, a mis 16 hombres.

Ilka.

08-02-2013

Tabucolandia.

 

 

 

12 comentarios

  1. Así es Ilka, en el camino nos vamos separando poco a poco de muchos y mira que es doloroso, sobre todo cuando ese tiempo compartido ha sido tan especial! Quien sabe cuando nos toca…

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Aunque no lo creas, yo también fui patojo, creo, hace tanto tiempo que ya empiezo a dudarlo. Me hiciste recordar muchas cosas en común. Tu atento y seguro lector. Chente.

  3. Gracias por despertar esa Yuma interna. Los que tuvimos la dicha de esa infancia callejera, ese crecimiento a golpe de zapato roto, camisa y pantalòn remendados (pero limpio decìa mi vieja), de mezclar el sabor de un jocote, un mango y un kukito después de la chamusca 20 contra 20 y todos al unìsono tràs la pelota de trapo y calcetìn seguro nos hemos dado una identificadota.
    Ahh tiempos ídos pero maravillosos,,,,,no serìan 16 pero igual,,inolvidables amigos. Donde esten,,,,,,abrazos.

    • Sergio, todos llevamos aquella hermosa etapa de sueños y dolor, cuando las tripas tronaban nos zampàbamos un mamaso en la panza y listo, no conocìamos el jamòn, las hojuelas de maìz, tampoco los prejuicios… era realmente una atmòsfera de otro mundo… abrazos. Gracias por sus palabras.

  4. Ahhhh…Negrita linda, me hiciste reordar muchas cosas de mi infancia, correr entre árboles cuando regresaba de trabajar en el campo con mis compañeros, algunos de ellos tambien se han ido de estaa vida, jugar fut bol con bolsas y hojas amarrados con pitas de redes viejas, nadar sin ropa interior sin ningún morbo…que dias aquellos. Gracias por hacernos recordar que tuvimos infancia con muchos problemas pero eramos felices. QUE DIOS TE BENDIGA Y ABRAZOS.

    • Cuando bajàbamos por los cerros con nuestro corvo cuto, el tercio de chiribiscos, el manojo de quilete silvestre, las piedras de rìo que parecìan jades, cuando el frìo nos congelaba los pies en las noches porque no habìa chamarras, cuando los ponchos rotos eran compartidos, cuando… cuando.. cuando… todo era lo que hoy es inexistente. Abrazos.

  5. extrañaba tus narrativas de tu niñez y adolescencia en los arrabales, casi siempre me quedo con un nudo en la garganta, me haces viajar en el tiempo e ir creando mi propia historia y recuerdo de lo que fué mi vida en esos tiempos, saludos y siempre es un gusto y placer leerte..

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.