Lo que va recorrido del mes de abril ha sido para mí de puros reencuentros, despeñaderos y encontronazos con las nostalgias y las bandidas añejas melancolías. Todo empezó cuando un amigo que radica en otro de los estados vecinos del área norte del país, llamara por teléfono para departir es decir; casaquear y ponernos al día de las peladeras semanales que no faltan en una relación entre chapines. Lo primero antes del habitual, ¡hola vos!, es preguntar por el estado del tiempo, en éste sector te informan del tiempo cada diez minutos, en los programas televisivos, en las estaciones radiales, en las pantallas enormes que guindan en los centros comerciales, en Chicago por ejemplo sea verano, otoño o invierno tenés que salir de tu casa con paraguas, chumpa, guantes y si vos querés hasta con botas de hule marca Colibrí pero si sos ananad@ no te las pongás porque te podés caer e inmediatamente algún buen hijo de vecina te llama al 911 y te vas en un abrir y cerrar de ojos jalad@ al hospital más cercano para que algún doctor de residencia logre soplarte el dedo que te golpeaste.
¡Viste lo que te puede pasar por utilizar botas de hule marca Colibrí!
Pues en lo que hablábamos del clima con mi amigo, a lo lejos escuché el eco de una voz que creí reconocer en algún lugar del archivo de mi memoria, le dije: ¿qué emisora estás escuchando?, me contestó: la Globo.
¿La qué? Repetí, ¿La qué decís? Le proclamé ya con las palpitaciones del corazón revoloteando entre el cielo y suelo de mi boca. Aquel estaba escuchando vía Internet la emisora radial Globo. Al fin para no cansarte te cuento; que después de una cantidad de preguntas que salían como matraca de mi garganta y sonaban como metralleta al convertirse en voz, logró deducir que le preguntaba por la radio FM Joya. Encontró la dirección en el buscador Google y me la envió como rayo, es decir; tipo tetuntazo lanzado con honda. En la mera shola me pegó porque caí sembrada en la silla cuando escuché escurrirse por entre en las bocinas del ordenador la voz del ruiseñor que alegró las mañanas lombricientas y piojosas, de mi testaruda niñez ahora ya extraviada en la distancia. Y era él; allí estaba el eterno seductor con voz de ángel mi querido: ¡Carlos de Triana! Medio logré pronunciar palabra porque lo único que recuerdo recorría mi garganta era un nudo ciego que subía y bajaba pero no lograba desembocar , lo salado de las lágrimas espesas que leales brotan del corazón se encargaron de ayudar formando olas propicias de reventazón en el umbral oscuro de mis ojos, éstos ya no tuvieron más remedio que ceder a tal inmensa manifestación sentimental y emocional y abrieron las compuertas del alma ; sentí esas gotas de agua empapar mi rostro aún asombrado con el hallazgo.
Pues como te decía que el mes ha sido de puros suspiros chambones y éste día en particular, porque está lloviendo a cántaros y debo de confesar qu
e son mi debilidad, me hacen sentir vulnerable y chipe (y no es que ande en mis días) como moteada, ¡púchica!, como si me hubiera fumado un buen puro de los que hace mi abuelo, me hacen sentir como que me hubiera ingerido una mi botella de cusha fresca o un octavo de la Indita: que te agarra igual y la cantidad es menor. Como cuando te dan la primera metida de mano en la camioneta, como tu primer despido del trabajo, cuando te toca la primera cita con la suegra. Era la era de la espuma y efervescencia de El Silencio de Neto. Me pregunto: ¿cuántos de nosotros quisimos ser Neto? ¿Cuántos Netos habremos quedado de esa camada? Era la época en donde te soloquebas los intestinos con las golosinas: Poporopos, Muelitas, Picarones, Tortrix, Arroz Chino, chicles Bazuca y sus estampitas de: Amor es…
Después te resultaban bajando el empacho a puro purgante hecho de: aceite de oliva con limón, bicarbonato, sal y vonós a taparte la nariz y a zambutirte la taza de menjurje. Acto seguido a sobarte la pulquera y esperar el efecto rociador…. Aunque tengo una amiga que el chapuz no se le hizo a tiempo y la timba le quedó así de por vida; como de pupo mareño.
Los tiempos en que un agua gaseosa te costaba veinticinco len al igual que la bolsita de café Quetzal y café Miramar, el café la Jarrillita ya no nos lo podíamos costear porque equivalía a cien lenes… El Toky, toky, toky ¡te quita el calor! Diez len la bolsita los Sipi no los compraba porque muy caros, y la frutitas de azúcar junto a la Nucitas treinta len cada una. ¡Já delicia!
Reponiéndome de la gran carreta de dos semanas que llevaba trasteando las emisoras radiales, todavía con la goma emocional de cinco días que me troceaba el equilibrio y el pulso cuando me encuentro hoy (sin haber tomado mi caldo quita goma: caldo de huevos) con la noticia de que es el tercer año consecutivo en que Prensa Libre celebra y agasaja a sus voceadores, es decir; a quienes les llenan los bolsillos con la marmaja a sus dueños
Me metí a boca de tinaja de pueblo, otro trago de Ron Zacapa Centenario. ¡Si pues, brincos diera!
¡Voceador! No sé si sea el día o es que la memoria me ha hecho una jugada de chilena que terminó ganando con pinta, (porque esas babosadas de escalera, montoncitos, y la carta mayor nunca las aprendí) y me pintó porque me ha hecho regresar a caminar por el paso a desnivel que es mi vida, bien maciza porque tiene bases hechas con Cementos Progreso y cernidos un titipuchal de recuerdos, está repellada con la piedra poma molida a puras pedradas. Asustada trato de entrar nuevamente en ese guacal para bucear entre tanto tiliche ordenado como bola de lana usada, de repente aparece frente a mi nariz la imagen nítida del “Colocho” nunca supe su nombre era un patojo de unos veinticinco años de edad, fortachón, de cabellera murusha, el único voceador de periódicos en la colonia, en donde yo viví los años de ardiente juventud. Y digo ardiente porque fueron impregnados de pasión, todo en ese medio de sobrevivencia de hormona colosal fue hecho con pasión. Hasta mis berrinches, yo me revolcaba en el suelo de la casa llorando como novia recién dejada, tronada, cortada, tentada (no, tentada no, porque entonces no lloraría) hasta que mi mamá con la pena pero no le quedaba de otra y ya a las cansadas le tocaba fungir como jefa del centro correccional de menores ( o de algo parecido a un diccionario, es decir; amansa burros) y se daba a la tarea de sacarme del trance en el que me encontraba inmersa; a puras chicoteadas, cinchaceadas, y lo que tuviera en ese momento en la mano, mientras yo aullaba con espuma de chucha rabiosa batida entre enormes candelas de mocos color verde .
Y todo el drama era iniciado por el enfado de no querer lavar los trastes, platos, utensilios de cocina, tiliches y ollas despeltradas. Pero ya bien calientita la niña con sus reatazos bien puestos, calladita se miraba más bonita y se disponía a lavar el cargamento hasta dejarlos brillando.
No entiendo cómo es que lograba sobrevivir el “ Colocho” con una esposa y cinco hijos, en la colonia los pocos que compraban el periódico eran los dueños de clínicas dentales y farmacias, pienso que éstos tal vez si leían el informativo escrito, pero me quedó la duda de los colegas vendedores dueños de puestos de misceláneas, y tiendas de granos, (alimenticios no de ronchas y todas esas familias) agarraban las hojas enormes del periódico para envolver el producto vendido, en las cholojerías era lo mismo, envolver las patas de vaca y te las echaban en una bolsita negra, en mi casa lo utilizaban como papel higiénico entonces solo te tenías que poner un espejo para leer tu horóscopo que llevabas tapizado en las posaderas. Di gracias de que nunca me tocó con chichicaste. De allí pa´l real me di gusto con: tusa, piedras, olotes, hojas de café y últimamente con papel higiénico de esos que tienen olor a flores… ¡me zafo!
Ilka Oliva.
26 de abril de 2009.
Estados Unidos.