De a vara y un tostón en las horas pico.


Cantan los gallos en la fría madrugada de un día como tantos otros: simple, gris y descolorido en la vida de la plebe; una jornada laboral más se anuncia.

Cansado se levanta el trabajador, con el sueño pegado en la piel, el ardor de ojos, el dolor de los callos en los pies, con las tripas chillando  por el  hambre y los sueños olvidados entre la congoja de la triste realidad.

Poco a poco se van encendiendo las luces de las casas y se escucha el movimiento de la población: las jarrillas despeltradas que llevan hirviendo en sus entrañas el bagazo que venden por café en las tiendas, en la mesa se estiran: –para ver si alcanzan-  las conchas, cachitos, hojaldras, champurradas y los franceses con huevos revueltos y frijoles parados, las tortillas con sal para los más desvalidos. Suenan las palanganadas de agua en los patios, donde la gente se baña con el agua fría que sacan de aquellos toneles oxidados bajo el sereno; mientras se restriegan con el jabón de coche y el pashte que hacen de los costales, porque ya no les alcanza el pisto para comprar de otra clase.

Una jornada laboral más se anuncia.

El cielo empieza a teñirse de luz, el sonido de los motores arrancados de las «burras» listas para transitar por y entre las sucias calles rucas de la ciudad.

Hacia allá se dirige el tumulto de gente, a la parada de buses, con la esperanza de hoy sí agarrar lugar, de poder subirse, colgarse, treparse, encaramarse, apercollarse en la burra. Con el tilichero de cachivaches amontonados y empiernados para que no cambien (como por arte de magia) de dueño. Hedentina profunda a chilacazo aromatiza aquel despeñadero de sudores. Sentados en los puros esqueletos de los tubos (porque los sillones caducaron) van las señoras embarazadas, las abuelitas y todo aquel macizo caballero que no cede el lugar por falta de cortesía a la persona que realmente lo necesita. Suertudos aquellos chispudos que logran ser uno de los cien pasajeros que amontonan, arrejuntan y apelmazan los ayudantes con tal de ganarse sus lenes extras en las horas pico sin medir ni prevenir consecuencias.

¿Cómo es posible que esos incachables quieran socarlos nuevamente? Los hijos perdidos de la Llorona se agarran de la casaca, paja, tushe, cuento,  de que subió la gasolina para poder ensartar al pueblo pasmado, arrodillado, acurrucado y mal juzgado de Guatemala. Cansado ya de tanto luchar, haciendo como que camina porque en realidad va gateando, cuesta arriba y rodando –cuesta abajo- en las peñas, guindos, filos, barrancos, buscando un camino que los saque de la inmundicia de tener que vivir el día a día cantineando a la misma tragedia.

De a vara y un tostón en las horas pico y el resto del día sigue igual. ¡Qué de a sombrero! Esos dueños del transporte urbano, si que joden de verdad nos vieron las caras de majes, como la gran diabla me puse cuando leí sus excusas: “es que el mantenimiento de las camionetas, que la gasolina subió”. Lo que pasa es que ya quieren cambiar el carro del año pasado por el del 2,009. Lo que sucede es que les pican las bolsas del pantalón pidiendo andar con la marmaja, se dan color de ser transeros, de que el trueque está bien hecho con los firmantes de la nueva ley. Éstos se surten al pueblo asaltándolo, sangrándolo, poniéndole con tortilla tiesa, mientras que los otros sólo reciben el morralito lleno, micha y micha van los chaqueteros.

En la tele… los vi con sus tacuches rascuaches, anunciando la noticia de la nueva embrocada que nos dieron, no se cansan de andar cucando al pueblo, no se cansan de ser shutes y tratar de sacar tajada.

¿Acaso se le da ribete en las horas pico en los trabajos? Se le remunera el efectivo cuando una- un trabajadora –dor por causa del agonizamiento y posterior fallecimiento de la burra en que se transportaba tuvo que soltar prenda para poder subirse a otra y así llegar tarde pero presentarse al fin al trabajo?

¿Se le paga al trabajador un bono cuando por causa del aumento de los precios de la canasta básica ya no puede comprar azúcar y utiliza en su lugar rapadura?

Son trastales los que hicieron cuando les picó el cutete a esos cashpeanes de la Ciguanaba y se les ocurrió en la goma del día lunes proponer y firmar leyes que sólo funcionan para ellos.
Dundos, asoledos, zonzos,  dejan los bolsillos del pueblo.

Y cuando la plebe quiere sacar un poco el pescuezo, asoma la shola, estira el choreque, suelta la lengua lo acusan de bochinchero, de marero, de quema llantas, de no sé qué otras tantas cosas y de puro gusto los mandan de vacaciones (con conecte con la chonta por supuesto) al hotel cinco estrellas de Pavón.

No, no, no nos salgan ahora con sus once ovejas…
¿Esperan que el desgarro e insolencia que causan sus acciones peguen en una mejía y que reboten en la otra? ¿Que dejen el cachete morado y que la gente no intente quitarse el cuentazo? Pues se toparon, porque el amanecer está cerca y el día va clarear, no juzguen las acciones que ustedes mismos han provocado, querían respuestas pues la están teniendo, no protesten ni se hagan los mártires debido a las millonarias pérdidas que se produjeron con los bloqueos en las carreteras.

¡No nos tienten porque van a encontrar a su Tata!
Ilka Oliva.
Mayo 25 del 2,008.
Estados Unidos.

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