No estoy de acuerdo en absoluto en que las fotografías de las niñas calcinadas anden rodando en las redes sociales y que cualquiera se sienta con el derecho de compartirlas y comentarlas. Es una falta de respeto hacia ellas y sus familias; desde quien las tomó y las hizo públicas, hasta quien desde la facilidad de un celular o una computadora las hace virales. “Pero es que son pruebas” pues dénselas a las autoridades correspondientes y guarden las copias por si se llegaran a extraviar. “Pero es que, que todo el mundo sepa,” no, no lo hacen por eso, lo hacen por morbo y por tener algo qué comentar. ¿Si fueran los cuerpos calcinados los de sus hijos, las compartirían con la misma soltura en las redes sociales? No lo creo. La gente ha perdido los valores y la humanidad, es insensible al dolor ajeno.
Esto de las tragedias que viven los parias, causadas por la ineficiencia de un Estado fallido y una sociedad podrida, se convierte en una oportunidad extraordinaria para que ventajistas den a conocer: sus obras de arte, sus fotografías, sus poemas, relatos, entrevistas, reportajes y panfletos que hacen a raíz del dolor de los más vulnerados del sistema. Se venden las entrevistas, los titulares, todo, todo se vende (no siempre por dinero) y las ganancias llegan de una u otra forma, pero los parias, quienes vivieron la tragedia siguen siendo invisibles y abusados: nada cambia para la alcantarilla.
Ese irrespeto de hacer eco del “yo estuve ahí en la plaza, manifestando, aquí está la foto de prueba” pero en sus casas tienen a niñas y adolescentes explotándolas en el servicio doméstico. Y ahí mismo en la plaza, suben los zapatos sobre las cajitas de los niños lustradores, ¡sacále brillo vos! Hay tanto oportunismo en todo esto, que las excepciones están en peligro de extinción. Están, son pocas pero están y ellas son las que sin buscar el foco público hacen, ¡y hasta en deshoras! Son las que como esperanzas silvestres todavía oxigenan el país.
Muchas de ellas no necesitan etiquetas pero la sociedad se las incrusta en el pecho: “familias disfuncionales,” “cliclas criminales” “rebeldes” delincuentes…,” son seres humanos, simplemente humanos. Y un ejemplo que los medios no quisieron visibilizar fue el del dolor compartido de padres de familia parias que llegaron al lugar donde murieron las niñas calcinadas. El llanto de una paria que lloraba desconsoladamente, que yo pensé que una de sus hijas había fallecido en el lugar, pero cuando le preguntaron ella contestó que había llegado a apoyar a los padres de familia porque le dolía tanto lo que había pasado. Era una mujer paria, que al verla en la calle cualquier clase media o burgués por su apariencia la hubiera catalogado de ladrona, de criminal, de drogadicta y de asesina. La mujer lloraba con el alma, con el corazón destrozado, con la solidaridad de la periferia y la exclusión. Con humanidad. Y junto a ella lloraban otros que también habían llegado a apoyar.
¿Cuántos burgueses, cuántos clase media llegaron al lugar a mostrar solidaridad con los padres de familia? Y en cambio, los excluidos de siempre estaban ahí, no por morbosos, no por querer foto, no por tomar ventaja, estaban ahí porque el dolor de uno es el dolor de todos. Así es en la alcantarilla lo que le sucede a uno le sucede a todos.
Mucho tiene la sociedad guatemalteca qué aprender de los excluidos: la esencia, la humanidad, la solidaridad, el amor y la ternura que crecen en la alcantarilla por más que otros la pretendan ensuciar.
Un solo medio se fijó (y fue internacional) en las invisibles que lloraban como propio el dolor de los otros, el resto buscó el titular amarillista, el drama, la forma de culpar, evidencias para señalar y menospreciar a quienes por no tener las mismas oportunidades de desarrollo tienen el cuero partido.
Nos hace falta tanto en ética, en valores humanos, en sensibilidad y humanidad. No todo en la vida es dinero, contactos, diplomas, menciones honoríficas, títulos universitarios y especializaciones académicas en el extranjero. Cuando carecemos de lo vital nos convertimos en mercenarios…
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Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.wordpress.com
14 de marzo de 2017, Estados Unidos