Los traficantes de la nostalgia del migrante hacen su agosto en septiembre.

Es asqueante ver el hervidero de los “negociantes patrios” que hacen malabares con la nostalgia del migrante indocumentado en este país de pesadillas. Cuéntese entre estos truhanes a: representantes de cívicas centroamericanas, presidentes y comitivas de “organizaciones pro pueblo” esas fachadas que tienen algunas bandas de delincuentes de saco y corbata que, alardeándose de ser “representantes de la comunidad centroamericana”   aprovechan el escaparate para armar sus actividades pro robo y pro burla. No hay que ser.
Ahí los ve usted armando desfiles centroamericanos un fin de semana antes del festejado 15 de septiembre. En las mismas una orgía de picnics que no es más que un mercado donde venden todo lo “típico” al costo de un ojo de la cara, que nos les cala hacer uno de cada país, se tienen que aventar el centroamericano para que el robo sea mayor y la burla dé para reírse a carcajadas de la nostalgia del migrante indocumentado y más aun del recién llegado que ya de por sí, sin patria y en el limbo de la diáspora.
 
Para alegrarles el ojo picarón a los caballeros se discuten la elección de la señorita –país por país- Centroamérica y salen las patojas enseñando las nalgas y demostrando que viven -en el patio de mi casa es particular se lava y se plancha como en los demás- con buenos modales y tienen gracias y son esbeltas y hablan dos idiomas y que se saben los nombres de los símbolos patrios del país de sus padres y que además también se disfrazan de inditas y hasta se maquillan las chapitas para parecer de las que vienen acarreando agua en tinaja desde la quebrada.
Y la marimba que ameniza que al indocumentado le toca la médula y se desangra y se consume y se vuelve ceniza una y otra vez escuchando las melodías que lo retornan a las fiestas patronales de su pueblo. Eso, la marimba es una técnica y táctica que nunca falla, es la que hace descascararse hasta al más envalentonado, y ésa, ésa mera, Luna de Xelajú la repiten cual canción de rocola en restaurante chino en la avenida Bolívar, para que se vayan suavizando y terminen emborrachándose y exprimiendo hasta el último centavo del sueldo cuando los rematen con: De paisano a paisano, La jaula de oro, Tres veces mojado y El mojado acaudalado. Para finalizar qué rolen los tragos cuarteados con alcohol, agua oxigenada y agua de calcetín que venden cual original de la cusha artesanal. A llorar a su casa y a botar pulgas a otro petate porque aquí no queremos charas, a guacarear a la calle porque aquí suficiente tenemos con los antojitos típicos que se nos están mosqueando.
Como típico y como original venden la propaganda de los restaurantes, tiendas, “nombres de organizaciones comunitarias” salen entonces los colmilludos disfrazados de autóctonos saludando con el orgullo de un abanderado en acto de graduación escolar. Abundan “las edecanes” y los trajes típicos cualquier oxigenada se cree digna representante de los pueblos originarios y juega a disfrazarse porque es que “es bien chilero ser un día indita.” ¡Las hijas de su ring cromado!
Entonces están quienes han nacido aquí y que de Guatemala y Centro América saben solo que ahí nacieron sus padres, se suben en una carroza adornada con anuncios publicitarios y son pues estrafalariamente los dignos representantes de la raíz –que continúa según ellos- centroamericana. ¡Aplausos a los aventajados! Pero que dicen que a Guatemala no van ni de visita porque allá puyan con tortilla tiesa y que los pueden secuestrar porque son gringos. ¡Y son más prietos que el carbón mojado en las redes de las ventas de La Terminal! Porque aunque shinoleados se creen de ojos azules, cabello rubio y piel “caucásica” ¡Chis la mierda!
Aquel carnaval de buitres y azadones –que a cada rato se echan cal entre ellos mismos- que festejan a costillas de la nostalgia y la desgracia del emigrado indocumentado. Que apenas aprenden a masticar el inglés y se les olvida el español y peor aun la hermanas repúblicas de El Mezquital, La Chácara, La Limonada y Guajitos y resultan viviendo en carretera al Salvador y en las casitas del barrio alto -donde la mafia es gruesa pero gruesa y no marginadas zonas rojas donde cualquier patojo despeltrado es acusado de violador y secuestrador por el simple hecho de tener tatuajes-.
Aquí todos esos ladrones “comunitarios” resultan con títulos en universidades estadounidenses y con maestrías y doctorados en sus países de origen, salen en televisión y en los medios escritos y entre ellos se entregan plaquetas y reconocimientos a cada rato, festejan su avaricia y descaro y llegan a sus pueblos de visita cual triunfadores en el país de los sueños, enseñando los reconocimientos y allá les entregan otros que aquí llegan albocando cual vendedor ambulante en autobús urbano.
Y uno los ve pasar y se tapa la nariz y contiene las ganas de vomitar porque apestan a descaro y a deshonra. Ellos en cambio se jactan de ser llamados los dignos representantes de la comunidad centroamericana en Estados Unidos y es que vea usted “triunfar” en este país es cosa de pocos –dicen ellos- por eso hay que festejarlo a lo grande. Primero tenemos que desglosar el término triunfar porque si triunfar le llaman al robo desmedido y a construir sus casas y comprarse carros del año y atiborrar sus cuentas bancarias a costillas de los más miserables entonces sí, son unos excelentes triunfadores como las mismas autoridades gubernamentales de los países centroamericanos que exportan para mano de obra barata a sus niños, adolescentes y marginados. ¡Mierda de sistema!
Esos representantes de la comunidad centroamericana que ahora mismo están sacando ventaja de la terrible situación de los niños migrantes que han viajado solos, esos mismos descarados que se hacen los desentendidos con las redadas masivas que se llevan por costaladas a los indocumentados, esos mismos que cuando un paisano muere en este país que se mosquee solo o que los entierren como equis equis en cualquier fosa porque no dan un centavo ni se movilizan para retornar el cuerpo a su país de origen. Esos que cuando una mujer sufre de violencia doméstica dicen que si el marido, novio o amante le pegó fue porque de seguro algo hizo y que merecido lo tenía, que cuando violentan sexualmente a una niña, adolescente o mujer dicen que eso es ser mujer y que se aguanten. Esos que patentan empresas de mantenimiento y como trabajadores tienen a sus paisanos a los que les pagan limosnas y ellos se quedan con la mejor tajada y que se aguanten porque si no les llaman a migración para que los deporte.
Esas lacras son las que representan a la comunidad centroamericana en este país. Las excepciones jamás participan en una jugada de esas y cuando un indocumentado está en aprietos acuden calladita la boca, lo ayudan y continúan su labor. De esas excepciones hay muy pocas, contadas con los dedos de la mano y sobran dedos, lo demás, lo demás es el estiércol que hace su agosto en septiembre con la nostalgia del migrante indocumentado.
Dedicado con amor profundo a los traficantes de nostalgias, y a los emigrantes indocumentados que en este país se vienen a empotrar porque no es ni por asomo donde los sueños se hacen realidad. El 15 de septiembre pasará como pasa todo en la vida, qué la nostalgia les sea leve. Y salú por los vendedores ambulantes a los que hoy la jornada “patria” les dejará doble cansancio y quién sabe si con la ayuda de los siete montes y la “bendición” también una ganancia extra. Yo merita una vendedora de helados de la honrada hermana república de Ciudad Peronia y en Estados Unidos una mojarra como cualquier otra.
Ilka Oliva Corado.
Septiembre 15 de 2014.
Estados Unidos.

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