Cheili González La Leyenda.

Muy pocas veces la alborada trae noticias deportivas que alegran a mi corazón de atleta de periferia con panza de pupo mareño.
Ésta no será noticia que acapare las primeras planas de los periódicos nacionales, ni los noticieros de la hora pico. Usté no escuchará hablar de la hazaña en las paradas de autobús, ni en la venta de shucos, ni mucho menos a la hora de la refa en oficinas de la Zona Viva, ningún molote de aficionados saldrá a celebrar su triunfo en los alrededores del Obelisco y no se emocione que ni por donde pasó que el presidente de la república elogie el esfuerzo de la cipota.
En las redes sociales no leerá la algarabía de cibernautas celebrando la medalla. Los estudiantes de universidad privada no se percatarán de la victoria porque la güira no es de su conglomerado.
¿Las razones por las que no se hablará de la medalla de plata de Cheili González ganada ayer en el VII Campeonato Mundial de Karate Shito-Ryu en Tokio, Japón?
De sobra las sabemos. Porque no es hombre, porque no es niña riquilla y porque no practica un deporte en conjunto y mucho menos uno de élite clasista.
Porque su herencia es obrera, campesina y proletaria.
¿Usted ha sabido de la discriminación que ha sufrido Cheili a lo largo de su carrera deportiva? Una de las más discriminadas, por atletas de otras disciplinas, por entidades deportivas y por medios de comunicación deportivos.
A Cheili vos no la verás llegar a los entrenos en carro de último modelo, tampoco con guardaespaldas, su ropa de diario no es de marca exclusiva para cierta clase social, su casa no es de tres niveles con portón eléctrico y no tiene alarma de sensores. Tampoco vive en colonia residencial y mucho menos en alguna loma en los suburbios exclusivos de la capital.
Cheili no habla cuatro idiomas. Tampoco el frío de la noche lo espanta con edredones de plumas de ganso. No toma vacaciones a Europa tres veces por año. Tampoco se va en manada a celebrar Año Nuevo en las playas de Miami.
Cheili no es una de las niñas mimadas de la alta sociedad guatemalteca que por capricho practica una disciplina deportiva.
Cheili se ha fajado el lomo para llegar hasta donde está, con sudor, cansancio y lágrimas. Con todo tipo de discriminación: racismo, machismo, clasismo. Ella no es la típica ishta culicagao que carga muchacha que le cargue el maletín de entreno y que le lave el uniforme a mano, que le prepare el desayuno y que le recoja las toallas sanitarias usadas que deja regadas en su cuarto.
No es blanquita ojos claros, ni alta como gacela de protagonista de telenovela, no ganaría jamás un concurso de belleza de Miss Guatemala, porque a ella le sobra lo que les hace falta a las niñas riquillas que lo único que tienen en su pobreza es dinero.
¿Usted sabe de las ocasiones en que Cheili le ha tocado ir a competencias internacionales sola? Sí, sola sin entrenador. Mientras la gente del Comité Olímpico Guatemalteco se embolsa lo de los pasajes y estadías de entrenadores envían a atletas como Cheili González a que se fajen solas, que se rompan la jeta solas, sin ningún apoyo moral, técnico ni deportivo.
Y sola la ishta le ha demostrado a cuanta persona u entidad racista, clasista y machista que puede hacer las cosas, porque su capacidad, su habilidad, su deseo y su corazón son más fuertes que cualquier barrera que le puedan imponer.
Humilde, trabajadora, honesta, un tanto callada, enfocada en sus entrenos, en sus competencias, en su amor por el karate Cheili González es una de las deportistas más importantes de la última década en el país.
Sepa usté que ella es de pies descalzos, que sus días comienzan en la madrugada cuando aún no ha salido el sol y que terminan cuando la mayor parte de la población guatemalteca ya está entrando a la quinta etapa del sueño REM.
Sabé vos que cuando por derecho le tocaba portar el Pabellón Nacional de la delegación guatemalteca en inauguraciones o clausuras de competencias deportivas internacionales, el flamante Comité Olímpico Guatemalteco prefirió dárselo a una de las tantas niñas finas que caminan así sensualmente con esa cadencia de la alta sociedad y que tienen el tamaño de la chiches acorde con los estereotipos de la belleza que la televisión exige. Las que sonríen ensayadamente y saludan como modelos de pasarela. O a algún patojo de esos altos como varas de bajar cocos, ojos azules y con opulencia y arrogancia de la clase dominante. Pero nunca a Cheili porque es la típica mujer que representa a más del sesenta por ciento de nuestra población, la bajita, morenita, con perfil milenario, de venas ancestrales, de cabello liso largo, de labios gruesos, de nariz chata, de ojos grandes y de mirada profunda, de manos trabajadores, de espalda cansada, de corazón latente.
Me recuerda tanto el tiempo de Heidy Juárez la patoja de Tae Kwon Do a la que los medios de comunicación deportivos le volaron palo por causa de estereotipos y la duda de su homosexualidad, -por su apariencia física- como si la homosexualidad fuera la que peleara en el tatami, y tampoco las autoridades deportivas nunca le dieron su lugar y fue la deportista más destacada de su tiempo.
En Guatemala tenemos leyendas deportivas del género femenino y honradamente de clase obrera, campesina y proletaria. Las únicas que han sacado la cara por el país. Imagináte vos siendo Guatemala un país en donde un alto porcentaje de niñas son preñadas por Tatas y familiares, truncándoles los sueños de desarrollo y de progreso, frustrándoles la vida, creándoles fantasmas. Siendo Guatemala un país en donde gran parte de su población es analfabeta y vive en total miseria económica. Donde las crías de menos de cinco años de edad se mueren de hambre.
Donde se perfora la tierra para vender sus entrañas al mejor postor, pero no se invierte en escuelas, ni en recursos deportivos y culturales que ayuden a una formación integral de la infancia que será el futuro del país. Siendo Guatemala un país del cual sus hijos más golpeados por la pobreza huyen de sus entrañas para buscar sustento en el país del norte. Dejando atrás todo, menos el corazón.
Siendo un país donde se reprime el derecho de expresión, donde la violencia se mama en la leche materna, se atiza en la comunidad y se abona en la sociedad y la doble moral que solapan la iglesia y sus formas de oprimir a la mujer.
En un país como Guatemala con tanto y con todo, que patojas de pies descalzos salgan a rifarse el pellejo a competencias internacionales enfrentándose con atletas que han tenido todos los recursos, alimentación balanceada y fogueo de primera línea. No me digás vos que no es un aliciente, un orgullo, un suspiro, una alegría saberlas ganadoras de medallas, así sean las de bronce, las de plata, o no ganen ninguna, porque con el solo hecho de clasificar a una competencia de esa envergadura sepa usté que las patojas son dignas de que el país y las autoridades deportivas les reconozcan el esfuerzo, y no con una plaqueta sino con mejores oportunidades de viva, -como se lo merece por supuesto el resto de la población que vive en la miseria económica-.
Cheili González ha ganado una medalla de plata en el VII Campeonato de Karate Shito-Ryu. Eso y las otras medallas obtenidas en competencias olímpicas hacen de ella una leyenda. Como lo son también la güiras de Marcha.
Un mar de aplausos y vitoreos envío desde mi guarida a una de mis niñas consentidas. Gracias Cheili por representar dignamente a esta prole, a esta gente de ladera, a la esperanza de alcantarilla.
Qué florezca pues la semilla en los arrabales y periferias y que sigan las atletas de alcantarilla llenándonos de gloria, despertándonos la conciencia, refrescando la memoria y llenando de poesía esta realidad que más que ironía apesta. Sigan las atletas de alcantarilla subiendo al podio de las arrechas, de las dispuestas, de las que a cuestas han logrado vencer a la jauría. Sean las atletas de ladera, las que nunca olvidadas, las más discriminadas, ésta Patria honren y lleven a la arista de la cima la sangre campesina, la esperanza obrera y la vena proletaria. Sigan alumbrando como luminarias en la oscuridad de la miseria y sean ustedes las leyendas de las que nuestra memoria colectiva nunca pare de hablar y traspasen de ciudad en ciudad, las hazañas realizadas ustedes mujeres honradas orgullo de nuestra identidad.
Para vos Cheili y para todas aquellas crías que nacidas en laderas y lodazal sueñan con alcanzar el podio de la victoria y para que sea la oportunidad de la equidad la que logre emancipar a las atletas recién despertadas para que no sean agua estancada sino tormenta y temporal.
Ilka.
Sep. 17 de 2013.
Tabucolandia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

10 comentarios

  1. Felicitaciones compañera Ilka Oliva, por tan objetivos comentarios. Allí donde estemos, allí donde comprendamos, allí donde sintamos la necesidad de un pueblo que vusca voces propias que se sumen a sus demandas; aallí surgirá más organización popular y más conciencia contrapuesta al régimen, al sistema opresor que favorece a unos pocos como tú lo mencionas acertadamente. Mis respetos para tí y todo el apoyo moral y el privilegio de saber de ella.

  2. Q trist q haya tanto motivo para la auténtik alegría… y sólo quejándote y qejándot…

  3. Pingback: Cheili González, La leynda (Crónica de Ilka Oliva) - Resumen Latinoamericano

  4. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Dado su esfuerzo y sus sacrificios, mayor razón para sentirse orgullosa. La satisfacción personal y la gloria no se la quina nadie. Mi admiración por ella y por todas las que luchan poniendo alma y corazón, independiente de sus resultados. Chente.

  5. aplausos y más aplausos para Cheili!!!

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