Orgía en el apartamento 18.

Aquella noche: tocan la puerta del apartamento que rentamos mi hermana-mamá y yo, estoy sola mi hermana no ha llegado de trabajar, estoy en la sala acostada en el suelo panza arriba  sumergida en las páginas de La Señora Dalloway, alguien toca la puerta, dejo que insistan me levanto con mi parsimonia de cavernícola encuevada, me asomo por el agujero de vidrio y la veo, camino de puntitas  para no hacer ruido alguno y me vuelvo a acostar con mi libro, ella insiste es la vecina  gringa, sesentona y  soltera del apartamento 14.

¿Qué quiere ahora? Pienso para mis adentros, es de las personas que se quejan porque nevó, porque no nevó, porque el sol se ocultó temprano, porque mucha agua sale de la llave, porque le duele el pelo, en fin… Es de esas personas que tienen un magnetismo de estar de luto todo el tiempo y en constante guerra con la vida, es de esas personas que vos querés mantener mínimo a mil kilómetros de distancia.

Vuelve a insistir, me crispa los nervios la forma en que somata la puerta, me levanto y abro,  le clavo  la mirada en la pupilas es mi forma de preguntarle qué desea, esa expresión de queja en su rostro me la sé de memoria:

-¿No escuchas, no nos dejan dormir son unos animales?

Volteo y veo el reloj son las nueve de la noche.

-¿Quiénes no la dejan dormir?

-¡Esos animales del apartamento 18, no los escuchas?

Claro que escucho la pareja del apartamento 18 suele organizar orgías los fines de semana.

-No, no escucho nada.

-¡Es el colmo su falta de respeto! Los vecinos no necesitamos escuchar esas salvajadas, indecencias.

-¿Por qué viene a tocarme la puerta? ¿Qué quiere que haga yo al respecto?

-Bueno, ustedes son las vecinas más antiguas en el edificio entonces si le hablas te pueden escuchar.

-En todo caso llame mañana a una hora prudente al dueño del edificio y que sea él quien resuelva el problema, nosotras somos tan inquilinas como usted.

-Es que tú tienes carácter fuerte, te escucharán.

-Para serle sincera el día que yo toque esa puerta será para participar en el bacanal.

La vecina se lleva las manos a la cabeza y la quijada se le abre como bisagra desarreglada.

-¡No puede ser, estás bromeando! ¿En dónde está tu decencia?

-La dejé en la frontera. De verdad apúntese y vamos yo la acompaño, verá que después de una danza de los siete velos eso que ahora a usted le parece  una animalada será música para sus oídos.

-¿Y el temor a Dios?

-Qué Dios, ni qué Dios. ¿Vamos?  Déjeme alistarme y nos apuntamos, ¿tiene vino por lo menos para no llegar con las manos vacías? No solo metiches y  llegar sin nada.

-No puede ser, venía a hablar con tu hermana no contigo, ¿está ella?

Mi hermana la persignada.

-No, no está, ¿acaso de bandida quiere que sea ella su pareja?

-No puedo contigo, te estoy hablando en serio y tú me sales con tus bromas. Tenemos que hacer algo esto es de todos los fines de semana.

La pareja serbia del apartamento 18 está en la flor de la juventud no pasan de los cuarenta años, vivimos en un edificio donde las paredes son de cartón con algodón y duroport así que todo se escucha, y si vas a fornicar lo tenés que hacer con sumo cuidado, taparte la boca y aceitar las patas de la cama, los sillones, las sillas o donde se te ocurra tener tu entrenamiento de campo traviesa. Un mínimo suspiro lo escucharía el edificio completo.

La pareja serbia gusta de practicar tropelías así es que invitan a coterráneos y a quien quiera asistir sin distinción de raza, credo y color.  Aquella parece batalla campal, en invierno no necesitás calefacción ellos se encargan de subir la temperatura a todo el edificio, tan así que vos sentís el cuerpo arder en llamas, te despojás de la pijama, de las  sábanas y por más baños de agua fría que te des la temperatura no baja, parece fiebre de gallina clueca.

Contás ovejas, te comés las uñas de las manos, intentás entrarle a las de los pies  pero ya no tenés el desgonce, así que solo te queda mirarlas allá a lo lejos,  te leés revés y derecho La Vuelta al Mundo en Ochenta Días,  contás los incisos del Kama Sutra y si se te ocurra encender el televisor y poner el canal porno porque entonces sí el edificio se fulminaría en una llamarada de tusa. Te metés debajo de la cama, jugás liga liga, cincos, un dos tres chiricuarta, yax, solitario, todo con tal de no hervir en el fuego de la seducción, es imposible aquello es una llamada con señal de humo.

Los fines de semana cuando los vecinos serbios organizan su bacanal vos sabés que será noche de poesía corporal, el ambiente cambia hasta te dan ganas de caminar en los corredores, estirar, oxigenar los tendones y articulaciones, contarte las fibras musculares y apapachar la pancita de pupo mareño.  Te dan ganas de pegarte debajo de las tetas esos pedazos de tape para que se levanten y se vean austeras, rebeldes,  salvajes, pero de ahí te arrepentís porque en una de esas  en un intercambio de estafetas se te desprende el tape ya valiste pura estaca. Mejor así añejadas llegando a la punta del ombligo pero libres…

A mí me encanta escucharlos, porque se pegan aquellas divertidas que las puritanas y las mustias ven como obras de La Bruja de Portobello,  y se sienten fieles representantes de la inquisición. Pero por dentro quisieran participar en la carrera de relevos con estafetas de 4×400 ahí para ir probando su resistencia sin previo calentamiento y estiramiento, bien que ya en forma se aventaban de perdida la de 4×1500 y no digamos ya adictas un triatlón. El pentatlón no creo que lo  aguanten, bueno ahí saber va, caras vemos resistencias no sabemos.

Recuerdo a las tres patojas que alquilaban el apartamento justo enfrente del de nosotras, unas europeas que no pasaban de los veinticinco años de dad,  era un deleite escuchar sus noches de meditación, me volví  aliada del trío a cada rato venían a  pedir prestado inciensos, aceites aromáticos,  ¿alguna botella de vino y mañana se la devolvemos? Por las mañanas cruzábamos las miradas en los corredores una sonrisita   y los buenos días. Los visitantes variaban. En cambio hoy las noches  en ese apartamento tienen sonidos duranguenses, de películas de Hollywood,   y de  peleas caseras…

Hoy los vecinos serbios se están mudando de edificio con todo y sus orgías, aquella poesía nocturna ya no recitará en las madrugadas ni prenderán en llamas hasta la piel más mampluza del edificio, ya no darán ganas de pegarse el tape en las tetas, y de levantarse en las mañanas a realizar por lo menos diez minutos de estiramiento, no, tampoco de oxigenar las articulaciones, de caminar con firmeza, de coquetear frente al espejo,  de caminar por los corredores,  ahora nos tocará aguantar frío en el invierno, lo único bueno es que ya no vendrá la vecina sesentona quedada  a tocar la puerta y gritar en lenguaje subliminal que muere por entrar y participar en la orgía del apartamento 18.

Desde el balcón los despido: se van con su alegría, su bacanal, sus ganas de vivir, su algarabía, sus tropelías y con la prosa de noches inolvidables que alienaron la maceta de esta trastornada que por cleta no aceptó ninguna de la invitaciones a sus sesiones de intenso entrenamiento: es que ya no soy atleta de alto rendimiento y ahí sí el prestigio pesa y para quedar mal en un cambio de estafetas, ¿te imaginás que bote una y retrase a todo el equipo? Y me saquen a empujones y en pampa del lugar,  por aguafiestas, mejor me disfruto las melodías de alborada.

Pronto ocuparán el apartamento 18 como los han ocupado todos: nuevas historias de vida, sonidos de otros países, tradiciones y culturas, idiomas y colores que hermanan la experiencia de emigración.

Ilka.

Junio 14 de 2013.

Tabucolandia.

5 comentarios

  1. Con tu forma de relatar, hasta ganas de ir a rentar en tu edificio dan!

  2. que buena nota, me diverti mucho, cuidate recibe un fuerte abrazo desde Miami te saluda Mauricio

  3. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Estimada Ilka: Eres genial para narrar y tienes gran imaginación. Tus textos son una lección. Besos, Chente.

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