¿Qué es la poesía?

La vez pasada fui a un conversatorio   sobre poesía, como si no tuviera oficio me fui con mis once ovejas, me atravesé la ciudad en la hora pico y con aquel tráfico de semana de verano en la ciudad, ¡válgame!, nadie me invitó, (shute que es uno) supe del evento y fui como espectadora, estaba abierto al público.
Cuando llegué empezaban a presentar a los participantes, poetas latinos de Estados Unidos y de Latinoamérica, aquello era un desfile de títulos; cada nombre iba acompañado de un alfombra de reconocimientos nacionales e internacionales, eran luminarias de la poesía latinoamericana, tanto halago me provocó dormir la mona en la esquina de la banca donde estaba sentada al final del grupo, quise haber pasado el trago amargo con una cerveza en la mano.

Por fin empezó, y tema a debatir era, ¿qué es la poesía? Poco faltó para que se agarran del pelo y a trompada limpia, los letrados decían que era una musa bajada de los montes del olimpo, (¿ y yo preguntándome qué era el olimpo y dónde estaba, que si eran montes, guindos o zacatales?) los poetas que se autodenominaban “los de abajo” (¿de dónde?) decían que era protesta, los románticos decían que era pétalos de rosas, piel de mujer desnuda o los más hozados la comparaban con los orgasmos (algo tan insignificante) y así cada grupo defendía su propuesta, aquello parecía paca recién abierta o reunión de intelectuales cuando se están peleando un hueso.
Los ánimos cambiaban constantemente hasta que el moderador ponía orden alzando la voz y arreando a cada uno a su chiquero, yo allá en la esquina, en silencio, al final, en la última banca. Yo era la única que no había opinado hasta que alguien me vio y me preguntó a qué me dedicaba, (¿era importante eso para hablar de poesía? ) les dije que limpiaba casas, ¡más ofendidos todavía! No era lugar para una empleada doméstica y por eso no preguntaron qué significaba la poesía para mí.
Yo disfruté ver sus rostros pálidos cuando les dije mi oficio y me quedé jampona en mi banca, después de tres horas de dimes y diretes, terminó el conversatorio, letrados y poetas de calle, junto a los del meloso romanticismo se revolvieron entre las copas de vino y las fotos del recuerdo, en ese momento no existía distinción, yo me quedé observando desde la puerta, con mi cerveza en la mano, pensando en lo insolente que suelen ser algunos poetas cuando tratan de descifrar lo impronunciable. Me tomé el último trago y me fui al restaurante alemán donde habita la poesía de los exiliados, a tomarme dos cervezas más. Allí nadie tuvo la insolencia de preguntar ni mierda, allí era la poesía la que hablaba, como debe ser.
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Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina
05 de abril de 2017, Estados Unidos.

Un comentario

  1. Dennis Orlando Escobar Galicia

    ¡Que buen escrito! Así ocurre aquí, allá y acullá. Por lo escrito mereces que diga: La poesía eres tú.

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