Que no lo añeje el tiempo
Al que no le robe el aliento la manecilla de un reloj
Que guarde en sus adentros
Sus ilusiones ahogadas
En el mar abierto de la migración
Un silencio solitario
Que no requiere documento
Para cruzar fronteras de desolación
Un sello sin mortaja
Una flor de cementerio
Una fosa común
Sin nombre, sin edad, sin nacionalidad
Ahí entierran a los muertos de la desigualdad
Inoportuno el migrante intruso
La mujer preñada, la cría ensimismada
Que en brazos de su madre a otro país se va
Sin permiso de retiro
Más que con el frío de la inequidad
Un silencio reservado
Sin festejo de bienvenida
Un silencio escrito con la deportación
Intrusos, insurrectos son los muertos de la migración
Suelo ceñido de fronteras inventadas
Desperdicio de la perversidad
Suelo minado en cinco continentes
Son el reflejo de la mediocridad
Un silencio contenido
Que no florezca en campo verde
Un silencio escondido
Que se acurruque a musitar
La letanía de un destierro
Que muere en el intento
Cuando se atreve a migrar
Un silencio nomás
Eterno, por los muertos
Que se ha tragado el mar.
En memoria de quienes a diario se lanzan a la aventura de buscar en otro suelo lo que les niega el propio. A los hermanos y hermanas africanas que perdieron la vida en el naufragio de Lampedusa, Italia. Mi corazón migrante e indocumentado.
Ilka Oliva Corado.
Octubre 03 de 2013.
Estados Unidos.