Ya llegaron las manadas, vienen asomando con el murmullo que los caracteriza. Éstos que te cantan en las mañanas, que te recuerdan que el sonido de sus canciones, denotan vida. Son los pajaritos primaverales que se apresuran a desperezar ese invernadero de cuatro meses en el que hemos estado inmersos los residentes del norte del país. Aquí por las cercanías de los grandes lagos, pero; yo realmente sólo conozco uno y es el impresionante Michigan, parece mar el desventurado, tanto que no alcanzás a ver qué hay del otro lado, en la otra orilla sólo se ve una línea de agua, agua y más agua. (Como cuando te parás al final del muelle viejo del Puerto de San José esperando tocar el horizonte). Malaya encaramarse en el muelle de Panajachel y dejarte pescuecear por el embrujo del Atitlán.
El Michigan por donde sea que querrás verlo te aparece, sólo redondeá la ciudad de Chicago y se asoma con el azul esmeralda a cantinearte, a tratar de acapararte la atención, de detenerte la respiración y atolondrarte los sentidos, y lo logra claro que sí, su hermosura es simplemente majestuosa, delicada y arrolladora a la vez. En éstas fechas todavía lo cubre una capa blanca de hielo, (tipo conserva de coco) que lo hace lucir canoso, fatigado y en perpetuo reposo. Son sin duda las cenizas de un frío invierno que se va retirando, que se despide de a poco, días se relaja y te deja salir sin más abrigo que una chumpa, otros te recuerda que sigue siendo invierno y montado (en su macho) en su tozudez te cambia la fotografía y esparce por doquier la blancura almidonada, rociándola en copos que caen lentamente.
Me regreso del colazo emocional que me di por el altiplano (en bicicleta BMX) y me sumerjo en el frío invernal de Chicago, ya dejé la neblina tranquila en el occidente que allá queda bien, como cuadro listo para enmarcar…
Aquí, es época en que los patos salen a lucir sus plumas de pijije, éstos no se andan a tientas, caminan como Juan por su casa en el lugar que se les pegue la gana, detienen el tráfico cuando sin tocar el timbre para el transeúnte se tiran despabilados a cruzar las calles, y allí van en manada, la nana y los hijos, con aquella choya… (que me recuerda el servicio de la chonta guatemalteca) allí siguen en fila india moviendo el cutete de un lado a otro, (y yo con la envidia del quiebre de rabadilla ese) según yo para apresurarles el paso les canto la canción: …la patita va al mercado….
Desde San Miguel Dueñas me vienen a cautivar y cantinear el ánimo las faldas del volcán de Agua, en ese mismo viaje me trae escondidas (como cuando jugás piedra, papel o tijera) las tardes indelebles forradas de melancolía, es tiempo de cuaresma indudablemente, de que asomen ya las alfombras, los cucuruchos, el corozo, los ramos en el domingo estelar, el incienso, las jacarandas que desnudan sus ramas para ayudar con el alfombrado, es tiempo de Semana Santa. Aquí es tiempo de que asome la avorazada Easter: que te descascara la moral.
vos estudiantes, los que repiten, también los que ya son parte del inventario, (como Lencho Patas Planas y Rotavirus) se engullen enrollados en ese enajenamiento, en esa emulsión de sueños y realidades propias del estudiante san carlista, no de balde son del pueblo y para el pueblo, fiados con ojos de amor primero o de primer amor… babeando en cada actividad, con el característico aire de campesinos finos, abundan en cada facultad y escuela; las capuchas y pañuelos de colores, los chiniques, los toques, los prenses, agarres, y soques. Los chupes, chupones, borracheras, tocaderas y parrandeadas ya por último las tanteadas lloraderas, (por los niños hijos de la huelga… mejor dicho engendrados en plena víspera de huelga, con aquello que camarona que se duerme… se la… atalayan lo cangrejos…) vienen asomando los reyes feos, con aquel su vocabulario florido, escurriendo prosa, trenzando aplausos y acaparando las carcajadas del público, toda esa algarabía que se vive previo a la intervención en la suma actividad , dopados por la emoción de salir a gritar, recitar y albocar los dolores de un pueblo que canta, porque está cansado de llorar, salen a dispersar las emociones creando con ellas una fiesta que más de cinco generaciones han vivido, los vitoreos, las cantineadas a las patojas que asombradas y de soslayo se acomodan entre la aglomeración de personas que asisten a presenciar el desfile.
No puedo ponerle el punto final a éste tushte sin contar que hoy amanecí apercollada de la Chabela, tísica me puse cuando la vi, me entró la perseguidora, y de shute la tartamudeadera, por poco y me voy de cu… lumbrón, la pobre estaba que era un hueso muchá. (Yo creo que no había comido en todo el viaje, como le pasa a los que se avientan de mojados la frontera). Tintineante sentí la quijada, tanto que hasta música escuché ( tipo la batucada que bailaron el año pasado las patojas de comunicación en pleno desfile) por poco y me aviento de la cama a bailar y a tratar de agarrar el paso, (sólo me hacía falta el uniforme color verde esmeralda) por la gran diabla muchá me entró la aflicción cuando una a una fueron saliendo de su boca, ésta en pura osamenta (sí, de la boca de la Chabela) las letras de una canción que identifica (como el El Grito…) a todo aquel san carlista de pura cepa.
¿Sabés vos cuál es?
¡Bah! ¿Bando a que no me la cantás?
Es esa misma, la que le eriza la piel al escuchar su música, sus estrofas, sus versos, al que con capucha y sin capucha… (que muy bien describe la historia Asturias, en su Viernes de Dolores). ¡La infaltable Chalana!
Y digo en carrera a tomar un vaso de agua (de té de tilo hubiera querido o de hoja de paterno [no, no esa es para las mujeres preñadas que están a punto de parir, sirve para arreciar los dolores dice mi abuela] va aunque sea agua azucarada pero ni tiempo me dio) por poco me daba el soponcio, yo tan lejos y tenerla en mi cama con canto y todo. Así es que me puse mi capucha color fucsia y pizpireta me trepé a mi carro y me fui cantando mi Chalana, mientras manejaba en una de las autopistas interminables de la ciudad de los vientos, por fin llegué ya entrada la noche a una actividad programada por compañeras de la comunidad guatemalteca, para celebrar el día internacional de la mujer. Allá una gran enculada me di, al ver a unos cuantos amigos san carlistas, que igual llevaban su capucha puesta imaginariamente, así que con dos tragos de cusha en la garganta (de dónde jodidos puro café de la Cooperativa Santa Anita había) nos entonamos en coro, la Chalana y de paso aquellos cuates cuscos se bailaron unas cuantas de Rotavirus con la Chabela.
Yo; yo que suspiro, briaga, oliendo a chicha de tres días ahogada en esa goma que se vive desde la diáspora: en un marzo típico de la ciudad de los vientos.
Y a usted que sí puede respirar a brazos extendidos el olor a jacarandas allá en la Guatemala de la Asunción lo cuco a que me invite a un mi vaso de limonada hecha con limón-mandarina, porque aquí ni de contrabando se miran.
Ilka Oliva.
Marzo 8 de 2009.
Estados Unidos.