Mi segunda borrachera y mi Sacramento de la Confirmación.
Corrían los días de aquel noviembre de 1,995, como los típicos del onceavo y penúltimo mes del año, levantadas hacía las láminas el vendaval, tragabas polvo por todos los orificios del cuerpo, casi que hasta por el agujero nutricio, silbaban, chiflaban y aplaudían las «posaderas» osea las de «posar» por causa del frío que haciéndonos burla nos abrazaba. Por allá volaban las palanganas, la ropa tendida en el lazo, y hasta uno mismo si no estaba bien parado. De «balde» peinarse los «rulos» y «copetes» (aclaro no estoy hablando de alguna clase de gallina en particular) que para estar listos…