Amor.

No dejes que muera Necesito del viento El campo abierto Dame la hoja seca Necesito del río Del frío No te lleves el caos No alejes de mí la sobredosis Que todo es rotundo Sin su exageración El silencio es congruente Demasiado para mi insatisfacción No dejes que muera No te llevas la luna Las noches desnudas El dolor La alegría El desacuerdo La oscuridad No permitas que escape Que te renuncie Injustificada Que desista Que me acorrale Que me aniquile Necesito del delirio De la pena De la fascinación De la podredumbre De la soledad De la irracionalidad Incomprendida…

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Diosa del tiempo.

Como la inmensidad Incuestionable Intransitable Sosiega Exenta y diáfana Que emana Inclaudicable Su inherencia de diosa Que ningún desarraigo Por atemporal ha podido deslucir Es usted la lindeza del tiempo La lírica de mis tormentos Mi quietud y mis infiernos Venus, mis delirios adeptos Dóciles se rinden a sus pies Pasividad de solera Flor de carretera Mi poesía es usted. Ilka Oliva Corado. Septiembre 29 de 2014 Estados Unidos.

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No es una pollería cualquiera.

Aquella tarde mientras pastoreaba las frías horas del invierno sentada en el balcón y pensando en que pronto podría sembrar mi parcela de tomates cuando llegaran los aires primaverales, un mensaje en mi teléfono celular interrumpió mi ensoñación, recibí una fotografía vía WhatsApp. Era un mensaje de una alera que llegó a mí a través de mis letras, mordió el anzuelo con mi texto La Terminal brilla con luz propia, hasta este instante éramos dos totales desconocidas, recuerdo que en esa ocasión me escribió comentando el relato y de ahí pal real de lectora se convirtió en alera… (¿No es…

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Somos los que han cruzado las fronteras.

Somos los que han cruzado las fronteras Con sus no sé cuántos avernos Somos los que murieron de sequía Los que se desangraron Los que se ahogaron Los que no pudieron llegar Somos los silencios inconclusos Los reclusos de la arbitrariedad Los agónicos indocumentados Los que siembran en los campos extranjeros Los limpia mierda Los que se amurallan en la oscuridad Somos los emigrantes Somos los clandestinos Los forasteros agonizantes Somos las plazas vacantes Los del siempre Yes sir. Los del yes ma’am Los que nunca dicen no Los que no tienen horarios Los del siempre sorry Pidiendo perdón por…

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La tarde en que Alfredo no llegó.

A los días de nosotros recién llegados a Ciudad Peronia también llegó otra familia de occidente, hicieron su covacha en el último terreno de la calle Danubio a un costado de la arada que hoy en día es la colonia Jerusalén. Muy poco español hablaban y eran discriminados por su condición de herederos de los pueblos milenarios, tenían dos hijos una niña y un niño, a los años tuvieron al tercero. Los mayores eran de una edad conmigo. Ellas se vestían con sus cortes y sus huipiles, ellos con sus pantalones de tela y sus camisas blancas. Para llegar de…

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La norteada.

Para cuando había cumplido un año de haber llegado a Estados Unidos me invitaron a un baile, cuando me lo dijeron me quedé suspirando porque en mis tiempos eran toques, “vamos al toque de la calle tal” aquí es ir al baile. Las añejas suspiran porque en sus tiempos era ir al repaso y mi mamá que siempre habla de los tiempos de la zarabanda. Yo que no andaba con ánimos para salir dije que no pero una mexicana me alegró cuando me contó que había en vivo música de quebradita y también norteña, pensé en las barridas de pino…

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No reniego.

De la premura de mi caos De la estruendosa elección No reniego de mi naturaleza Rara y cuestionante De la curiosidad apabullante No reniego de este vacío ansioso que soy De la tranquilidad desprotegida De la oscuridad recurrente Del macilento ayer No reniego de mi confusión De mi desasosiego Del miedo y del dolor   No, no reniego De la herida Del estigma De la duda Del adiós De mi locura De la soledad imperturbable De la evocación De la caída Del equívoco   No reniego De mi tosquedad De mi sonrisa triste De mi contrariedad De los pensamientos insensatos…

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