Angustia insondable
Cuando llega el verano y veo por doquier vendedores helados bajo el sol abrasador del medio día, me entra una especie de angustia inexplicable, repentinamente me da por llorar. Se detiene el tiempo, el aire se vuelve más ralo aún y me cuesta respirar. Algunas veces volteo para otro lado para que me duela menos, pero es instantáneo que desista y los vuelvo a ver. Los observo detenidamente como si la acción se tratara de un autoexamen, como si al verlos me viera yo misma frente a un espejo. Siento su cansancio, su piel quemada por el sol, la ansiedad…