En papel de envolver tostadas.
Aquella mañana de finales de otoño después del desayuno y aún con las tazas de café de Comapa en la mano pasamos a la sala es decir; caminamos cinco pasos de la cocina a los sillones que anidan mi apartamento rentado y nos dejamos caer de romplón. Soy tan arisca para abrirle las puertas de mi nido a la gente porque la mayoría ha venido solo a juzgar y detesto eso mala maña de que fisgoneen hasta las hendiduras del piso de la cocina. Por mi parte me reservo el derecho de admisión y no porque me volviera arrogante con…