La fiesta de la patrona.

(Hoy he amanecido tan pero tan chipe que extraño tanto las jacarandas y el dulce aroma de sus pétalos hechos alfombras…) Ayer fue  uno de esos días… sí, de esos días en que vos querés tirar la toalla. De los días en que vos te irritás, andás como todos los diablos, te desesperás y  por si fuera poco en que también  te entra la perseguidora. No sé si ya llegó la lica The Help a Guate, pero ya varias personas que viven allá me han escrito para contarme que la vieron  y que “me recordé de vos cuando la vi”…

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La lotificación.

Como si no  hubiese sido ya terrible la noticia del puñado de lotificaciones en que se convirtió la aldea, como balde  de agua fría en horas de la madrugada cayó sobre mi cabeza el norte que me pasaron: “lotificaron las montañas del Destacamento Militar”. No podía reaccionar me era imposible asociar la noticia con las montañas de pinos y cipreses que me vieron crecer. ¿El destacamento? Pregunté.  “Sí, el destacamento en donde íbamos a vender helados” me contestó mi hermana. “Dicen que el ejército las lotificó y se les regalaron los lotes a generales y capitanes, y ellos los andan…

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La pedida de mano.

La recuerdo de bebé, prietita con su pelo murusho, murusho. Apenas de meses de nacida. Ahí en el apartamento que alquilábamos y que compartíamos con mi tía Fita. La tía Fita es hermana de mi Nanoj, es la que le sigue. Es la que media Peronia pensaba que era mi mamá. Porque es morena, con sus pómulos pronunciados pelo murusho y labios carnosos. Cuando llegué por primera vez a Comapa la gente del pueblo me decía: “¿vos sos de la Malfi?” y a mí  me tocaba contestar “no, soy de la Lila”. La “Tili” como yo llamo de cariño a…

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Mi sentir.

“¿Qué la empujó a escribir?” es un cuestionamiento constante  que me formulan las personas cuando se encuentran  por primera vez con  mi bitácora. Y yo sigo respondiendo  lo mismo: el dolor. Otras dirán seguramente: “esa chava está loca mirá que ventilar su vida así tan sin pena y dejarla pegada en Internet para que cualquiera la lea” “para que cualquiera la juzgue y señale y sentencie”. Y digo yo, ¿qué es la vida? ¿Qué nos llevamos cuando nos morimos? ¿Acaso las secuelas de vivencias tormentosas? ¿Los recuerdos de gratas experiencias? No, no nos llevamos nada ni  siquiera los primeros dientes…

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La confusión y el beso de Mrs. Sheffer.

Gracias a la confusión de una caja de tiliches que mi hermana mandó a Guatemala en meses pasados conoció a nía Olimpia una zacapaneca de setenta y dos años de edad. Recuerdo haberla escuchado hablando por teléfono en innumerables ocasiones, molesta con el dueño de la empresa que maneja los paquetes de encomiendas  de Estados Unidos a Guatemala.  Le dije que lo dejara así que ya no discutiera porque de todas maneras ya no recuperaría su caja. Resulta que hubo cambio de cajas y la de mi hermana fue a parar a Zacapa y la caja de nía Olimpia  en…

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Una conversación entre tres.

Después de un tequila, el jugo de un pedazo de limón y unos granitos de sal que  en ese instante estaban  bajando por la garganta,  me volví a presentar con las dos  mujeres que estaban sentadas a la par mía y en son de broma y aún con el chorequecocido por el tequila les dije: “mi nombre es Ilka pero me dicen Magnolia, ¿y ustedes cómo se llaman?” Minutos antes alguien nos había presentado y fue tal el afán y la química que nos sentamos juntitas y mientras los músicos tocaban amenizando la velada a nosotras se nos extraviaron las notas musicales…

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La tía ausente.

Siempre hay alguien en la familia que emigra, que se va, que toma caminos distintos, quien busca nuevos y lejanos horizontes. Emigra de la aldea al pueblo, del pueblo a la capital, de la capital cambia de país… de continente y de idioma. Mi familia… somos emigrantes desde la bisabuela  y muy probablemente desde la tatarabuela. De mi raíz jutiapaneca  diré que llevo en la sangre la vitalidad garífuna y xinca. De mi raíz zacapaneca aun estoy por descubrirlo voy a tientas, palpando, preguntando, añadiendo hilos. Emigraron mis abuelos maternos de la aldea al pueblo y sus hijas del pueblo…

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