Pretty girl

Por lo regular siempre nos encontramos en el sauna y desde que la veo entrar me envuelve una quietud indescriptible, toda ella me encanta, es una Venus tallada a mano. Su sola presencia me roba el aliento, físicamente su belleza es deslumbrante. Sonríe cuando me ve y me saluda, Hi sweetheart!, le contesto con la misma emoción Hi pretty girl! Pretty? -Me pregunta en tono de negación- no soy bonita, tú eres bonita y joven, yo ya estoy vieja. La veo caminar despacio y buscar un lugar dónde sentarse. No eres vieja eres una chica hermosísima. Tú siempre levantándome el…

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El veinticinco y los helados

Son las tres de la madrugada del veinticinco de diciembre, suena la alarma del reloj despertador, mi hermana-mamá y yo en un intento por detener el tiempo   nos abrazamos a las sábanas tibias y a los cuerpos de los cumes que duermen también con nosotras en la vieja cama de metal que tiene una pata coja, no nos queremos levantar, no un veinticinco de diciembre. Mi Nanoj nos deja descansar diez minutos más, a las tres y diez en punto nos va a sacudir las sábanas para que nos levantemos, la jornada laboral comienza. Es la década del noventa en…

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Andrógina

El otro día íbamos con una amiga de patas de chucho a la ciudad, ella conducía el automóvil y yo iba distraída con el paisaje, de pronto me sacó de mi burbuja al preguntarme, ¿Ilka, vos te pintás? ¿Que si me pinto, cómo así? Sí, que si te maquillás, que si usas pintalabios y sombras y todo eso. De vez en cuando, la verdad no me gusta tanto. ¿Pero sí tenés pinturas? Sí. Un día te voy a maquillar, ya vas a ver qué chula te vas a ver, y de paso te depilamos esas cejas. ¡Mis cejas nadie las toca!…

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La dedicatoria: te amo

Negra, ¿vos me mandaste algo? Me pregunta desde Guatemala una amiga de la infancia. Sí. Es que me llamaron de una encomienda para que vaya a recoger un paquete. Sí, yo te envié algo, andá traélo. ¿Qué me mandaste? Vuelve a preguntar mi amiga emocionada. Es sorpresa. ¡Nada que sorpresa, ya me decís! Te mandé mis libros autografiados. ¿Qué, qué? Sí. No. Sí. No, Negra. Sí, Soruya. ¡No! ¡Sí! Comenzamos a reír ambas con la alegría de haber compartido la infancia en uno de los arrabales más hermosos de la capital guatemalteca: Ciudad Peronia. Fue una de las primeras en…

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La patria

Hay momentos en los que la patria es la sonrisa de una cría descalza, la sombra de un follaje, un atajo hacia un volcán. En los que es la cordillera de un libro de Ciencias Sociales de primaria. Una tiza y un pizarrón. Hay momentos en los que la patria es un suspiro, una emoción. Una flor silvestre, un caminón. Un cuarterón de requesón, una casita de bajareque, un fogón. Un tercio de leña, un candil, una ilusión. La lozanía de las mocedades, la suma y la resta por aprender. La tabla del siete, el deseo de desaparecer. Un honda…

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¡Loca, resentida de mierda!

Pongo pasta en el cepillo y comienzo a cepillar mis dientes, observo por la ventana el amanecer gris de cielos bajos en la época del frío. El árbol que da sombra a mi ventana está sin hojas, sus ramas desnudas esbozan la fragilidad del letargo. Mi propia inconsistencia. A lo lejos se escucha el motor encendido de un automóvil, hay que encenderlos veinte minutos antes de irse a trabajar, el sereno de la noche los llena de escarcha, la nieve del invierno los congela. ¿Cuándo volverá a nevar? Me pregunto con la mirada extraviada en las ramas sin hojas de…

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El averno de mi emoción

Me niego rotundamente a abandonar el vacío para afianzarme en la seguridad del equilibro racional. A no ahogarme en el caos. A no rasguñar la oscuridad. A esconderme en la coraza de la cordura. Me niego a abandonar la locura para aparentar lucidez. Me niego a caminar al compás del cortejo. A decir sí a todo. Al disimulo. Me niego a la indulgencia de ocultar mi frustración; mi cólera, mi ansiedad, mi paranoia, mi inconsistencia. Me niego a inventarme victorias, a aceptar la burla y a no admitir el dolor. Me niego rotundamente a dejar de ser emocional. A ofrecer…

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