Asunción.
Murió el Robalo. En su casa de bajareque y teja acompañado de su miserable soledad, los hermanos Garrobos que le sobrevivieron, en su agonía se repartieron las vacas, las cabras y las cargas de leña seca. Blandieron los machetes para pelearse el pedazo de tierra donde la muerte sofocaba a su hermano. Las sobrinas contaron las gallinas, los patos y las coquechas. Las cluecas echadas que estaban a punto de reventar los huevos con las nuevas manadas. Los utensilios de cocina que no eran más que tres pailas, dos batidores, dos cucharas y un cuchillo. El comal nuevo de barro…