Julita.

Despertó, abrió los ojos no pudo ver nada la densa oscuridad dentro del ropero no le permitió ver absolutamente nada. Está atada de manos y pies le duele todo el cuerpo. Comienza a llorar de nuevo ya ha perdido la cuenta de los días que lleva encerrada en ese lugar, lo último que recuerda fue cuando le desataron los nudos de la sogas que tenía atadas en los pies y la abrieron de piernas, un hombre con un cuchillo le cortó en medio ahí en su parte privada, la que no debía enseñar a nadie le había dicho su mamá…

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Lourdes, Artemia y Emilia.

A mi esposo lo desaparecieron, cuenta Lourdes. Y relata la desgarradora historia. Entraron a su casa hombres que bajaron de una panel blanca botaron la puerta a patadas y golpearon a su esposo un maestro de la universidad de San Carlos mientras lo acusaban de comunista, antes de llevárselo la violaron frente a él y a sus cinco hijos. Lourdes recobró el conocimiento dos días después en la sala de un hospital, le habían cortado de tajo los pezones. Emigró, se cruzó la frontera de mojada con sus cinco hijos, de su esposo nunca supo nada. Lourdes perdió a cuatro…

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Suyapa.

Encontraron el cuerpo junto al picopito despeltrado, a un lado de la carretera de talpetate ahí encunetado, boca a bajo con el tiro de gracia en la frente, en una mano las llaves y en la otra la billetera, no le robaron nada sólo el tiro de gracia le dejaron. No llegó a dormir dijo su viuda cuando la entrevistó el Ministerio Público Pompilio nunca faltaba a dormir, tancada en llanto abrazó a sus tres hijos y lamentó amargamente la muerte trágica de su esposo. Apenas señor fiscal mi esposo había iniciado con el negocio de fletes recién se jubiló…

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Epitafio en diáspora.

Llevàte todo y no me dejés nada lleváte los recuerdos y dejáme sin memoria para que no me duela tu ausencia. Para que no retumbe En mis sienes Tu alegres bromas Tu sonrisa fresca. Lleváte las tardes De entreno en los campos Para que no me canse Tratando de alcanzarte. Para que no te abrace Fatigada y agradecida Para que no te busque En la noche ennegrecida. Lleváte mi cansancio De cipota De joven arisca aprendiz De árbitro Lleváte mi silbato Las tarjetas y mi uniforme Empacálos con el tuyo En la maleta negra Lleváte el polvo Que tragamos en…

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Arcadia

Lo ve asomar con sus once ovejas, cayéndose macho de bolo se ha gastado el sueldo del mes nuevamente. A Arcadia le contaron que lo vieron desde el medio día chupando en el bar de la Maruca Quezada. Desde la ventana de la cocina lo mira subir la cuesta de adoquín, atrás camina la yegua con el aparejo vacío el asoleado no ha comprado el frijol ni el máiz. Ni la media de gas, ni las candelas, ni la libra de azúcar. Ni la sal ni el bicarbonato, ya no hay cal para cocer el nixtamal, ni la media de…

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