Arte

Hoy pinté una acuarela de un vendedor de helados caminando sobre una banqueta empujando su carreta. Pertenece a la serie Raíces. La vida de los vendedores de mercado es dura, pero por lo menos ellos tienen un puesto donde vender. La vida del vendedor ambulante es más dura todavía porque tiene que caminar y caminar kilómetros y kilómetros ofreciendo su producto, si hay frío, si llueve o si hay un sol que quema. Se duermen las piernas y se inflaman las articulaciones. Hay sed, hambre, ganas de ir al baño, ganas de sentarse a descansar pero para nada de eso hay tiempo porque entonces se va la venta. Decir que se va la venta es como decir que no se logra vender, que no se aprovecha el tiempo y se desperdicia en cosas que no son importantes, porque lo más importante para un vendedor es vender, siempre. Entonces lo de uno, lo propio del cuerpo, del alma, del espíritu del vendedor no importa. De ahí que corramos atrás de los autobuses buscando subirnos al pedalazo con la venta al hombro o en la cabeza o que se nos muela la espalda o que los tobillos se nos revienten o que los riñones se sequen o…

De aquí que si llevan cargado el producto en la espalda, en la cabeza o lo van jalando o empujando, de ahí depende en qué lugares de su cuerpo el vendedor tendrá más dolor, mismo que se arreciará con los años.

En mi andar como vendedora de helados me crucé en el camino con muchos vendedores ambulantes. Mis helados los cargaba en una hielera sobre un hombro, mismo que hoy en día me duele constantemente.

De esos vendedores de helados algunos cargaban hieleras como yo, sobre el hombro y otros empujaban una carretilla, los que empujaban una carretilla llevaban helados que ellos hacían ahí mismo moviendo un bloque de hielo que convertían como en polvo, como en nieve recién caída y los otros llevaban helados de empresas grandes. Los que llevaban una hielera llevaban helados como los míos que hacíamos con moldes, que no eran topoyiyos, los de bolsita, eran cuadros de hielo aunque muchos otros vendían con el molde del vaso desechable.

Con todos ellos compartí un poco de mi camino, adultos la mayoría y muy curtidos por el sol de la vida y de los años, cuando yo era una niña de canillas tiznadas y crines despeinadas. Los honro hoy con esta acuarela. ¿Qué más podría hacer una invisible como ellos?

Mientras pinto converse con ellos, como cuando vendía helados. Sí, también los invisibles conversamos y sentimos, nos cansamos, amamos y luchamos todos los días buscando sustento. Ajá, por supuesto, también soñamos.

De la serie Raíces. Acuarela. Título: Vendedor de helados.

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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado

11 de mayo de 2020.

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