Este fin de semana pinté dos cuadros de la serie Mamá África. Cada vez que pinto algo relacionado con la serie, me conecto con mis ancestros. Pienso en mis abuelas, en sus madres, en sus abuelas, en sus tías, en las mujeres que generacionalmente estuvieron antes que ellas y es para mí como regresar al nido, mi nido es África, mi raíz. Soy una africana en diáspora. Como lo somos todos porque de allá venimos, de ese vientre negro, de esa tierra roja, de esas sabanas y de esos bosques embrujados.
Esta pintura se llama: La ayuda. Mujeres cargando harina de maíz en Sierra Leona. Me duele también pintar esta serie porque tiene que ver con las mujeres rurales, sin derechos, excluidas, abusadas milenariamente. Que todo lo hacen con uno, dos, tres, cuatro hijos en los brazos. Hacen malabares, no solo ellas, las mujeres del mundo, las mujeres rurales y obreras en el mundo. Esta pintura se llama: Un respiro. Mujer y su cría en Burkina Faso. También imagino cuando pinto, converso con las pinturas y sus protagonistas, por ejemplo aquí platiqué con la mujer que caminaba al medio día y se detuvo a ver el zacatal para tomar un respiro. Me contó que era de un lugar llamado Gaoua. Yo por mi parte le conté que nací en un lugar llamado Comapa, al oriente de Guatemala y que crecí en un arrabal llamado Ciudad Peronia, en la capital del país.
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