McFarland, del sacrificio al sueño americano

El otro día veía un reportaje acerca de las familias separadas por la deportación, un drama crudo y doloroso, inhumano en todos los sentidos. Presentaron varias situaciones, diferentes circunstancias, familias con cónyuges de distinto país de origen y con hijos nacidos en Estados Unidos. Padres que al verse en un callejón sin salida decidieron dejar los hijos en Estados Unidos a cargo de amistades o familiares, porque sabían perfectamente que el país de origen no podrían brindarles las herramientas para una formación integral. Es un sacrificio grande que desde nuestra indiferencia no podríamos comprender, más bien los juzgaríamos de desamorados…

Hijos también emigrados que vivían sin documentos en Estados Unidos que se salvaron de ser deportados porque a sus padres los detuvieron mientras conducían hacia el trabajo o de regreso a sus casas, otros que fueron detenidos en los mismos sitios de trabajo. Muchos de estos trabajando en fábricas, limpieza de casas, construcción y en el campo agrícola, como recolectores de frutas y verduras. Niños que decidieron dejar de ir a la escuela y trabajar para ayudar a sus hermanos pequeños. Niños que estudian y trabajan. Niños-padres a partir del momento de la deportación, o niños-padres desde siempre porque sus padres trabajan hasta tres turnos al día. Es cruel, ¿verdad?, ésa es una realidad en Estados Unidos también, no solo en los países en desarrollo.

¿Qué es de los niños que se quedan en Estados Unidos en manos de amistades o familiares? ¿Qué es de los padres deportados? ¿Qué es la familia a partir del momento de la deportación de uno o más de sus miembros? ¿Cómo se logra sobrellevar la realidad a partir de esa tragedia? Hay tantas preguntas sin respuestas, lo inhumano de un sistema migratorio como el de Estados Unidos tiene viviendo a millones en el limbo.

Sin embargo el drama de la miseria económica, de la falta de oportunidades de desarrollo, de los exhaustos horarios laborales, del cansancio físico y emocional no solo lo viven los indocumentados, también los hijos de estos nacidos en Estados Unidos, esa nueva generación que también carga con el estrés, el miedo, la ansiedad, la paranoia que viven sus padres. Que son el “efecto colateral” del drama migratorio que viven millones. ¿Cómo es la salud mental de estos niños y jóvenes ? ¿Cómo es el desarrollo integral de estas personas? ¿Cómo son las emociones de estas personas en la edad adulta? ¿Qué tipo de equilibrio, de seguridad pueden tener si crecieron bajo la presión que envuelve el drama indocumentado? Son tantas preguntas sin respuestas. ¿Tenemos algún valor los indocumentados que somos los parias de los parias? Los excluidos dentro de las sombras de la exclusión. ¿Qué vienen siendo los hijos de los indocumentados? ¿Acaso un desequilibro emocional constante? ¿Cómo crecen los niños indocumentados que saben que tienen alas y que no pueden volar? ¿Qué es lo que los motiva a vivir, a continuar?

Disney produjo en febrero de 2015 la película MacFarland, basada en una historia real de un entrenador anglo y una comunidad mexicana en California. Ante todo no hay que olvidar que es una producción de Disney, el estilo hollywoodense de siempre resaltar el papel del anglo como ejemplar ante cualquier otra comunidad étnica. Siempre es el que enseña, el que ilumina, el que guía. Y en el caso de la comunidad latina siempre es la problemática… Sin embargo la película es un paso hacia delante, ya que siempre vemos en las interpretaciones de Hollywood a la comunidad latina como repartidora de drogas, armas, como asesina, como el lastre de los lastres. Esta película es como la reciente Ley de Unión Civil en Grecia, que no es aún Matrimonio Igualitario pero que es un paso hacia delante en la búsqueda de éste.

Partiendo de ahí y teniendo muy claros los conceptos que maneja Disney, es una película que logró retratar en mucho el día a día de los jornaleros del campo en California y las carencias con las que viven las familias. De entrada comienza con una canción de mis adorados Los Tigres del Norte, “América” (que a dúo con Calle 13 es una maravilla) desde ahí tiene el sello de los emigrados mexicanos, no hay que olvidar que Los Tigres del Norte también cruzaron esa frontera y vivieron sin documentos en este país, y millonarios y exitosos y todo siguen siendo la voz de nosotros los indocumentados en el mundo entero. Pudieron cambiar el concepto, las letras de sus canciones, ¿por qué no lo hicieron? Simple, porque no saben traicionar la raíz.

Es la historia de un entrenador (Kevin Costner) que es despedido de una escuela de otra ciudad de California y llega a un pueblo llamado MacFarland cien por ciento mexicano, donde tiendas, rótulos, todo es latino y está en español. Donde no venden hamburguesas solo tacos. La mayoría de su población trabaja en la tapisca de frutas y verduras. Predominante por cholos con los que la recién familia anglosajona (única en el pueblo) se intimida y teme por la seguridad de sus hijas. Es un entrenador que llega a la escuela del pueblo como maestro de Educación Física y asistente del entrenador, no quiere quedarse en la comunidad porque percibe (basado en prejuicios) que es peligrosa y porque no hay oportunidad de crecer laboralmente. Porque no quiere que su familia crezca rodeada de latinos. (Es algo que he vivido como niñera como niñera, los anglos no quieren que sus hijos convivan con niños latinos o negros ni siquiera en el parque). Sin embargo un grupo de estudiantes logra despertar su interés cuando los ve correr en la pista en las clases de Educación Física, son rápidos.

El docente comienza a investigar acerca de competencias de atletismo (específicamente campo traviesa) en la región y los motiva a participar en éstas, pero se encuentra con una pared inquebrantable: los adolescentes no pueden entrenar tiempo extra pues trabajan junto a sus padres en la tapisca en el campo. Es ahí cuando comienza la lucha del entrenador para convencer a sus padres para que los apoyen y les permitan ir a entrenar. Para lograrlo él también se va a trabajar con ellos los fines de semana. Sin instalaciones propicias para entrenar y sin el recurso económico, el entrenador con su dinero les compra zapatos y un uniforme, los pone a entrenar en los surcos de los campos, en las calles aledañas al poblado hasta que logra prepararlos para las competencias inter-escuelas y llegar a las estatales.

Durante todo este proceso se va creando una relación muy particular entre su familia anglosajona y la comunidad latina, tanto así que la comunidad le celebra la fiesta de quince años a su hija (cosa que en la comunidad anglo no existe, les celebran los 16 y con ello de regalo un automóvil) durante la película aparecen detalles muy bien trabajados que nos identifican como latinos, (hablo de los latinos de arrabal y de pueblo, de ninguna clase media) por ahí las gallinas en el patio, el canto de los gallos en la madrugada, los almuerzos con toda la familia unida, familias numerosas. La calidad humana de los latinos con su solidaridad que   ninguna frontera logra devastar. Las rancheras en la música de los radios. MacFarland es el típico poblado con su raíz de arrabal y de aldea mexicana. Madrugar para ir a trabajar y estar en el campo antes del amanecer. Dolores en la espalda por pasar todo el día en el campo en la tapisca. Cosas que son incomprensibles para cualquier clase media y burguesía en cualquier país del mundo. Cosas incomprensibles para cualquier comunidad anglo en Estados Unidos y el sistema migratorio del país.

Estos jóvenes logran participar en competencias de campo traviesa durante años seguidos y ganarlas, logran que el pueblo completo los vaya a apoyar. Logran que el entrenador desista de tomar un trabajo en otra escuela en otro poblado donde le ofrecen mejor salario y mejores oportunidades. El maestro de Educación Física logra motivarlos para que sueñen con seguir la educación superior y así es como todos se gradúan de college y de la universidad. Convirtiendo esto en su sueño americano. La ironía de esta película, de esta realidad que viven miles, es que nacidos en este país y por el hecho de ser hijos de migrantes, en su mayoría indocumentados, por ser de bajos recursos, por ser invisilizados por el sistema de educación también crecen con el imposible de estudiar la educación superior, que hacerlo y lograr egresar con un título universitario es para ellos el logro y el sacrificio del sueño americano, siendo esto para cualquier anglo una cosa cualquiera. Ahí la diferencia abismal de ser hijo de indocumentado latino en Estados Unidos. De ser hijo de un latino clase media en el mismo país.

Lo dulce de la película basada en una realidad de los años 80, no es que se graduaran de la universidad, lo hermoso es que se quedaron en su comunidad trabajando, algunos como docentes de la misma escuela McFarland, lo hermoso es que el entrenador se quedó a vivir en el pueblo y que aún a pesar de los años siguen saliendo todos a correr a las calles del poblado como motivación para las generaciones siguientes.

Respecto al sueño americano, que no existe, que es un engaño, graduarse de la educación superior para cualquier persona de bajos recursos, para cualquier hijo de obrero, de campesino, de proletario, es y seguirá siendo un sacrificio en cualquier país del mundo. Tal vez al final una de las muchas lecciones que da esta película es que también en Estados Unidos hay pobreza extrema, hay injusticia social, existen los prejuicios, que también en este país el pobre es el excluido y el señalado, es la carne en el asador. Tal vez al final, viendo a profundidad y sin sentimentalismos, esta película deja muy claro que Estados Unidos no es la meca, que nunca lo fue y nunca lo será. Y que el proletario, el campesino y el obrero, siempre en cualquier país del mundo es el la esencia de la solidaridad, de la lealtad y de la honra. Y quitándole el sello de anglosajón al entrenador White, nos dice que un docente natural, un docente que hace su trabajo porque le nace, que sabe que la prioridad son sus alumnos, siempre estará dispuesto a correr el kilómetro extra por ellos y con ellos, sean cuales sean las circunstancias.

Salú por eso. Salú por los alumnos que sueñan y luchan por derrumbar las barreras, salú por los padres que apoyan a pesar de los imposibles y creen en sus hijos, salú por los docentes que saben amar sin límites.

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.wordpress.com

06 de enero de 2016.

Estados Unidos.

3 comentarios

  1. Claudia Martínez Méndez

    Hola Ilka. Mi nombre es Claudia y déjame contarte que desde que un compañero de trabajo me mando la dirección de tu blog, no he podido dejar de leerte. Realmente es muy emocionante saber como es realmente la vida en los Estados Unidos. También soy una viajera incansable y comparto contigo las letras en las que comentas la nostalgia que se siente al estar lejos de tu país. Te exhorto a que sigas escribiendo, ya que ahora se me ha hecho un vicio leerte, tanto que estoy viendo como consigo el primero de tus libros. Éxitos y un abrazo desde la linda Guatemala.

  2. Dennis Orlando Escobar Galicia

    He estado muy calladito porque atendí a tres sobrinos, hijos de una prima, que vive en New Yersy- Una tiene 16, otra 19 y el otro 21. Bueno…la gocé porque entendí sus incomodidades con el transporte y con otras cosas de la sociedad de consumo. Pero gozaron porque comieron rellenitos, tacos, tostadas, granizadas, chiles rellenos y más. Les serví unos chiles rellenos de los mejores (seis quetzalitos) y se quedaron anonadados porque parecidos cuestan por allá casi los cinco dólares. Lo importante es que a pesar de todo les gustaría vivir en Guatemala. Por eso comparto tu criterio que el sueño americano es una fumada. Fumada que se hace más chica cuando ven los juegos del chamaco gobernante de Corea del Norte.

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