El pueblo raso siempre fiel y puntual.

El pueblo raso no sabe de autores, de obras maestras, de museos y de viajes al extranjero. De hablar idiomas extranjeros. El pueblo raso no sabe de comer con cubiertos y reglas de etiqueta. No maneja teléfonos inteligentes y contactos en las redes sociales. Sus redes sociales es la sombra de los árboles, el canto de las chicharras y la tierra fértil. El olor a teja mojada, el sonido de la lluvia. Los abrazos de los amigos.
El pueblo raso no sabe de libros de texto de nivel universitario, de lo que es brindar con champaña, coñac, whisky y vino, apenas toma agua pura cuando hay. Sopea con caldo de frijoles y de hierbas. Un tecomate para el camino. No, no sabe de estudiar en universidades extranjeras porque es analfabeta, lleva palo, porque es humillado, calcinado. Porque es ofendido, discriminado y olvidado.
El pueblo raso no conoce de los marcadores punta fina, de títulos y placas de reconocimientos. No sabe de sacos, mocasines, corbatas. Zapatos de tacón, de pintalabios y lociones caras. No sabe de robar frases de otros y agenciárselas. No sabe de trato VIP y de cortejos, de ortografía y de pronunciación.
No sabe de los lugares de moda que visitan los emperifollados porque van del trabajo a sus casas y de sus casas a sus trabajos, como esclavos. No, ellos no asisten a conferencias, a ponencias, a exposiciones a donde van los emperifollados. Acaso están en el servicio, recogiendo la basura, lavando los platos, poniendo la azúcar al café. Cargando las maletas y moviendo las sillas.
El pueblo raso no sabe de leer artículos de opinión, de alabar columnistas, de codearse con escritores, intelectuales, profesionistas. No sabe de “debatir” de etiquetarse, de hablar Spanglish para estar a la moda. De irse de party.
No sabe de marca de zapatos, de bolsas ni de ropa. De cremas para retrasar el envejecimiento de la piel. Allá en el olvido de las clases sociales donde sobrevivo el pueblo raso, no llega la televisión satelital, ni las películas que están al mismo instante en el cine. No llegan los juegos de Nintendo de última tecnología ni las computadoras portátiles. Tampoco el iPad.
El pueblo raso no habla quedito, con clase y con elegancia. No sabe de cómo sorber el café con glamour. De preservativos de sabores. De pruebas de embarazo en la farmacia. De auto hoteles en la Zona Viva. De coger revés y derecho en camas en hoteles cinco estrellas.
El pueblo raso no tiene prestaciones laborales, es explotado, es masacrado. El pueblo raso desconoce de vacaciones. De amueblados de sala y comedor, de televisores inteligentes. Desconoce de ópera y música clásica. De obras de arte. De artistas de abolengo. De pupitres. De ascensores .
El pueblo raso no es jactancioso, arrogante, emperifollado. No alardea de seso, de intelectualidad. De títulos universitarios, de maestrías y doctorados. El pueblo raso tiene una sola cosa que ninguna clase media, pequeño burguesa, burguesa y oligárquica tendrá jamás la vida: arrestos. Y estos no los dan los cartones de universidad, ni el dinero, ni viene en las copas de vino fino, ni están en las camas de agua ni en los teléfonos inteligentes. No está en las reglas de etiqueta ni en las marcas de ropa fina. No está en los carros de último modelo ni en las ponencias que hacen intelectuales.
Los arrestos no los tiene todo el mundo, la palabra tampoco. Solo los cabales y para ser cabal no se necesita de nada material, se necesita de sangre en las venas, de entereza, de conciencia, de amor a la tierra, de amor al ecosistema. De amor a la infancia, de indignarse con la miseria y las injusticias. Para indignarse no hay que ir a estudiar a universidades extranjeras ni conocer de artistas de abolengo. Ni jactarse de pertenecer a una exclusiva prole del clasismo.
Para indignarse no hace falta un teléfono inteligente. La dignidad aborrece la arrogancia. La dignidad no discrimina y tampoco cosifica. El campesino es el que siempre pierde, el que llora en silencio, el que pone la sangre y el cuero. El que no tiene miedo, el que lo ha perdido todo menos los arrestos.
La lucha de los campesinos no son de fin de semana, vienen de siglos, de día y de noche. La lucha campesina siempre es fiel y puntual. ¿Quién se le une? ¿Qué clase media es capaz de acuerpar la lucha campesina? ¿Qué clase media deja la soberbia del jactarse universitaria y fina y va y acuerpa con humildad y arrestos? ¿Con el seso del que tanto se vanagloria? El seso sin acción justa no sirve de nada.
No, pueblo raso solo hay uno y es fiel y puntual, lo otro, lo otro son babosadas de patadas de ahogados arribistas. ¿Qué sociedad que sea justa y digna, que tenga identidad va a discriminar y a dejar a los campesinos y a los obreros solos? ¿Usted en qué país vive? ¿Cómo es su sociedad?
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado
Agosto 25 de 2015.
Estados Unidos.

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