Mi texto a Galeano, publicado en La Jornada, Morelos, México.

El día lunes por la madrugada me levanté a abrir las ventanas de mi habitación, llovía a cántaros, me quedé unos minutos observando la oscurana y pensé: qué hermoso día para morir. Cierta nostalgia me invadió, los días lúgubres de cielos cenizos, niebla y lluvia son mis preferidos. Y en la fantasía en la que vivo son los mejores días para morir, y también sé que son pocos los seres que tienen ese privilegio, solo realmente los Sui géneris son honrados con esa despedida tan inusual.
Encendí mi ordenador y comencé a leer los periódicos internacionales, sucedió de pronto, la noticia se propagó en cuestión de segundos, don Eduardo Galeano había muerto, sentí como si me hubieran dando un mazazo en la cabeza, un dolor agrio tan profundo como cuando murió mi abuelo materno, (tío Lilo) la misma sensación de angustia como cuando murió mi amada Mercedes Sosa, ese vacío que uno sabe que no logrará llenar con nada ni con nadie, esa certidumbre de saberse solo en el mundo. Ese llorar desconsolada por una pérdida irreparable.
Vaya, -dije aletargada- se apagó el fogón del mar de fueguitos. Tenía contados los minutos para alistarme e irme a trabajar, sabía que tenía que escribir inmediatamente porque el desconsuelo me ahogaba; agarré mi libreta y comencé a escribir mientras me alistaba, el texto “Don Eduardo Galeano de nosotros los nadies,” lo escribí en 10 minutos. Por esa razón es tan emocional. No tiene adornos de ningún tipo, en él expreso el sentir natural de una paria, de una “nadie,” como él nos nombró a los sin nombre.
Llegué al trabajo y le pedí de favor a mi jefa que me diera 10 minutos porque necesitaba publicar un texto en mi bitácora, y así fue como lancé al mundo un escrito cargado con toda la gratitud y el dolor que nosotros los parias sentimos con la partida de un ser extraordinario como don Eduardo. El sentir de ese texto no es el de los letrados, es el de los analfabetas de los lomos curtidos.
Nunca imaginé los alcances que tendría, inmediatamente fue publicado en los cinco continentes. Nunca imaginé que un texto escrito por una “nadie” a un hombre que la nombró, sería tan bien aceptado por lectores de todo el mundo. Y admiro tanto la capacidad de los editores porque supieron que cada error gramatical de ese texto tenía su razón de ser, y lo publicaron tal como lo escribí, supieron intuir de dónde venía y no dieron por emperifollarlo. Comprendieron que era emocional y que el tiempo apremiaba. Que era un texto escrito por una “nadie” y merecía ser publicado en su forma original. Eso lo agradezco tanto. Esa humildad de ellos.
Para mí todos los medios son importantes, no existen grandes ni pequeños, todos aportan, así como todos los seres con nuestra diversidad engrandecemos esta humanidad. Son tan importantes los oficios como las profesiones.
Pero ayer nuevamente me sorprendió el medio mexicano La Jornada, en esta ocasión en el Estado de Morelos, publicaron íntegro mi texto: “Don Eduardo Galeano de nosotros los nadies.” Me enteré en la noche ya cuando estaba cabeceando con ganas de dormir, la noticia me quitó el sueño. Morelos…
Pensé en Morelos, retrocedí 11 años y regresé al inicio de mi viaje migratorio, Cuernavaca, Jojutla y mi estadía ahí aprendiendo a hablar como mexicana, aprendiendo a hacerme pasar por una auténtica veracruzana para atravesar México en mi camino a Estados Unidos. Los recuerdos se me desmoronaron y se apropiaron de últimas horas de la noche y de las primeras de  madrugada, son las horas en las que no he dormido nada. Y estoy aquí nuevamente, en la mesa de la cocina de mi jefa, escribiendo este océano de emociones que trajo a mí la publicación en La Jornada, Morelos.
Estado fundamental en mi travesía hacia Estados Unidos. El mercado Benito Juárez, el mirador de la laguna de Tequesquitengo, la arboleda de Cuernavaca, la brisa caliente del puerto de Acapulco. El desconcierto de no saber  qué era la frontera y qué consecuencias tendría en mi vida.
Y me emociona este retorno mío a Morelos, convertida en letras y nada más y nada menos que en La Jornada. Todo a causa de don Eduardo Galeano que sigue iluminando con su fogón a todos los parias que somos el mar de fueguitos que él describió. Nos sigue nombrando, nos sigue llenando de luz. Somos nosotros los impronunciables las brasas vivas de su fogón.
No salgo del asombro, no dejo de admirar con embeleso de niña heladera, las venias de esta vida tan de luz y de sombras.
No tengo la menor idea de quién hizo llegar mi texto a La Jornada, Morelos. Pero le agradezco. Como también le agradezco a don Eduardo Galeano, que hiciera de mi sencillo pero muy sincero homenaje a él, un texto tan universal.
¿Por qué no me guardo esta noticia, porqué la comparto en mi blog? Porque nosotros los nadies también tenemos el derecho a ser nombrados. Porque guardarlo sería deshonrar a don Eduardo y su eterna lucha por hacernos visibles. Porque tengo la emoción de una niña heladera  que ha creído toda su vida en  que las alegrías no existen en el jornal de los parias.
Una vez más, gracias a los medios que me arropan dándome espacio en sus plataformas con la reseña de columnista. Como siempre, cada paso en mi andar de escritora va dedicado con todo mi amor, a los vendedores de mercado y a los indocumentados del mundo entero. Mi reverencia a mi natal Comapa y mi Ciudad Peronia.
Aquí el enlace del texto en La Jornada, Morelos, México.
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado.
Abril 15 de 2015.
Estados Unidos.

5 comentarios

  1. Seguis dando luz y haciendo escuela, y mientras mas se reproduzcan tus crónicas, el efecto multiplicativo de ello, aumenta la posibilidad de que tengan mas voz y presencia los sin voz en el decir de Don Eduardo Galeano. Un abrazo y siempre…….Hasta siempre.

  2. Bella descripción de cómo te llegó la noticia, bella descripción del hombronazo: el fogón.
    Un abrazo!

  3. Te lo mereces todo, querida Ilka

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