Una maestra épica.

Una gitana no le gana, tiene ese estilo para vestirse de carnaval, usa esas pulseras de colores y sus grandes argollas. La recuerdo así, alta, de carnes macizas, hermosa y sensual. Con esas faldas largas de las gitanas. Siempre alegre, siempre guía. Es la culpable de mi fascinación por las mujeres que fuman, es una exquisitez del erotismo.
Lo más fructífero que me dejó mi paso por la Universidad -de mis amores- de San Carlos han sido sus palabras certeras. El incitarme a no quedarme con la primera respuesta. El atreverme a dudar. A buscar información por mis propios medios. A no dormirme en mis laureles. A respetar el oficio y la profesión.
Nunca fui alumna destacada, más bien iba rezagada, apenas empujando el ciclo escolar, arañando los punteos y dividiendo mi tiempo entre el trabajo, los entrenos y la universidad. Y ella siempre ahí, con los cinco minutos extras para sentarse a conversar conmigo y para invitarme un café. Nunca sentí esa enorme distancia entre la catedrática y la alumna, ella se encargó de la cercanía con su forma de ser. Tan pueblerina y tan jutiapaneca. Tan de mis cerros y de nuestras quebradas.
Siempre llegué tarde a las clases y siempre me abrió la puerta y me dejó pasar. Un día cualquiera me llamó: “mi niña” y con eso me llenó el mundo de colores. De colores y de algarabía de carnaval. Su cátedra la esperaba con ansiedad de festejo. Ella, siempre fresca, atenta, dulce, confiada. Nos contagiaba con su alegría, escucharla reír era un deleite, encarnaba la felicidad completa. Su luz logra detener el tiempo y llenar de armonía cualquier desolación.
Siempre tiene la respuesta correcta. Siempre está ahí más allá de las cátedras y de los rituales de docente. Pero estricta como ella sola a la hora de los exámenes, no hay drama ni angustia que logre persuadirla cuando de punteo se trata.
La pienso y la única palabra que viene a mi mente para describirla es: épica. Y siempre, siempre pone una sonrisa en mis labios, recordarla algarabía. Siempre se coloca en los zapatos de los alumnos, no tiene ínfulas de catedrática, siempre es aprendiz, siempre tiene dudas y siempre indaga hasta que se saca la espina y queda tranquila.
Para ella siempre fui una alumna extraordinaria, sentía una enorme admiración por mi profesión de maestra de Educación Física y una fascinación por mi profesión de árbitra de fútbol. Yo era lo mejor de lo mejor ante sus ojos, a pesar de mis punteos rezagados siempre creyó en mí y cuando yo me desmoronaba siempre estuvo su hombro amigo. No era necesario conversar, no era necesario contarle a detalle, siempre fue suficiente con vernos a los ojos para que yo supiera que ella estaba ahí. Muy perceptiva, conocía a cada uno de sus alumnos. Conmigo siempre fue la seña el tono de mi voz, no sé por qué pero sabía que algo andaba mal solo con escucharme el saludo de las buenas tardes.
Cuando faltaba a clases me llamaba por teléfono para preguntar si todo estaba bien. ¿Qué docente va a gastar de su teléfono personal para llamar a sus alumnos?
No fui su exclusividad, ella se daba en la misma forma con todos los alumnos. Pero conmigo bajaba el paso por instantes porque sabía que yo era a la que le costaba más del grupo. Siempre he sido un caos.
Ahora que estoy fuera, a muchos años y kilómetros de distancia de la universidad de mis amores, ahora que sigo con este caminar de autodidacta, vienen a mí sus palabras: hay que dudar, hay que leer, hay que actuar. Se tiene que ser consecuente en la vida. Hoy que soy escritora para ella soy la mejor del mundo. Siempre ha sido así, siempre he brillado para ella, en todo lo que hago.
En las universidades hay tantos docentes de cartón, y son tan pocos los de vocación. Estos últimos son los que dejan huella, son los que transforman, son los labradores que van plantando semillas de esperanza.
La vida me dio el privilegio de ser alumna de Nydia Medrano. Mujer de campo, arrecha, erudita y humana.
Sus palabras y su enseñanza se anidaron en mí. Espero que la vida me dé la oportunidad de tomarme una cerveza con ella y escuchar trova en una tarde de lluvia, allá en los cerros de nuestra natal Jutiapa o en cualquier lugar. Echar unos pishtones en el comal de barro y sentarnos a atipujarnos con frijol chilipuca, queso oreado y mantequilla de costal.
Para: mi maestra del alma, para la maestra épica, con infinito amor y agradecimiento.
Su niña.
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado.
Abril 14 de 2015.
Estados Unidos.

6 comentarios

  1. Dennis Orlando Escobar Galicia

    Seguramente te referís a Mayra Gutiérrez. Despareció de la manera más extraña porque podría afirmar que cuando ya esa «costumbre del secuestro» supuestamente se había erradicado.

  2. Dennis Orlando Escobar Galicia

    Gracias por la referencia. A Psicología la trasladaron al CUM por eso estamos un poco distantes. Pero seguramente los compas Psicólogos me darán información. En una ocasión estudié Psicología Social que impartieron profesores de Puebla y mis compañeros en su mayoría fueron Psicólogos, recuerdo a: Carlos Orantes Trócoli. la Licda. Avilés, Luis Cifuentes Cantó, Mayra Gutiérrez, El Dr, Kepler, Zetina, Actualmente en la USAC la gente más honorable es la menos conocida. Los marrulleros gustan cacarear.

    • Yo hice el examen de admisión cuando estaba psicología en el campus central, lo hice en noviembre y en enero estrenamos el CUM. Justo acababa de desaparecer la licenciada, si no estoy mal hay un salón en el CUM que lleva su nombre.

  3. Dennis Escobar Galicia

    ¡Que bonito! No la conozco pero tu escrito me obliga a indagar y a conocerla. Saludos.

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