El Venancio de la Macaria Batista.

Los de Escuinapa cuentan que fue un mal de ojo, los de San Miguel dicen que de seguro le dieron alguna toma, los de Caparrosa piensan que fue cosa de un mal espíritu por el pecado capital que cometieron los papás.
La noticia la regó el Betío de la Mila Quezada, todo sucedió la última noche de la feria patronal.
El Venancio, hijo de la Macaria Batista y del párroco de la iglesia que tuvo que colgar los hábitos cuando se enamoró de la hija de don Clemente y nía Patronila, del Pinito cuando ella apenas comenzaba a botar la ceniza. Aquello sucedió a finales de la década del 70, cuando a Comapa comenzaba a llegar la bulla de una carretera con salida al Amatón por el lado de Guachipilín. El pueblo entero celebró la buena nueva con baile y la zarabanda tocó frente a la alcaldía. Ya no tendrían que dar la vuelta por el lado de El Coco en Jalpatagua, ni llevarse tres días de camino en bestia entre los cerros.
Mientras el pueblo celebraba, al párroco se le metió un mal espíritu y la lujuria se apoderó de ese pobre cuerpo pasivo y bendecido, que lo hizo perder el control y rodar y rodar abrazado a la Macaria Batista bajo la sombra del mangal de atrás de la casa de don Gilberto el bobo, ahí entre los sembradíos de maicillo y frijol chilipuca dicen que el espíritu santo se les apareció convertido en novillo y les dijo mugiendo que habían engendrado un hijo.
Se fueron “juídos” a vivir a San Miguel porque en el pueblo nadie los quería ver, a ella la acusaban de cusca y a él de depravado, el pueblo entero sentenció que el dijo les saldría maldito.
El Venancio creció lejos del pueblo y solo subía cuando tenía que ir a vender las cargas de leña y los quintales de máiz que lograban sacar del sitio con su papá y tres mozos que les ayudaban. Aprovechaba los domingos por la tarde y se quedaba chompipeando en el pueblo, compraba semitas, pan de arroz y quesadillas donde la nía Adelona Quiñonez y se las llevaba a la Macaria Batista   para que se deleitara el paladar cuando les iba bien con la venta.
Lo infaltable era: una media botella de aceite, cuatro onzas de marganina, tres libras de cal para cocer el nixtamal, una libra de azúcar o dos rapaduras canches, una libra de sal, seis candelas, media botella de gas y una cajita de fósforos.
El Venancio era hijo único, por lo que la familia de la mamá lo veía como un semental, creció rollizo, bien fornido y cuando le cambió la voz en la adolescencia se escuchaba varonil y seductor. Le heredó a la mamá los ojos verdes y al papá el cabello rubio y la piel blanca palidosa. Solo llegó hasta tercero básico, porque no quiso estudiar en el pueblo porque era mal visto por lo que hicieron sus papás en el pasado.
El secreto que Venancio pensaba guardar hasta la tumba lo descubrió el Betío de la Mila Quezada la noche en que él pensaba irse lejos del pueblo.
Al Venancio nunca lo atrajeron las mujeres, lo suyo eran los hombres, cierta fascinación con los cuerpos masculinos, con el olor de piel, con las voces, con los roces. Lo descubrió a muy temprana edad con los otros adolescentes que le ayudaban a su papá en la cosecha. Esa forma en que su respiración se agitaba cuando su imaginación lo llevaba a lugares y a situaciones que jamás viviría en el pueblo con ninguno de ellos.
El deseo de besar y acariciar, de ser absorbido por la pasión y sentir la cercanía íntima con otro hombre, ser homosexual en un pueblo como Comapa, donde la masculinidad se demuestra en el número de hijos, y el número de mujeres con las que se tienen aventuras. Venancio lo tenía todo en contra, ser distinto en un pueblo absolutamente patriarcal, mojigato y estereotipado lo llevó a ensimismarse, a guardar en silencio el deseo de amar y ser amado. Imaginó una familia, tener una pareja e hijos. Se imaginó feliz y libre. En Comapa esos sueños jamás se harían realidad. Cumplió 19 años y la presión de sus padres comenzó a hacerse más insistente, lo querían casado y con hijos, le presentaban jovencitas que él saludaba amablemente sin mostrar interés alguno. Su padre había decidido entonces enviarlo al seminario para que estudiara para sacerdote.
La vida le cambió un domingo cuando subió al pueblo y conoció a un sobrino del alcalde que había llegado de vacaciones desde Estados Unidos, lo supo desde la primera mirada, el corazón le revoloteó, la sangre le comenzó a hervir a borbotones y no pasó mucho tiempo para que ambos se entregaran a la inmensidad del amor sin contratiempos ni enmiendas de sociedad y religión. Buscaban los lugares más inhóspitos entre los cerros para que nadie se enterara de su secreto. Fue así como la naturaleza de aquella árida tierra se convirtió en la confidente del amor entre los dos. Días sus encuentros eran entre los palos de nances de Las Pilas, entre los jocotales del barrio El Clavel, bajo la luna llena sobre la loma de atrás del cementerio, a la vuelta de la primera cuesta de San Miguel, entre los guindos de los barrancos. A orillas de la quebrada seca. En el caminón de la salida del pueblo entre los palos de matasanos y los izotales.
Pero la última noche de la feria patronal no pudieron contenerse y dieron rienda suelta al amor sin detenerse a pensar en las consecuencias de ser descubiertos, y eso sucedió, el Betío de la Mila Quezada los encontró desnudos en el granero de la finca del alcalde, salió corriendo a contarle al pueblo que el Venancio de la Macaria Batista y el sobrino del alcalde estaban pecando en la perversión de la homosexualidad, tenían que cortar de raíz el problema para que no fueran mal ejemplo para los niños y jóvenes del pueblo. Los golpearon y los amarraron a un poste de luz, los pastores oraban con biblia en mano, mujeres hablaban en lenguas alabando al Señor, católicos los rociaban con agua bendita, pensaban quemarlos vivos pero el alcalde logró controlar la turba.
Al sobrino lo mandó directo al aeropuerto, Venancio fue rechazado por sus papás, el ex sacerdote también veía como aberración que su hijo tuviera amoríos con otro hombre y lo echó de la casa, la Macaria solo logró echarle la bendición y darle trescientos quetzales para que se ayudara en algo.
El Venancio se fue para la capital y estuvo allí unas semanas retando un cuarto en las cercanías del parque Colón, el sobrino del alcalde contrató a un coyote que logró cruzar al Venancio al otro lado, dicen que están establecidos en Chicago y que gracias a la nueva ley que autoriza los matrimonios entre personas del mismo género se lograron casar. Tienen 4 hijos y tres nietos. Venancio jamás regresó a Guatemala.
El en el pueblo todavía cuentan historias de aquel suceso, al Venancio lo cargan de boca en boca, dicen que pobrecito, que ése es castigo del cielo porque la Macaria sedujo a un hombre santo y lo sacó de la iglesia.
Nota: ¿usted qué opina estimado lector, o es de los que anda con biblia en mano escupiendo al cielo, de los mojigatos, homofóbicos y prejuiciosos?
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado.
Marzo 11 de 2015.
Estados Unidos.

5 comentarios

  1. Que gran relato.. provocador, de aquellas tentaciones que animan a pensar.. y, respondiendo.. soy de aquellos ciegos que buscan luz en lxs denominadxs «oscurxs»

  2. Te leo siempre y disfruto mucho tus pensamientos. HASTA SIEMPRE.

  3. Otra faceta de tu arte, el estilo criollista…..y muy bien hecha. Mientras leia la Historia del Venancio de la Macaria Batista, me hiciste pensar en lo que contó Pedro Culan, el viejo cazador cakchiquel a Virgilio Rodriguez Macal en sus cuentos de La Mansión del Pájaro Serpiente (Guayacan, Carazamba, El mundo del Misterio Verde, Coy el mico, Guj el quetzal y Tix el andasolo). Sos grande y gracias por compartir tus conceptos e inspiración con todos. Como decia mi abuelo: «Sí haces algo, hacelo y siempre bien hecho.» No soy religioso, y la biblia la leí por primera vez, talvez hace 40 o 50 años, en el curso de historia de literatura universal. Hoy, despues de leer mucho acerca del conocimiento humano y de la historia del hombre, he encontrado muchas cosas que echan por tierra la idea de la creación y que le dan firmeza a mis conceptos y forma de pensar; y me pregunto: ¿como es que la gente no se dá cuenta de la verdad? La religión ha sido siempre utilizada para satisfacer intereses políticos y económicos y no para dictar leyes del comportamiento humano. ¡¡¡COSAS VEREDES SANCHO AMIGO!!! y lástima que El Venancio no tuvo la luz necesaria, o nacio a destiempo para poder disfrutar el derecho a disfrutar sus sentimientos y compartir su camino como sintió y pensó…………HASTA SIEMPRE.

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