La amargura del despertar.

Historias de un silbato. VI.

Darme cuenta de las bajezas cometidas por mis compañeros árbitros y los jugadores los fines de semana fue la parte más agria de mi experiencia deportiva en Guatemala.
Hasta esa edad yo comprendía el mundo del fútbol como un deporte, que de hecho lo es pero debido a su popularidad ha sido explotado por mafias de todo tipo, todo lo que lo circunda es hecho exclusivamente para hombres. Perdí la inocencia cuando entré a estudiar el curso arbitral en la Federación de Fútbol de Guatemala, y nos facilitaban un salón en  La Casa de Selecciones, lugar utilizado para las concentraciones de la selección nacional antes de los encuentros deportivos.
Si pues, sus concentraciones. Preservativos tirados por todos lados, -usados- y las fiestas a lo grande incluían todo. El manjar eran las trabajadoras sexuales de casas de citas reconocidas por el prestigio del abolengo. Sí, mujeres muy hermosas, tipo modelos de pasarela. La mayoría extranjeras. Caminaban por la casa los jugadores en calzoncillos con una mujer en cada brazo; en el salón nosotros estudiando el reglamento y con los pasos medidos para no sacar de la “rigurosa concentración” a los jugadores, ¡Dios guarde y perdían un juego por nuestra culpa! Yo me imaginaba a las esposas de los jugadores en sus casas con sus hijos, confiadas que sus esposos estaban en entrenos exhaustivos que no les era permitido siquiera contestar llamadas telefónicas. Un año duró el curso y vi lo mismo todos los viernes por la noche, cuando no era la selección mayor, era la sub 21. Pero nunca faltaba un grupo de jugadores fornicando por doquier en aquella Casa de Selecciones tan prestigiosa. -Ahora lo hacen en la que está en las instalaciones de la Federación de Fútbol, gracias al apoyo de la FIFA que les construyó un nidito de amor donde pueden hacer sus orgías bajo el auspicio del Proyecto Goal-. Terminé el curso asqueada.
Estaba en los exámenes finales cuando nos enviaron a los de promedio destacado a trabajar en un torneo nacional   infantil de dos semanas a Cobán, Alta Verapaz. Allá nos juntamos con otros estudiantes de otros departamentos que iban con sus respectivos asesores arbitrales y los delegados departamentales y representantes de la Fedefut. Personajes reconocidos en el mundo del fútbol nacional, tenían las cámaras frente a ellos todo el día. Resultó que varios de ellos eran amigazos de los coroneles y tenientes de la Base Militar de Cobán, en ese lugar se realizó la mayoría de partidos. En aquellos años yo no tenía idea del conflicto armado interno que vivió el país y mucho menos del papel del ejército en éste.
Solo veía cuando los de camuflaje enviaban a traer muchachas a los bares de la región y se encerraban en una de las tantas oficinas con los delegados deportivos y arbitrales, entraban y salían meseros que llevaban comida, cajas de botellas de licor. A los delegados los veíamos aparecer hasta el siguiente día, porque todos comíamos en el mismo restaurante que pagaba la Fedefut. Cuando no era en la base militar era en los hoteles donde se estaban hospedando. Puedo decir que los únicos que íbamos realmente por el torneo eran los niños que participaban en los juegos y los árbitros, porque de ahí hasta los entrenadores eran parte del festín en la base militar. Fue una experiencia agridulce. Las mujeres que llevaban para divertirse eran   prácticamente niñas y adolescentes, que la mayor no pasaría de los 18 años de edad. Me cambió el humor durante esas dos semanas. Le pierde uno el respeto a estos personajes. No se les puede llamar humanos. Es tan difícil tratar con ellos y aguantarse las ganas de caparlos.
Para mi mala suerte uno de los tenientes se fijó en mí y me costó tanto quitármelo de encima porque no me daba vida, me mandaba soldados para que me cuidaran todo el día, para que me llevaran agua, comida, para que me transportaran de un campo a otro, para que me esperaran por las mañanas a la salida del hotel y me llevaran en los vehículos oficiales a los campos. Me negué desde la entrada pero los asesores arbitrales y delegados de la Fedefut lo dieron como orden y dijeron que era para mi seguridad porque era una de los árbitros centrales y que los aficionados estaban disgustados por ver a una mujer dirigir en el centro y exigían que me sacaran, mi única opción fue decir que iba pero si también iban mis compañeros árbitros conmigo, y así se hizo, todo el grupo en manada íbamos sin separarnos.
Todos los días al regresar de los juegos encontraba orquídeas  en mi habitación del hotel y por las noches llegaba con su comitiva a invitarme a cenar a restaurantes lujosos, en eso sí me negaba rotundamente a estar sola con él. Y no hubo asesor que me convenciera. Era mi derecho.
Habló conmigo uno de los asesores arbitrales y me dijo que era una suertuda porque el teniente tenía el control de todo en el sector y que si me casaba con él no solo saldría de pobre sino que también tendría poder y respeto y que jamás me tocaría trabajar en mi vida. Ajá. El teniente era el que daba la orden para llevar y traer a las muchachas de los bares del sector y el primero en acaparar dos cuando llegaban. “No te fijés en esas cosas insignificantes, todos los hombres lo hacemos pero a vos no te faltará nada,” me decía uno de mis asesores. Sentí la gloria cuando terminó el torneo y fui la primera en subirme al bus, hasta ahí me alcanzó el teniente que iba con una foto mía que me habían tomado dirigiendo un juego, me dijo que si se la podía autografiar. ¿Autografiar? Sí, por favor, por lo menos déjame un autógrafo ya que no quieres ser mi novia. Tragué saliva y le firmé la fotografía.
Me imaginé el mismo movimiento en todos los torneos nacionales y regionales, y no me equivoqué me tocó vivir experiencias similares en muchas ocasiones, cuando no era alguien del ejército era un alcalde o uno de los hombres más ricos del pueblo que llegaba a enamorar a la mujer árbitro, en las gradas del estadio dejaban a las esposas o las mandaban para sus casas y se quedaban ellos de quinceañeros esperando que yo saliera de los vestidores para invitarme a comer. En las mismas enamoraban a las edecanes de los juegos.
Con los años me di cuenta que era lo mismo en todos lados. A nivel FIFA los árbitros internacionales lo primero que hacen cuando llega un árbitro de otro país es llevarlo a una casa de citas exclusiva.
Cuando me tocó trabajar en Cuarta División, Tercera División y Especiales de Primera división y Liga Mayor –de hombres- por lo general me tocaba viajar un día antes y dormir en los pueblos, entonces veía el movimiento nocturno de árbitros, jugadores, periodistas deportivos, asesores arbitrales y directores técnicos; todos a pasar la noche al bar del pueblo. Grandes amigos que compartían los tragos y que violaban niñas a cambio de una módica cantidad. Porque a eso van a los bares, a violar niñas, adolescentes y mujeres, porque la mayoría de ellas están ahí a la fuerza, han sido víctimas de la trata de personas. Pero, ¿a quién le importa eso?
Yo me quedaba en el hotel o iba a dar una vuelta por el pueblo, ellos entrando la noche se despedían y aparecían entradas las horas de la madrugada; para la hora del juego todos engomados y con sueño. Esto en todas las ligas varoniles sin distinción. Es imposible crear un ambiente de armonía para trabajar, la doble moral de los árbitros uniformados, de los jugadores reconocidos y vistos como ejemplo para la juventud, de prestigiosos periodistas deportivos, todos la misma mierda. ¿Cómo pueden hablar de juego limpio si andan por la vida violando niñas? ¿Cómo pueden ser honestos si pagan por violar adolescentes? Me costaba tanto concentrarme en el juego y dejar mi cólera como ser humano y no buscar venganza con las tarjetas y los reportes arbitrales, ser profesional y tener ética también duele.
En el arbitraje desperté a un mundo pestilente que rodea el fútbol, los más decentes son los más perversos. Veía a los jugadores dando entrevistas, firmando autógrafos, y no me cabía en la cabeza que la noche anterior habían ido a pagar para violar niñas. Cuando no iban a los bares se las llevaban al hotel. Lo peor es que el acto sexual era el tema de conversación de la mañana siguiente, todos hablando de posturas, gemidos, cuerpos y eyaculaciones. Que las pusieron así, que se les subieron de tal forma, que les chuparon de tal manera, que se tragaron todo. Insoportable, era insoportable escuchar tanto. Les pedía que hablaran sus cosas en privado y que respetaran el espacio público. Se hice odiar.
En un torneo internacional de fútbol femenino que se realizó en Guatemala tuve la oportunidad de conocer árbitras de otros   países y lo comenté con ellas, me dijeron que igualito, pero igualito era en sus países.
Para las convenciones arbitrales que se realizan anualmente en Guatemala veía que los árbitros se desaparecían por la noche, los más de 400 se desaparecían, eran pocos los que se quedaban en el hotel, contados con los dedos de las manos, se iban a los bares del pueblo. Pasaban un mes completo hablando de las mujeres del bar en los entrenos, en las sesiones arbitrales y en los juegos. Intolerable, aquello era irrespirable. Y uno los miraba grandes padres de familia, árbitros ejemplares que andan por aquí y por allá dando conferencias de superación personal, de imparcialidad y hacen anuncios para televisión y radio.
Contar los amigos árbitros que tuve, los cuento con los dedos de una mano y me sobran dedos. No puedo establecer una relación honesta con personas que violan niñas, adolescentes y mujeres y que con eso patrocinan el tráfico de personas con fines de explotación sexual. Mucho menos menos afectiva. Conmigo no va eso que “la prostitución es un mal necesario.” Dicen que es mejor que los hombres vayan a bares a que anden por las calles violando mujeres decentes. Tampoco eso es cierto, es excusa de violadores solapados por la sociedad, que nadie denuncia porque las trabajadoras sexuales y las víctimas de trata no entran en la casilla de seres humanos. ¿A quién le importa la violación y el feminismo de una víctima de trata o de una trabajadora sexual? ¿A quién?
Uno ya no vuelve a ver la vida igual, el despertar es jodido, nace una conciencia implacable que a veces trae consecuencias muy serias. Pero, ¿de qué sirve esta vida sin conciencia y dignidad?
Y así uno va tratando de comprender  por qué duele tanto estar vivo.
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado.
Enero 25 de 2015.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Carlos René García Escobar

    Estimo que esta es una revelación muy dura para la sociedad que inocentemente apoya a sus hijos en la superación deportiva, pero necesaria para abrirle los ojos. Ciertamente se revela algo que se sabe pero que se calla a la sombra del manto oscuro de la corrupción y la impunidad. Aprecio tu dignidad femenina. Sé que se enfrenta un problema con multiplicidad de aristas y de asombrosa antigüedad cuya solución siempre ha ido cuesta arriba. Una solución segura sería el aprendizaje y empoderamiento de la dignidad humana de uno y otro sexo.
    Carlos René García Escobar
    cargadorazo@gmail.com

  2. Reblogueó esto en frubi12.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.