Los entrenos arbitrales.

Historias de un silbato. IV.

Ya tenía un año dentro del panel arbitral y me había dado cuenta que para nada me tratarían con equidad, yo no pedía que me consintieran por ser la única mujer del grupo, exigía trato justo simplemente. Pero me tocó entrenar el triple que mis compañeros, y tener una concentración bárbara en los juegos porque sabía que mis propios asistentes me meterían la puñalada por la espalda para hacerme quedar mal ante la Comisión Arbitral, los equipos y el público.
Si para mí fue difícil ser la única mujer del grupo para ellos fue un yugo y una humillación tener que salir a trabajar los fines de semana con una mujer que conocía el reglamento al igual que ellos, uniformarse como ellos, tener condición física como ellos y querer ser central y no asistente. El salario del central es mayor que el del asistente y para ellos por ser mujer era inconcebible que yo ganara más. Ser central para una mujer en un mundo de hombres, someterse a las extenuantes pruebas físicas y ser analizada minuciosamente en las visorías es cosa sería. Uno se gana muchos enemigos si el resultado es bueno. Y modestia aparte, el fútbol es mi pasión.
Pero yo no quería ser central por el salario, es que quería estar cerca de la acción, siendo asistente me aburría tan rápido me desconcentraba también muy rápido por lo mismo, yo quería acción. Siempre fue difícil para mí ser asistente aunque en el arbitraje se dice que es lo más fácil porque solo hay que percatarse de los saques y los fueras de lugar. No es así, ser asistente requiere mayor concentración que ser central. Un fuera de lugar mal marcado puede echar a perder el trabajo de toda una temporada de un equipo y eliminar de una competencia a una selección.
En un fuera de juego el único que decide es el asistente, el árbitro central se respalda en éste para hacer sonar el silbato. Cuando el central está muy bien concentrado puede marcar un fuera de juego si al asistente se le pasó por alto. Esto es una humillación dentro del gremio y de por vida el asistente queda marcado y eso cuenta para las designaciones futuras para juegos importantes. Lo mismo sucede si un asistente marca un penal que es trabajo exclusivo del central.
Yo crecí rodeada de hombres y se formó un lazo emocional muy particular eso me ayudó mucho a enfrentarme a la jauría no sólo de árbitros, sino también de equipos, directores técnicos, público y medios de comunicación deportivos. Porque al principio era rechazada por todos, no importaba mi rendimiento y mi imparcialidad al dirigir, para ellos todo lo hacía mal porque era mujer. Para proteger mis emociones y que no me afectara tanto ataque creé un blindaje impenetrable, entonces no solo fui la mujer intrusa en el mundo de hombres sino que me gané el mote de cascarrabias y frígida porque no correspondía a tanta calentura de machos. Pocos llegaron a conocerme pícara y relajada. Esos pocos los llevo en lo más íntimo de mi alma.
En los entrenos me tocaba duro porque el entrenador les decía a los árbitros, “¡haraganes les gana una mujer!,” “¡no es posible que la Morena corra más que ustedes!,” “¡vinieron haraganes hoy que se van a dejar ganar por Ilka!” “¡la única que tiene derecho a quedarse de último es la Negrita!” Eso cuando nos tacaba entreno en el barranco que está en los alrededores del Campo de Marte, en el filón de Amatitlán (la subida al parque de las Naciones Unidas por el lado del barranco) o en las pretemporadas en el puerto de San José y en los ascensos al volcán de Agua.  Todas estas insinuaciones de debilidad física por ser mujer que eran claramente ataques disfrazados me llevaban a tener constantes confrontaciones con el preparador físico, que para mi dolor era maestro de Educación Física, me lo imaginaba atacando de igual manera a las niñas durante la clase.
Todos estos ataques despertaron en mí una rabia tremenda que me hicieron entrar en cintura y aplicarme con mis entrenos fuera del horario del grupo. Así logré bajar 30 libras en un mes y mantuve el peso durante los 5 años que ejercí el arbitraje en Guatemala. Por supuesto que la condición física varía pero nada tiene que ver el género con esto, son otros factores que cualquiera que tenga dos dedos de frente lo sabe, pero como siempre el machismo y el sistema patriarcal solo tiene una visión: el sexo débil es el femenino.
Por supuesto, mis caderas fueron tema de ataque, de miradas lascivas y lo mismo sucedió con mis piernas. A muchos tuve que poner en su lugar. A muchos dejé de dirigirles la palabra. A unos cuantos tuve que cachetear –y ser enjuiciada en sesión general por violenta- y a varios denuncié en las actas arbitrales. Lo tenía todo en contra, sabía que de nada serviría porque la propia Comisión Arbitral me veía como una intrusa y se cuestionaba todos los días si había hecho bien o mal en aceptarme dentro del panel. Me decían que me quejaba mucho, que ellos no podían ponerle rienda a los hombres porque sus actitudes y acciones son normales en los hombres. Peor me ponía y muchas veces pensé en renunciar, pero mi sueño era mayor y nada ni nadie iba a lograr que desistiera, -pero me tocaron la dignidad y ésta se defiende con la vida-.
Los periodistas deportivos me veían como poca cosa a nivel profesional pero como carne fresca siempre. También creé un bloque de hielo con ellos. Se comenzó a regar el rumor de mi homosexualidad. ¿Cómo es posible que no acepte un piropo? ¿Qué no acepte una invitación a almorzar? ¿A una fiesta? ¿Cómo es posible que me rechace si yo soy fulano de tal? La única razón es que debe  ser lesbiana, ninguna mujer rechazaría a un hombre como yo. Todo esto llegaba a mis oídos y sentía la tensión cuando me los encontraba en los estadios. No me quitó el sueño yo seguí fija con mi meta y mis entrenos para no tener puntos bajos donde me atacaran y no poder defenderme. Siempre estuve lúcida en cuanto a que estaba en un mundo exclusivo de hombres y que tenía todo en contra, hasta en lo más mínimo.
A la hora de los entrenos nunca faltó quién se desnudara frente a mí con la excusa que no había visto que estaba ahí. El mundo del fútbol y todo lo que lo circunda es exclusivo para hombres. Para mí los muros empezaron desde los vestidores en los estadios que tenía que turnarme con mis compañeros porque no había para mujeres.
Todos nos cambiamos en el Campo de Marte al aire libre porque no teníamos vestidores ni área específica para entrenar. Yo siempre iba lista con mi lycra puesta, mi top y mi playera de centro, para cuando llegaba al entreno solo me quitaba el pants y me ponía el uniforme. En cambio muchos pensaron que desnudándose despertarían una excitación de última hora y que después del entreno los invitaría a un lugarcito más cálido… O mejor aún, me dejaría invitar, presa, la mujer siempre siendo presa del cazador experimentado.
Nunca faltaron los pretendientes, los acosadores, los que no me perdonaban el rechazo y se vengaban en el entreno o en los juegos. Siempre tuve claro que salía a trabajar con enemigos. Con algunas excepciones. Era el centro de atención aunque me negara. Yo empezaba, era novata, conocía el ambiente de los hombres porque crecí rodeaba de ellos, pero en el arbitraje siempre me sentí incómoda, pocas palabras sinceras, poco trabajo profesional. Pero cometería una injusticia si no escribo de Luis Carías y Leonel Ayala. Siempre se valora a quien estando arriba mira hacia abajo y con la entereza de la humildad va y pone el hombro y el pecho por quien está comenzando. Tiende la mano. Esa hermosura la tienen tan pocos corazones.
Así llegaron a mi vida, Luis Carías y Leonel Ayala. Ambos eran árbitros de Liga Mayor, y yo apenas era asistente en categoría mosquitos. Ambos se ponían a la par mía, uno de cada lado y nunca faltaron las palabras de aliento, el soporte como compañeros. Nunca me vieron como carne fresca. Para ellos era un orgullo y un privilegio tener a una mujer en el grupo arbitral, para ellos era la pionera. Ellos estaban allá arriba en las luces de la Liga Mayor y yo en el completo anonimato del rechazo.
“Ya hiciste historia Negrita, sos la única mujer árbitro y ya verás cuando la fama te llegue. Un día verás que Guatemala tendrá más mujeres árbitros, tú estás abriendo brecha.” Esto me decían cuando yo me fatigaba de tanto acoso. Yo no quería hacer historia, yo quería hacer mi sueño realidad.    No solo entrenaban conmigo, también me invitaban a los juegos de fin de semana para que aprendiera. Luis Carías me invitó a su primer juego como Árbitro Internacional, me sentí privilegiada. Con Ayala me dijeron que un día yo también tendría ese gafete y viajaría por el mundo. Y que ellos iban a decirle a todo el mundo que eran mis amigos cuando me vieran en televisión. No llegó ese gafete pero sí cuando la fama me llegó a los dos había que taparles la boca porque a quienes se le ponían enfrente les decían que yo era su amiga. Me convertí en “La Perla Negra,” de Carías. Y en “La Negra”, de Ayala.
El arbitraje marcó mi vida para siempre. Como profesional, como mujer, como ser humano. Hoy en día Guatemala tiene árbitras internacionales, ellas lograron el sueño que yo pude, y tiene más de una docena de árbitras nacionales en todo el país que trabajan desde ligas inferiores hasta Liga Nacional. Lo cual me hace sentir profundamente orgullosa de mi género, el fútbol como todo deporte no tiene género, las limitaciones son a causa del patriarcado nefasto, acosador y opresivo.
Aquí, ahora extranjera cuando salgo a correr, siempre en mis pensamientos van Carías y Ayala a la par mía, y escucho sus palabras y acelero el paso, ¡vamos Negra, vamos Negra, vamos Negra!
Todo pasa en la vida, también la conmoción de sentirse uno fracasado.
Para mis dos amores: El Negro y el Canche Peroles (Q.E.P.D.).
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado.
Enero 24 de 2015.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Dennis Orlando Escobar Galicia

    Yo de futbol se tanto como de genética molecular. Pero…recuerdo que mi profesor de primer grado en el Liceo Salesiano fue Ernesto Neftalí Mérida, arbitro de futbol y que se graduó de economista y llegó a ser directivo del Banco de Guatemala. Independiente de eso lo recuerdo como MI MAESTRO. Muchos años después supe que una tal Gloria la calificaban como arbitra de futbol y que también era cantante. Despues paree ser que estudió en ciencias de la comunicación y que «la graduaron» . Bueno …no se más. Por lo que usted escribe sabe mucho de esas cosas. Hágame el favor de aclarar o informarme, Cuando toca esos temas me sintonizo Saludos y abrazos.

    • Fíjese que yo sé de ellas lo mismo que usted, casi. Supe que hubieron dos, décadas antes que yo entrara pero que duraron algunos meses nada más porque ahí mismo se enamoraron y se casaron con árbitros y se alejaron de la profesión. No le sé decir nombres. En los departamentos también habían árbitras, nos graduamos con algunas el mismo año, yo hablo del panel central. Era la única en el panel central. Pero casi en el mismo tiempo nos retiramos todas, unas se casaron, otras decidieron cambiar de profesión y hasta que llegó otra generación a los años que yo estaba aquì. Ellas vuelan por todas las que no pudimos. Lo cual me hace sentir tan orgullosa de ellas.

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