Los niños post frontera.

Es necesario recalcar que viene de años lo de la crisis migratoria de los niños, niñas y adolescentes que viajan solos sin la compañía de un adulto. ¿Las causas de tremenda aventura? La calamidad económica con la que los países de origen mantienen cautivos a los más desdichados de la sociedad. La violencia que se incrementa día con día, y hablo de la común y de la institucional, de la paramilitar y de la que hace barridos los intramuros marginales en una casería de limpieza social, con esto intentando ahogar el ímpetu de desarrollo dejándolos en una oquedad que los obliga a emigrar en condiciones deplorables en un último intento por salvar sus vidas.
Huyen porque entre las tantas razones están las del maltrato familiar: psíquico, físico y sexual porque en muchos de estos casos más que todo el de las niñas, son violentadas por sus propios familiares y conocidos. Escapan de la miseria, de la exclusión, del olvido y de la vejación.
Emigran los otros esperando reencontrarse con sus padres que emigraron antes y que vinieron a juntar dinero –partiéndose el lomo trabajando hasta tres turnos al día- para lograr pagarles un coyote que los llevara al otro lado. Es válido buscar en otra tierra la oportunidad que niega la propia, no es un delito migrar. No se puede juzgar a los padres que arriesgan las vidas de sus hijos en un trayecto escabroso como lo es el indocumentado, tendríamos que estar en sus zapatos y vivir sus circunstancias. Cada caso es distinto pero si vemos las generalidades de esta migración masiva no hacen falta estudios de post grado para comprender que vienen huyendo de la violencia y de la miseria, mismas que este país mantiene vigentes colocando a truhanes y viles en la poltrona latinoamericana –donde pocos son dignos y se resisten- dándole continuidad a la impunidad de un sistema corrupto y calcinante. Exigen cuentas cuando ellos mismos son los que organizan las revueltas y encarcelan a inocentes y desaparecen a las voces consecuentes, ¿no quieren niños migrantes en Estados Unidos? Pues dejen a Latinoamérica en paz. –Ya sé, es quimérico el deseo-.
Es de desdichados emprender una travesía indocumentada atravesando el territorio minado que es México donde el propio Instituto Nacional de Migración que debería cuidarlos y brindarles un tránsito seguro los secuestra, tortura, entrega a bandas del crimen organizado y los desaparece. Los obliga a la esclavitud laboral y los utiliza para la explotación sexual y tráfico de órganos. Son palabras mayores lograr sobrevivir la travesía y convertirse en niños post frontera: trastornos físicos y emocionales, depresiones profundas, intentos de suicidio, son el resabio de una herida incurable, de una soledad perenne. Agregada la carga que los hizo emigrar.
Tanto que deja una experiencia así en un ser humano y si la vive un niño el resultado es catastrófico como para que encima sean abusamos por la Patrulla Fronteriza que hace de ellos lo que les place una y otra vez si los dejan vivir de lo contrario los desaparecen y en algunos casos serán los cuerpos encontrados en estado de putrefacción.
Abusarlos en el trayecto, en el cruce fronterizo y en los centros de detención; en ambos lados de la frontera se aprovechan de los inocentes. La impunidad de la que se benefician los países de origen, traslado y llegada. Negocio rentable donde se manejan jugosas sumas de dinero: la carne tierna siempre es mejor pagada por indefensible y rozagante.
No vienen buscando riquezas, quieren salvar sus vidas y por esa razón el sistema migratorio de este país debe tratarlos como refugiados y brindarles la oportunidad de quedarse. De iniciar un proceso, de que sea justo el trato y la ley. Que se respeten los derechos humanos y que se les trate con dignidad. Que sus denuncias sean escuchadas e investigadas con la seriedad del respeto a la vida. Hay que actuar, levantar la voz, movilizarnos y buscar los recursos para proveerles de abogados que pueden representarlos en corte y peleen sus casos de asilo en unos y de distinta índole en otros pero no los dejemos al borde de la deportación sin haber dado la pelea.
Esto es cuestión de solidaridad, conciencia, trabajo colectivo y unión sin fronteras. La apatía no nos sirve de nada, y el silencio es tan solo un absurdo de la comodidad del que se aprovecha la impunidad, no veamos la vida pasar sin encararla, sin ponerle el pecho a la injusticia y sin extender los brazos para amparar a los que aun no pueden defenderse solos. Ahora es cuando o el mañana de esos niños será la deportación directa. A quien le quede el guante que busque su par.
Sean los niños post frontera el canto de chicharras que alegrará los veranos estadounidenses en un grito sonoro de albedrío que no sucumba a la tristeza del desarraigo.
Ilka Oliva Corado.
Octubre 04 de 2014.
Estados Unidos.

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