Sobrevivientes de frontera.

Los sobrevivientes de frontera somos estigmas errantes, omisión de la realidad, caretas de mimos tristes, un grito ahogado en el testimonio que nadie quiere escuchar.
De sobrevivientes de frontera está lleno el mundo y la historia. Somos lo inconcluso, el salto de una legión forzada a emigrar, sin más recurso que el del desarraigo, la miseria y el ímpetu de no desistir hasta que llegue la hora cero y nos borre de la memoria.
A los sobrevivientes de frontera se nos ve en las avenidas caminando con la urgencia del tiempo acabado o con la paciencia de quien solo espera la estocada final, con la resignación de ser ya un cadáver sin identidad. Se nos ve en los bares bebiéndonos la noche para no esperar conscientes la madrugada.
Inyectándonos el destierro, fumándonos la frustración. Se nos ve en las fábricas trabajando como máquinas programadas. En las estaciones de tren entre la multitud, sin reloj y sin domicilio. Sin vida. Espectros.
Como una etiqueta cualquiera de ropa de segunda mano, como lacayos llegados de la tierra más miserable e inculta. Como un pedazo de tornillo oxidado que no tiene sentimientos, por eso la ofensa, la humillación y el abuso. La mancilla de tratar a un cruza fronteras como delincuente e insistir en enviarlo al patíbulo. Un escarmiento en público para que los demás aprendan que cruzar fronteras es un delito revolucionario.
Somos la pústula de un ultraje imperceptible para la indolencia. Los eternos cuatreros que se roban la cultura, el trabajo y la memoria. Los infestados   que contaminan con su presencia de extranjeros inmorales y nómadas. Los sin casa y sin idioma. Los sin esperanza.
Los sobrevivientes de frontera somos el tropel de la permanencia del delirio y la quimera. El seguir intentando una y otra vez aunque el cansancio doblegue y los recuerdos guillotinen. La cicatrices de frontera son la relevación que nadie quiere ver. El manifiesto que preserva la voz de un canto apagado.
Por ahí se nos ve, de pronto con fantasmas de alegría y con evocaciones de estabilidad. Son instantes solamente, como por lujuria y como por provocación. Sí, de pronto como por rebelión de no aguantar más el silencio y la sombra y la exclusión. Y gritamos y celebramos y abrazamos tiempos pasados y sí ilusionamos los días presentes.
De pronto para que el turno triple no termine por acabar con nuestros tobillos, o muela nuestra espalda o nos termine de secar la última lágrima. Tal vez para que no borre lo que queda de nuestra sonrisa. Como ejercicio de mimos alegres y rozagantes parados en la esquina de un semáforo, donde vemos pasar la vida que no nos percibe.
A los sobrevivientes de frontera nos cuentan por millones, no nos nombran, no nos dan país de origen, se refieren a nosotros como los inmigrantes indocumentados, los asalta fronteras. Los ilegales. Esos que trabajan a cambio de una limosna. Esos que llenan de enfermedades incurables el país al que llegan. Que no conocen de bañarse en tinas y caminar sobre alfombras. Esos que apenas comen una vez al día. Los envía remesas. Los proveedores que se fueron y que ya no tienen patria.
Los sobrevivientes de frontera somos la memoria viva del trastorno y la tortura. A veces caminamos por la pura inercia. En otras para no reducirnos a la nada. Para no extinguirnos en el confinamiento de una jaula a pesar de las rejas, a pesar del candado, a pesar nuestro.
Somos la vida en resistencia que no se rinde, a la que no aniquilan, la que a pesar de las circunstancias sigue floreciendo, hermosa e inusitada, como la flor de desierto.
 
 
Ilka Oliva Corado.
Octubre 21 de 2014.
Estados Unidos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.