Secuestradas.

Una caravana de vehículos de doble tracción detiene el autobús, bajan hombres vestidos de negro, llevan armas de grueso calibre y gorros pasamontañas. Toman a las mujeres y las bajan a la fuerza, las suben a los vehículos y se van.
Son indocumentadas, el pitazo lo dio un pollero que tiene tratos con policías y con traficantes del Instituto Nacional de Migración.
Entre las secuestradas van niñas, adolescentes y mujeres adultas, todas centroamericanas. Las llevan a una casa bodega a las afueras del poblado, ahí las amarran de pies y manos, serán repartidas en varias casas de citas y bares de la localidad, pero antes el cartel les pasará encima: abogados del Instituto Nacional de Migración, jefes de estaciones policiales, alcaldes, cónsules, doctores, sacerdotes, pastores, rabinos, fiscales del Ministerio Público, empresarios y altos mandos del ejército.
No todas sobrevivirán, las niñas son las primeras en morir sodomizadas, sus cuerpos aparecen todos los días en los vertederos de basura, han sido amputadas de manos y pies.
Otras después de haber cumplido su tiempo en los bares son enviadas a los rastros para confundir su carne con la de res. Vivas las pasan por las máquinas.
No son las únicas secuestradas, los operativos se realizan en los alrededores de albergues, de las ferrovias y en hoteles donde pululan migrantes indocumentados. La cacería se hace en grande.
Algunas de ellas serán desmembradas después de haberles sacado los órganos y posteriormente sus cuerpos serán lanzados a las ferrovias y a los ríos.
Otras agonizan encadenadas en habitaciones de centros de entretención exclusivos para quienes disfrutan del sadismo, hacen con ellas lo que quieren con solo pagar la cuota establecida. Sus cuerpos son enterrados en fosas clandestinas y se los entregan al «picador.»
De las secuestradas pocas logran la libertad, la mayoría muere en cautiverio.
¿Realidad o ficción?
Ilka Oliva Corado.
Octubre 13 de 2014.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Esto parece un cuento de terror, y que parece no tiene fin por los «poderosos e importantes» involucrados en esta horrenda cacería.

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