Nuevamente el adiós.

¿Es así? – pregunta la rana parda- ¿es así la despedida? ¿Por qué duele tanto decir adiós? No es un adiós definitivo – contesta la chicharra Numen- nos veremos pronto cuando ya no quede rastro del invierno, retornaré en cada verano con mi canto y mi alegría a habitar la frondosa selva tropical.
No quiero que te vayas, – le dice la rana- no quiero despedirte es tan triste el otoño cuando la selva se despoja de todo su color, tan frío el invierno todo esto es desierto sin tu melodía de cigarra.
Nuevamente llega el otoño y la despedida no se puede aplazar, la chicharra Numen tiene que volver a las profundidades de la tierra a esperar que pase el letargo invernal.
Hay mucho por hacer en donde habitan las raíces de las arboledas, cuántas ninfas por nacer, enseñarles a cantar a las que están en proceso de convertirse en cigarras, reuniones familiares, preparar los suministros para los seis meses que pasará su legión invernando. Curar las alas rotas, descansar las gargantas, ayudar en los múltiples partos que se dan en invierno, asistir a bodas, entierros, cumpleaños y aniversarios.
Tenía que marcharse, la multitud ya se había adelantado cuando recién terminó el verano pero ella decidió quedarse unos días más para acompañar a la rana parda, había visto su transformación de renacuajo a rana y de sus silencios había emergido una voz atronadora que cuando croaba hasta las corrientes de los ríos demoraban su marcha para escuchar el latir de su alegría.
Contagiaba a los grillos, mariposas, guacamayas, pericos, monos, búhos, pitones.
La comunidad de armadillos viajaba durante días para llegar al riachuelo y sentarse a la orilla para escucharla croar.
Los peces pernoctaban sobre la corriente más lenta del afluente porque les fascinaba verla saltar sobre las piedras.
La vida de la rana parda cambió completamente desde que la chicharra Numen bajó del frondoso árbol donde pasaba los veranos y la animó a que enfrentara sus miedos de renacuajo y se convirtiera en una liberada rana danzarina y vivaracha pues estaba en su naturaleza que su expresión fuera croar.
No quiero que te vayas, – le dice la rana con la angustia del adiós- no quiero estar sola, no quiero salir del río y croar en tu ausencia, mi voz ha nacido para ti, tú eres la que la motiva, tú eres mi inspiración, yo era un renacuajo triste y solitario, temeroso de las corrientes despiertas del río; tú me enseñaste a confiar en mi capacidad de rana y gracias ti descubrí otro mundo habitando la selva tropical.
Conocí los almendros, las altas palmeras, los bejucos en los que juegan los monos, viajé a conocer las hormigas y su solidaridad inquebrantable. Escuché la velada nocturna acostada en una arbusto.
Tú y solo tú has suscitado mis deseos de aventura y he logrado sobrevivir fuera del río que cuando fui renacuajo fue mi cárcel. No quiero que te vayas. No quiero estar sin ti, sin tu mirada. Sin la hermosura de tus alas y tu canto atronador. Lindeza de chicharra, ¿qué será de esta rana sin tu refugio inspirador?
Volveré, – le dice la chicharra Numen, consternada por el pesar de la despedida- es la ley de la vida, somos criaturas de distinta especie, tú no puedes ir conmigo porque morirías en las entrañas de la tierra y yo no puedo quedarme porque moriría en el invierno.
¿Por qué tenemos que ser de distinta especie? – nuevamente la tribulación de la rana- Porque es nuestra naturaleza es algo que no podemos cambiar y que tenemos que aprender a vivir con ello, como se vive con las ausencias, los dolores, las soledades y las alegrías.
La rana entonces recordó a varios de sus amigos renacuajos que perdió cuando los ríos crecieron, también pensó en los elefantes que son atacados por los cazadores y lloró pensando en el momento en que turistas mataron a toda una familia de tigres que eran los ancianos de su comunidad. La selva completa los lloró y durante largas noches la tierra se empapo del llanto adolorido de los habitantes de la selva tropical.
Sí, es cierto – le dijo y la abrazó cuidadosamente para no lastimar sus alas- hay que aprender a vivir con las ausencias, las memorias y con lo que no se puede cambiar; tú eres de una especie distinta a la mía. Te esperaré como se espera el verano, como se espera la alborada, como se espera a que salga la luna azareada después de un torrencial. Aquí estaré con mis ancas extendidas, chicharra amada mía y nuevamente croaré.
Se abrazan como despedida momentánea y con la promesa de volverse a ver en el verano cuando todo reverdezca y sea el encanto del estío el que las vuelva a reunir.
La rana parda se queda parada a la orilla del riachuelo, repesada en una piedra y ve cómo la chicharra numen extiende sus alas, emprende el vuelo y desaparece entre las ramas de los árboles que revientan en colores ocres y rojizos del otoño.
Llora la despedida como solo se lloran los amores que no se buscan, no se inventan, no se obligan, que nacen solos en el albedrío de la inmensidad impostergable.
Ilka Oliva Corado.
Octubre 03 de 2014.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Que cuento mas bonito! Me regresaste al tiempo en que los cuentistas me hicieron soñar en color rosa! Estoy segura que la rana aprendió a vivir sola y a apreciar su soledad, esperando por el regreso de la chicharra…

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