Hablemos de sexo.

Hablemos de esas cuatro letras que cuando se juntan nos desequilibran, nos cohíben o nos avergüenzan.
Hablemos de sexo sin que el morbo nos reprima. Sin ruborizarnos. Hablemos de sexo y rehusemos a que siga siendo un tema tabú. Disfrutemos del sexo sin que el recato nos estorbe. Sexo. Ese erotismo fascinante que nos embelesa. Hablémoslo. Nos perdemos de tanto cuando lo prohibimos, cuando confundimos la decencia con la timidez y con la reclusión. En el sexo no se puede ser decente, ni tímido y mucho menos prisionero, más importante aun; no debe ser forzado.
No se puede violentar ni imponer. El sexo es soberano. ¿Cuántos lo admitimos así? En mi mundo, en mi forma de ver la vida el sexo no tiene nada que ver con amor. Uno se puede enamorar de una persona profundamente sin nunca haberla tocado, uno puede tener sexo con una persona y nunca enamorarse. Uno puede conocer el tipo de amor inexplicable si sucede con una persona del mismo género, digo inexplicable porque nos han educado que el mundo es de una sola vía, hombre y mujer. Lo llegamos a comprender cuando nos damos cuenta que las almas desconocen de jaulas y de géneros. También podemos tener sexo con una persona de nuestro género y disfrutarlo grandemente, porque la pasión, la sutileza, la piel y la sangre, desconocen de teorías y de represiones. Porque el sexo en sí, no es cosa de “meter y sacar.”
Y ese es el enigma que desencadena enormes insatisfacciones tanto en hombres como en mujeres. También la necesidad de vernos obligados – tal vez inconscientemente- a tener que estarnos definiendo constantemente. Esas etiquetas que nos sirven como distinción: heterosexual. Muchas veces he escuchado a mujeres heterosexuales preguntar qué hacen realmente dos mujeres lesbianas. Lo mismo cuando se trata de un encuentro de hombre con hombre. Es porque creemos que ese tipo de contacto solo se puede dar entre un hombre y una mujer. El camino de una sola vía. “Meter y sacar.” Es lo conocido, lo común, lo normal. Y todo aquello que sea diferente nos causa temor y un inmediato rechazo, pero muchas veces en lo que es diferente está nuestra satisfacción y nunca lo vamos a descubrir porque no nos atrevimos, somos entonces seres insatisfechos porque nos quedamos con la premisa de que el camino es de una sola vía.
Y esto aplica en todo, vemos como camino de una sola vía creer que todas las mujeres se excitan cuando les tocan los pechos, muchas mujeres no tienen sensación en los pezones y les da igual si se los tocan o no, en cambio enloquecen si la caricia se hace en los músculos del pecho cerca de la clavícula. ¿A quién se le puede ocurrir que una mujer no tiene sensación alguna en los pezones y en cambio su punto erógeno está más arriba? Sucede porque lo común es lo primero que nos llama la atención y seguimos esos patrones, hay cierto temor a intentar algo distinto, a descubrir. No todas las mujeres gritan cuando están viviendo un orgasmo y eso no quiere decir que no sea rebosante. No todas las mujeres enloquecen cuando les besan el cuello, y tampoco todas logran un orgasmo pleno con la penetración y no tiene que ser precisamente por esto una mujer lesbiana. Tal vez el orgasmo más intenso lo logren con el sexo oral o con una simple caricia de manos. Pero como nos han dicho que todo lo que no lleve penetración entre un hombre y una mujer es raro. Le tenemos miedo a descubrirnos seres de rarezas. Por esa razón hay tantas mujeres insatisfechas sexualmente, y están casadas y tienen parejas de años y nunca lo hablan, porque no se puede hablar de un tema tabú y nunca descubren que hay otras vías.
No todas las mujeres disfrutan la posición del coito a tergo y si no la disfruta no tiene por qué hacerla, el sexo es para disfrutarse no para sufrirse. Y ése es otro problema, que tenemos miedo a revelarnos por temor a que la pareja se enoje y se busque otra. Hay que hablarlo. Pero la mayoría se lo calla por sumisión, por temor, por tantas razones.
El sexo se hace cuando se tiene ganas no porque sea obligación de pareja. No porque se tenga que cumplir con la cuota, el sexo sin deseo y sin entrega es insípido, aburrido y hasta se pueden dar lesiones genitales. Hay que hablarlo. No hay necesidad de inventar continuos dolores de cabeza para evitarlo hay que hablarlo, esto me gusta, esto me incomoda, esto me fascina, esto me lastima. ¿Y a ti, qué te gusta, qué te incomoda, qué te fascina, qué te lastima?
He escuchado a tantas mujeres quejarse de que su pareja las obliga a tener sexo anal y ellas lo aceptan porque tienen temor a que las dejen por otras. Nada con lo que no esté cómoda una mujer tiene que ser aceptado. Y mucho menos por temor a que su pareja la abandone. Si es así que se largue pero ya. La queja común que a ellos les encanta que ellas les hagan sexo oral pero ellos a ellas no y son obligadas a que lo hagan y también a quedarse insatisfechas. Hay que hablarlo. Hay que exponerlo y no en la cama, hay que sentarse una día cualquiera y conversarlo con la cabeza fría y sin inhibiciones. De la misma forma en que se habla del presupuesto familiar, o de la película que vieron en el cine.
No hay mujeres frígidas, en cambio sí malos amantes. El deseo tiene que ser despertado, la carne también. Para el hombre es muy fácil excitarse y lograr un orgasmo, la mayoría lo tienen cuando la mujer apenas está iniciando el proceso de la fogosidad que la lleva a un orgasmo y queda pues insatisfecha, o le toca inventarse el orgasmo para no hacer sentir mal al amante. Hay que hablarlo, y seriamente y exponer con puntos y comas. La mujer tiene absoluta libertad de disfrutar su ser a plenitud esto incluye el sexo, no es más ni menos digna si se ha acostado con un solo hombre o con infinidad. Es que no es obligación casarse virgen. ¿Qué es esa estupidez de la castidad?
Las mujeres podemos acostarnos las veces que queramos con cuantos gustemos y no por eso somos menos honradas que otras. La honradez y la dignidad no tiene que ver con la doble moral y la sumisión. Pobre de aquella mujer que se atreva a señalar a otra por la forma en que ésta vive su sexualidad.
De las misma forma en que se habla de un plato de comida hay que tener la soltura para hablar del sexo, no hay por qué verlo con morbo, aislarlo, dejarlo como tema escabroso. Hay que enfrentarlo y llevarlo a la luz, perderle el miedo y el recato, también la sumisión.
La mujer puede ser esposa, novia, compañera, amante, y no está obligada a hacer algo que no la satisfaga y no le guste. Hay que hablarlo. Hay que dejarlo muy claro.
El sexo entre hombres es tal sutil como el sexo entre mujeres y también entre seres heterosexuales. Por qué empeñarnos en señalar, segregar y ofender a quienes no son como nosotros, a quienes disfrutan de ser diferentes. Por qué juzgar lo que no conocemos.
El sexo, creemos que es explicito de un contacto genital. El sexo es mucho más, es una inmensidad de la que ciertamente conocemos tan poco. Podemos disfrutar plenamente de un orgasmo sin que las zonas genitales siquiera se rocen. El erotismo está en cada poro de nuestro ser, si tan solo dejáramos de ser tan patéticamente ordinarios, y nos atreviéramos a cambiar la norma por lo inusual. Bah, nos sorprenderíamos.
Hablemos de sexo, tratémoslo con naturalidad. Veámoslo como lo que es, algo tan común como el hábito de cepillarnos los dientes todos los días. Descubrámonos seres eróticos, desesperados, amantes, pacientes, entregados, vivamos el sexo sin premuras de orgasmos, que este al final tiene que llegar. Disfrutemos el preámbulo, las caricias, los aromas, y no hagamos nada que nos lastime, nos cause dolor o nos doblegue. Nada que no sea consentido. El sexo es libertad y plenitud. Si hay algo que nos incomode hablémoslo. Hablemos de sexo.
Ilka Oliva Corado.
Agosto 20 de 2014.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. César Reyes Lucero.

    Me gustó mucho su artículo. Sin sobresaltos y sin «palabrotas» le entra magistralmente a un tema de suma importancia para nuestra vidas. Felicitaciones. Con todo respeto le recomiendo el libro de la Doctora Sharon Hite que se llama «El orgasmo femenino», es de buena calidad e intenta introducir la construcción de la sexualidad humana desde la sexualidad de las mujeres, pues hasta ahora la sexualidad está centrada en el hombre, haciéndola incompleta e incomprensible para la mitad de los/as seres humanos.

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