Que ahí andaba el Eufrasio chenco.

Ahí anda la robala de gran  onza choteando al  cuerudo ese  pashtudo,  el tacuacín  buculudo que en atrapar moscas se le va la vida,  se lo quiere llevar pa`l fogón como si no fuera ya suficiente calentura  andar de cusca con el hijo de la panda del molino, el molino  de la vueltona que está ahí por donde vive la mujer del  ananado que hace las herraduras pa las bestias, ése es otro viejo cucurucho que anda queriendo pescocear patojas, como si todavía le sirviera el pellejo que le anda colgando entre las piernas como que es moco de chompipe.
Pero el curro ese cashpeán del Bartolo bien que se la lleva de andar detallando patojas  para que no sepan que destila por el baquetudo  de la tiendona, el hermano de la Cornelia. Ahí los he visto abajo del morro de la quebrada en gran detalladera y dis que andan aguando el ganado, já sobijándose es que andan.
Y no ya todo el pueblo sabe que la Venancia anda capeándose con el cusuco que le trabaja la tierra al marido, dicen que llegó con la cuadrilla de mozos de allá por los guindos del nanzal, calláte vos huluda que cuentan que  el hombre  tiene una su parcelita que ni la trabaja por andar cazando a la mujer esa y ella parece quinceañera hasta se mandó a hacer vestidos nuevos con la Casandra costurera, pero los calcañales  igual los anda de rajados y se le chuquea la masa por andar de garañona con el hombrecito ese que  parece nigua.
Dicen que chaflán, chaflán sonaban los filazos de los corvos sobre el adoquín, eso fue antenoche cuando regresaban de la feria, la panda de la Juana me contó que el marido le dijo  que los vieron tomando en la cantina de don Faustón   y que salieron tranquilos,  todavía se sostenían en pie  pero   perdieron  el sentido cuando les dio el aire, los dos bolos  en las bestias es que iban  y el primo de  la Tona le cobró los dos quintales de máiz al hijo de Orestes pero ese cachudo  es el diablo y se enojó y le sacó el corvo.  Se bajó de la bestia, el otro también sacó  su corvo  y comenzaron  a amagarse;  dice el cipote de la Jesusa que también iba con ellos en su yegua, que  se planacearon  antes de que el hijo de Orestes le puyara el bucul  al difunto. Las tripas guindadas es que las llevaba cuando llegaron al dispensario,  lo peor es que al hijo de Orestes se lo llevaron detenido iba más dormido que despierto de la gran borrachera que andaba  y cuando despertó en la comisaría no se recordaba de nada pero como el Tata ya sabés que se pone sus buenas borracheras con el alcalde  lo dejaron salir.  Ahora huido es que anda a ver si no agarró camino para los yunais y el hijo de la Tona tan bueno que era el muchacho, trabajador se echaba el tercio de leña verde a mecapal y subía el guindo del chaparrón empapado en sudor llegaba al pueblo  y ni mujer tenía no pudo dejarle nietos  la Tonona.
Chambonada la que hizo el Fulgencio que se llenaba la boca diciendo que trabajó de albañil en los yunais y mirá cómo le dejó de torcida la pared al Adelardo, pero también es culpa suya por tacaño  y egoísta y no darle el trabajo a don Antero, hombre que ya se conoce su trabajo pero como cobra más él prefirió invitar a unas cuantas cervezas al Fulgencio y ahí  está el resultado, ahora que le ponga cuñas para que no le caiga en el espalda.
Bejuqueada le metió Marcial al hijo porque dicen que lo encontraron trepado en la Anastasia a la pura luz del día, los desaseos no se pudieron ir siquiera al monte no que ahí en la  misma cama en que le abría las piernas al esposo. Pero merecido se lo tiene el Higinio porque él también se gasta el pisto  de la venta del queso y del requesón en andar de bolo y de casero del hombre de la farmacia, es secreto a voces que es su querido, los dos se dan parejo.  Entonces no le cumple y la mujer también tiene sus necesidades, mirá yo al Paulino sentenciado lo tengo o me cumple o me busco otro;  já, a ver si no está puntual en la hamaca. Eso quieren los mampluzos que una les lleve la rienda cortita porque si se les suelta el lazo corcovean.
Que ahí andaba el Eufrasio chenco, ofreciendo lo que no tenía para que le consiguieran la yegua parda de don Mauro y hasta ofreció diez cargas de leña más  la cosecha de la parcela donde tenía sembrado frijol y maicillo para que le cacharan el cabro lechero, dicen que ya tenía el trato con unos de la aldea pegado al barrio Carboncillo  pero los soplados se embolaron y contaron en la cantina. Cuando se enteró don Mauro le mandó a envenenar las dos vacas y las cuatro  mulas y le quemó los tres aparejos y la silla. Quieto anda ahora el Eufrasio chenco y le toca andar a tuto los costales de maicillo, aporreando el frijol lo vi en la tarde, sudando a chorros.
Dicen que la Ilka chilipuca anda vagando en las calles de los yunais y que  hoy de vieja le ha dado por recordar los viajes a Comapa cuando iba a ver  a sus abuelos maternos y de culeca anda evocando  las conversaciones de los mayores que ella escuchaba cuando se sentaba en la piedrona bajo la sombra del plumajillo, viendo hacia   la quebrada, El Pinito y   el río Paz.  Los mayores que subían de las aldeas a vender sus siembras a Comapa y pasaban a la casa de su abuela  que era la primera entrando al pueblo y la última de salida hacia San Miguel.  Amarraban las bestias en las ramas del jocotón  y  pedían a nía Juana que les diera dónde calentar las tortillas y hervir café,  porque el viaje era largo,  entonces se sentaban en el corredor  y contaban  a su abuela y Tío Lilo  “las noticias del camino”.  Se recuerda patente en la piedrona, se vive ausente y se respira lejos de aquella ilusión que pareciera ser una burla del tiempo. Una burla que la anda en su alma montuna.
 
Ilka Oliva Corado.
Marzo 23 de 2014.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Leído despacio pa’entenderlo bien. El último párrafo me gusto mucho por ser más poético.

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