Yo, árbitra de fútbol en gringolandia.

Para la primavera del 2004 yo tenía seis meses de haber llegado a Estados Unidos recién hacía unos días que había encontrado trabajo en casa de una familia coreana, cuidaba a los tres hijos del matrimonio era un trabajo de seis horas diarias tres días a la semana. Llegué a este país en noviembre cuando comenzaba a nevar, me encontré con un paisaje desolado; los árboles sin una sola hoja, el cielo cenizo y los días que terminaban a las tres de la tarde hora en que la noche se apoderaba de la urbe con su oscurana, lóbrego ése es el recuerdo que tengo de los primeros días en este país.
No creía que los árboles fueran a retoñar y me disgustaba verlos así siempre, muertos. Mi hermana me explicaba que sí retoñaban y que florecían y que en octubre cambiaban las hojas de color y morían, ése era el ciclo. Junto a la primavera llegó la lluvia y la niebla subió la temperatura y la nieve acumulada en el invierno se derritió, regresaron las aves y los árboles comenzaron a retoñar.
El primer domingo de primavera salí a buscar un campo de fútbol le dije a mi hermana que tenía que ir a buscar trabajo de árbitra y que era común que se realizaran encuentros en los campos de los parques.
Me sentía en una cárcel ya tenía seis meses sin dirigir un solo juego y comenzaba a agonizar, no podía vivir sin tener cerca un balón de fútbol, necesitaba escuchar el sonido cuando vuela por los aires o está rodando sobre la grama, cuando se encuentra con el pie del jugador y cuando pasa la línea de meta y los corazones celebran el gol. Necesitaba vivir mi pasión.
Mi hermana me acompañó y fuimos al parque del suburbio en donde vivimos, justo había un juego y esperé a que terminara para hablar con el árbitro, la liga era mexicana y él también lo supe cuando le pregunté a una de las persona que observaban el encuentro. Me acerqué, me presenté y le expliqué que era árbitra de fútbol y que necesitaba trabajar, que estaba recién llegada al país y no conocía a nadie en el medio, él me pidió mi número de teléfono –di el de mi hermana porque yo no tenía- y quedó en dárselo a su jefa.
Esa misma tarde me llamó una señora mexicana se presentó como la presidenta de la liga, cuando escuché que era la presidenta sentí desmayarme, siempre había querido ver en Guatemala una mujer presidenta de una liga de fútbol masculino, no existen debido a ese patriarcado tan arraigado inclusive en la matriz porque no permiten que las mujeres decidamos en nuestros cuerpos, ese derecho a abortar que solo nos compete a nosotras y a nadie más. A ninguna iglesia, ningún gobierno, ninguna sociedad de doble moral. Curiosamente no era en su país – tan patriarcal por excelencia- ni en el mío sino en Estados Unidos.
Le expliqué que tenía cinco años de experiencia y que tenía mi título conmigo y el número que podría revisar en la FIFA -Federación Internacional de Fútbol Federado- para confirmar que sí era árbitra. Me dijo que para el siguiente domingo fuera a tal cancha porque me quería conocer. El siguiente domingo me fui en tenis y pantaloneta, me puse un sostén-top debajo de la playera, en una bolsa eché mi uniforme, mis tarjetas, mis dos cronómetros y mi silbato, no iba a dirigir pero de todas formas yo iba preparada. Llegué minutos antes del partido y vi entre los jugadores a una mujer que no pasaba del metro cincuenta y cinco de estatura, el cabello largo que le caía como cascada sobre la espalda y con un cuerpo escultural, rondaba los sesenta años de edad.
Mucho gusto me dijo y escuché su voz ronca que por poco me desmayó, sentí que me daba vahído y que me estaba faltando el aire pero logré reponerme después de unos instantes y conversamos, le mostré el título original y le entregué una fotocopia del mismo. Me dijo que era una lástima que no iba preparada porque le hubiera gustado verme trabajar, le conté que llevaba mis cosas conmigo y en cinco minutos ya estaba dentro de la cancha. Volver a pararme dentro de un campo de fútbol fue como renacer; el olor a monte, el balón rodando y mi silbato en la mano. Los jugadores sorprendidos de ver a una mujer árbitra, una latinoamericana porque anglosajonas hay muchas.
Lo que me sorprendió de este país es que las canchas no están circuladas y que tanto las porras y el público respetan y no ingresan al campo. Todos llegan con sus sillas se sientan a la orilla y hasta hacen churrascos mientras miran los juegos. Saben que si sucede algo fuera de orden se llama a la policía y en tres minutos están ahí mínimo tres patrullas y que cancelan las licencias de las ligas para volver a jugar.
Ese primera experiencia en este país fue como entrar a dirigir un juego en donde nadie sabía las reglas y hacía lo que quería. Saqué varias tarjetas amarillas y unas cuantas rojas. Terminado el encuentro ella me dio la bienvenida a la liga y me dijo que le gustaba mucho cómo trabajaba y sobre todo mi carácter que nunca había visto a un árbitro tan profesional. Efectivamente en el Estado de Illinois soy la única árbitra – de árbitros y árbitras- latinoamericana que tiene la profesión, el resto es gente que ha jugado y que en el camino decidió trabajar en el arbitraje y eso es delicado porque las tarjetas, el gorgorito, el uniforme y sobre todo el reglamento representan la ley dentro y fuera del terreno de juego, somos quienes hacemos valer la justicia y los encargados de que prevalezca el juego limpio, antes, durante y después del juego.
Cualquiera puede ponerse una playera negra y soplar un gorgorito pero hacer valer el reglamento y honrar el arbitraje solo unos cuantos. Por tanto charlatán que anda vestido de árbitro y que desconoce el reglamento, las directrices para amonestar, el tipo de faltas; cuáles requieren tarjeta amarilla, cuáles la roja. La ley de ventaja que si no se sabe aplicar puede desgraciar un juego. El conocimiento del fuera del lugar que también si es aplicado incorrectamente echa a perder un encuentro: el esfuerzo de un equipo no solo durante el juego sino el entreno de toda una semana, el resultada que a la larga los puede perjudicar en las clasificaciones para las finales, dejarlos fuera de una categoría. Es mucho lo que está en juego como para tener la irresponsabilidad de por querer ganar unos centavos extra se tenga el descaro de arruinar el arbitraje serio, formal, responsable y sobre todo honrado. Esto aplica también para árbitros de profesión que se dejan sobornar. Estos son los peores.
Con los días me enteré que en Estados Unidos la escuela de arbitraje no existe, que solo en enero y en octubre se realizan exámenes y el procedimiento es el siguiente: sea día sábado o domingo se da una charla de dos horas sobre lo nuevo del reglamento y después se realiza el examen teórico que tiene cien preguntas de las cuales se debe contestar ochenta correctamente para ganarlo. Eso es todo y se paga $100 anualmente para la inscripción y $35 para el gafete de la USSOCCER. –en español Federación de Fútbol de Estados Unidos-.
En Guatemala el curso dura un año y se estudia la teoría los viernes en la noche y los sábados en la mañana lo práctico. Se comienza dirigiendo durante un año la categoría de mosquitos: juegos de niños de 8 años a los 14. De ahí se presentan solicitudes para visoria y la Federación envía a visores que vayan a observar el trabajo del árbitro y dependiendo la calificación en el reporte así se asciende a la otra categoría y así anualmente. No es solo se soplar y de hacer botellas. Claro que también existe la otra cara de la moneda: los sobornos, las cenas, las botellas de licores finos y los regalos debajo de la mesa. Árbitros que se ponen en cuatro para que el jefe les pase revisión y concluya que sí –dependiendo la jineteada- puede ascender aunque no tenga la capacidad. Esto se ve mucho en la primera división, liga nacional y a nivel internacional. En Guatemala un árbitro gana por partido en liga mayor lo comparado con un salario mínimo. En otros países como México, Estados Unidos, Canadá y la parte del sur de continente el pago es diez veces mayor. En Europa el pago es de 20 veces más.
En la liga de mi jefa comencé a dirigir dos juegos cada domingo pero yo también quería trabajar los sábados y me contaron de otras ligas en la ciudad de Chicago y para inicios del verano agarré camino.
Para ese tiempo había comprado carro y me fui sola con una mapa en la mano, llegué a la que era la Liga Centroamericana que realiza los juegos en los campos de fútbol ubicados frente al lago Michigan en el sector de la playa de la Montrose. Para mi sorpresa cuando dije que era de Guatemala me contaron que por ahí había pasado don Teodoro Palacios Flores que la gente decía que había sido un gran deportista en su país de origen, yo no podía creer que estaba parada en las canchas donde él jugó y dirigió encuentros. Días me decían “la chapina” en otros “la paisana del Negro Palacios Flores”.
Nuevamente presenté el título y también las referencias de la liga donde trabajaba en los suburbios, me ofrecieron trabajo para dirigir juegos de niños y de mujeres yo le dije a el encargo del arbitraje de esa liga que tenía la capacidad para dirigir juegos de hombres , él era un ecuatoriano que manejaba el arbitraje de varias ligas en la ciudad. Un hombre recio, mulato, con cuerpo de fisiculturista, arrogante y con prestancia de don Juan. Lo primero que me preguntó es que si tenía novio y que me invitaba a cenar esa misma noche. Yo recordé mis años en el arbitraje guatemalteco y no podía creer que me estuviera pasando otra vez lo mismo. Le dije que mi vida privada estaba separada del arbitraje.
Me dijo que me miraba de carácter fuerte y que se notaba en mis piernas que había jugado fútbol, entonces que quería ver si era cierto y me puso a trabajar ese mismo día en primera división –hay tercera, segunda y primera- encuentro entre un equipo chileno y un ecuatoriano, saqué dos rojas y cuatro amarillas. Le fascinó cómo dirigí, a los jugadores también que cuando terminé me pedían fotografías y autógrafos, era la primera vez que miraban a una mujer latinoamericana dirigir un juego de hombres. Esa tarde los otros árbitros de la liga que se convirtieron en mis compañeros de labores, me invitaron a comer pizza fue con ellos el jefe mulato, todos brindamos con cerveza, nuevamente era la única mujer del grupo.
Presidentes de otras ligas me vieron trabajar y querían tener a la única mujer árbitra latina en sus campos. Así fue como los sábados me rotaba en diferentes ligas, los domingos por la mañana trabajaba en la de mi jefa y las tardes en otras. Participé en torneos en otros Estados y fui invitada a trabajar en juegos inter Estados e inter universidades pero no tenía número de seguro social.
Llegó la oportunidad de cambiar de aires y comencé a trabajar en la liga más reconocida del Estado, la Liga Europea con más de 300 equipos de ese continente. Yo aun no hablaba inglés y mi jefe era griego, me escribía en un papel y yo traducía con un diccionario electrónico que había comprado tipo calculadora. Conocí otro fútbol, el nivel de toque, fintas, técnica y táctica era espectacular. En los años que dirigí ahí solo saqué ocho tarjetas amarillas y dos rojas. Un juego limpio incuestionable. Las faltas eran circunstanciales sin ninguna mala intención no como sucede en el fútbol latinoamericano.
A los jugadores yo les llegaba a la cintura prácticamente, eran altos y con esos cuerpos de atletas de Juegos Olímpicos, inclusive los veteranos pasados de cuarenta años de edad, me miraba un punto diminuto dentro del campo, mis asistentes eran altos y corpulentos ahí nadie ni público ni jugadores me discriminaron por ser mujer, no como me sucedió en varias ligas latinoamericanas. A pesar de haber árbitros latinos mi jefe solo me ponía con europeos porque quería que aprendiera inglés que nadie me faltara al respeto y que conociera la forma de trabajar de los árbitros de ese continente y es que aunque el reglamento es el mismo, las exigencias son otras.
Por esa razón en los juegos de la Copa del Mundo van árbitros del mismo continente que trabajan juntos en un juego, aunque le dirijan a equipos de otro. Nunca me sentí tan cómoda en mis 13 años de experiencia arbitral como cuando trabajé con los árbitros europeos, un profesionalismo –que no se ve ni en los árbitros internacionales de Guatemala- una solidaridad y fidelidad, una forma de respetar al jugador y de darse a respetar sin prepotencia alguna. Es muy raro ver ese tipo de humildad y profesionalismo en árbitros latinos que por lo general piensan que porque tienen el silbato son los dioses y figuras del partido. Cuando las figuras son los jugadores, la o el árbitro que pasa desapercibido en un encuentro es el mejor de todos. Ningún protagonismo es necesario cuando se sabe aplicar el reglamento como es.
A mí me funcionó mucho el arbitraje preventivo debido a mi experiencia como jugadora podía leer muy bien las intenciones de los jugadores cuando se acercaban a un adversario y era cuando yo les decía: “solo al balón no se haga amonestar, lo estoy viendo, solo al balón” estas palabras les cortaban toda intención de provocar una falta grave. Cuando a pesar de eso las hacían y les mostraba las tarjetas les decía: no me cuestione nada porque yo se lo advertí.
Lo curioso es que ni ellos hablaban español ni yo inglés, hablaban despacio para que yo usara mi traductor. En esa liga se hacía dos juegos de asistente y uno en el centro. Tres árbitros sacaban tres juegos cada domingo.
Llegó el invierno y trabajé en fútbol bajo techo en varias ligas y en la europea. Así se me fue el año y llegó enero y la inscripción como árbitra en la USSOCCER y también la oportunidad de ser la encargada del grupo arbitral de la liga de mi jefa. Dos mujeres al mando ella la presidenta de la liga y yo la presidenta del grupo arbitral. Fuimos inseparables, trabajar con ella ha sido una de las experiencias más gratas de mi vida. Emigró hace más de 30 años, trabaja en oficios, tiene documentos del país pero nunca la vi pavonearse con ellos, tienen una humildad envidiable y conocimiento del mundo del fútbol que es de admirar. Es abuela y los domingos la familia completa está en el campo con ella, su esposo fue mi guardaespaldas extra oficial en el campo. Siempre me dijo mija en privado pero en los campos me llamó árbitra.
Cuando me tocó ser la encargada del grupo arbitral ya laboraba toda la semana limpiando casas pero entrenaba por las noches y muchas cosas cambiaron en la liga porque organicé entrenos de tres veces por semana y dos veces al mes daba clínicas a los árbitros acerca del reglamento. Regla por regla con preguntas y respuestas.
Era la única mujer del grupo y no les gustaba la idea de ser yo quien los nombrara a los juegos y tuviera los horarios en sus manos. No soportaban que una mujer tuviera la capacidad de conocer el mundo del fútbol. Descubrí que varios de ellos se dejaban sobornar y comencé a poner multas económicas y de suspensiones de juegos. Ningún otro asesor arbitral había hecho eso, así logré limpiar un poco la liga del mal arbitraje. Me tocó despedir gente y con el dolor de mi corazón no dar buenas referencias cuando me llamaban de otras ligas. No podía poner la cara por árbitros que se vendían. También entraron en cintura varios jugadores porque sabían que no podían fingir faltas ni provocar batallas campales porque las sanciones eran grandes. Todo esto no lo hubiera podido lograr sin el apoyo incondicional y la confianza en mi capacidad de mi jefa mexicana.
Pronto llegó a oídos de la USSOCCER que una mujer latinoamericana dirigía juegos de hombres. Ya varios visores de la Federación me habían visto dirigir. Fui a realizar el examen en el que contesté las cien preguntas -y nadie podía creer que una mujer tuviera la capacidad de conocer a ese nivel el reglamento de fútbol- recibí mi gafete y la oferta de entrar a trabajar en la liga mayor del fútbol femenino de Estados Unidos y la promesa de convertirme en árbitra internacional y representar a este país en el extranjero. Tenía la condición física, el conocimiento del reglamento y la experiencia de seis años de trabajo. Inmediatamente con la carta enviada desde Guatemala por la FEDEFUT donde hacía constar los años que había trabajado y las categorías, más el reporte de los visores estadounidenses ascendí dos grados en el arbitraje. Se comienza del grado 16 hasta llegar al uno. Yo entré en el ocho y subí al seis. El uno es el arbitraje internacional.
Recuerdo esa mañana cuando los directivos de la USSOCCER en Chicago me hablaron de la oportunidad de la Liga Mayor Femenina a nivel nacional, tenía que viajar a otros Estados y para eso necesitaba documentos, dirigiría fútbol universitario y ya tenía la experiencia requerida y los años de fogueo para ser internacional. Sería la primera mujer latinoamericana en representar a este país en el arbitraje. Pero para eso necesitaba ser residente legal y posteriormente hacerme ciudadana estadounidense.
Yo era – y soy- indocumentada.
Así vi pasar la oportunidad de mi vida cuando recién cumplí los 25 años de edad. Fue en agosto para el tiempo de los girasoles.
Pensé entonces que ese sueño no lo podría realizar, -el de ser árbitra internacional y dirigir en un Mundial- por razones que no entendía en ese momento. Nuevamente me frustré porque en Guatemala tenía todos los requisitos, había pasado las pruebas físicas, médicas y teóricas tenía cinco años de experiencia en más de ochocientos juegos dirigidos. Pero no fue suficiente tenía dar cama a cambio de la inscripción a FIFA, abrir las piernas una vez significaba abrirlas siempre con quien estuviera a cargo en ese momento porque el gafete no llegaba por mi capacidad sino por la cama.
Pensé – y pienso- que si de niña cuando tuve hambre no abrí las piernas por comida no lo haría de grande. Y no por decente sino porque si hay algo en la vida que debe ser honrada y respetada es la dignidad. Abrir las piernas significaba –y significa- para mí, desvalorizar mi capacidad y mi valor como mujer y como ser humano.
Yo no soy cama y abro las piernas cuando yo quiero y con quien yo quiero. Renuncié al sueño de mi vida en mi país y no me arrepiento. Opté por respetar lo único valioso en mi vida: mi dignidad.
Aquí el sistema era tan distinto. Veían mi capacidad y querían darme la oportunidad. Cuatro veces más me reuní con ellos durante los tres años siguientes pero no hubo manera de tener los documentos legales que me abrirían las puertas al sueño de mi vida.
Logré procesarlo y ver la otra cara de la moneda. Conocí el fútbol del Continente Americano dirigiendo en ligas de Norte, Centro y Sur América. Conocí el fútbol caribeño de países que nunca había escuchado mentar. Conocí el fútbol asiático, africano y europeo. Trabajé en más de quince ligas en este Estado en los ocho años en que ejercí la profesión. Tuve la oportunidad de renunciar a la liga que me abrió las puertas y trabajar en otras en las que el pago era mayor, pero nunca lo hice, le fui fiel hasta el último día en que dirigí el último juego de mi carrera arbitral. Con mi jefa inicié mi trabajo arbitral en este país y con ella lo terminé.
Por alguna extraña razón siempre hay nostalgia de lo que pudo ser. Ya no es frustración he aprendido a verlo como un proceso de los tantos que vive el ser humano en su paso por la vida.
Hoy pasado el tiempo y haciendo un esbozo de mi vida en el arbitraje y las experiencias agrias y dulces pienso: que lo que es para vos aunque te quités y lo que no aunque te pongás.
Posdata: un día de estos voy a relatar las cosas lindas que viví en el arbitraje guatemalteco, fueron pocas pero bellas.
Ilka Oliva Corado.
Marzo 21 de 2014.
Estados Undios.

2 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Sólo puedo decir una palabra: ¡Felicitaciones! Allí esta condensado todo, todo, todo. Besos, Chente.

  2. Ilka, ¡¡¡qué grande eres!!!, Tu historia es tan grande, que terminé llorando. En estos tiempos de convulsión y de fragilidad de nuestro ser como humanidad, donde los héroes y heroínas son construidos por el marketing, la publicidad y el consumismo; cómo se necesitan de héroes y heroínas de verdad, de carne y hueso. Y tú eres una verdadera heroína. ¡¡Tú eres mi heroína!!. En este día que se celebra el día internacional para la erradicación de la discriminación y el racismo en el mundo, gracias por hacer de tu trabajo, un mundo mejor, donde la diversidad de los pueblos y las culturas es una fortaleza, una riqueza, y no una debilidad o un problema, como se ha hecho ver en nuestra querida Guatemala. Que el Universo te guarde, te proteja, bendiga y siga iluminando tu camino. Un abrazo desde esta tierra nuestra, tierra del maíz y el Quetzal. Carlos Alberto

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.