La primera que emigró.

Era un matrimonio con cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, ambos trabajaban en un laboratorio clínico y las tres mayores eran de una edad conmigo. Estudiaban en el colegio Galilea que colinda con la aldea El Calvario y la colonia Las Terrazas, colegio en donde también estudiamos mi hermana mayor y yo, ella en los básicos y yo los últimos tres grados de la primaria. Las tres hijas mayores se unían a la manada de patojos que caminábamos en el Caminón y en el Caminito, en la arada, ambos hoy en día desaparecidos por la lotificación de la colonia Jerusalén.
Me las encontraba en los toques de la cuadra Usumacinta. En los básicos ellas se fueron a estudiar al colegio Solidaridad que era una cooperativa, y yo al colegio Ave María de la Asunción, pero siempre nos veíamos a la hora de salida ya fuera en el bulevar o en el puesto de la señora que vendía pupusas de chicharrón en la esquina del bulevar con la calle Madeira.
Hablábamos de los toques y la fechas programas para cada cuadra, en muchas ocasiones me tocó ir a pedir permiso a sus papás para que las dejaran salir, yo me hacía responsable de cualquier cosa y daba mi palabra que se las regresaba tal y como me las habían entregado, en el camino las sentenciaba que pobre de ellas si me hacían una trastada porque ya no iba a poner la cara con sus papás. Eso sucedía cuando el toque era en el otro extremo de la colonia allá por el lado de la Cuchilla o el Mirador, atrás de la Surtidora. Todas tenían novios y los cambiaban con aquella facilidad de ropa interior. Un día uno y otro día ya era otro, ¡arrechas! Cualquier mate del patojo que no les cuadraba lo mandaban a botar pulgas a otro petate, mientras yo los trompeaba ellas se los trincaban, -pasmada yo-.
El problema llegaba cuando o otras patojas también les gustaban los patojos con los que ellas andaban y en segundos se armaba la batalla campal, tenía que llegar yo a separarlas y a llevármelas literalmente del pelo y a rastras, yo como como los mil demonios porque por andar de niñera me tocaba dejar el toque e irlas a entregar a los papás como había prometido. Al siguiente día ahí me andaban cantineando pidiéndome disculpas, yo era la alera de medio Ciudad Peronia. Nunca tuve grupo exclusivo más que mis 16 hombres de la cuadra. Pero me llevaba bien con todos.
Negra, hacéme el paro – me salía más de alguna de mis amigas- es que fijáte que aquel va a venir pero si digo que voy a la tienda sola a tales horas mi mamá no me deja, ahí iba yo pues de gran mampluza a acompañarla mientras ella en gran trinque con el soquete, diez minutos les daba de tiempo y con reloj medido.
Negra –más de algún soquete- fijáte que quiero ir a ver a la fulana es que me robé esta rosa del jardín de doña mengana y quiero ir a sorprenderla pero si toco la puerta su mamá me va a echar agua caliente, ¿será que me acompañàs? Ahí iba yo de gran toroleca a tocar la puerta preguntando por la novia y a esperar que saliera a la banqueta para que de la oscurana saliera el otro con la rosa, se la entregara, le dijera que la quería desde la tierra hasta la luna, se dieran un beso y durmieran en paz cada quien en su casa y en su cama y por seguro tuvieran sueños húmedos.
Cuando los patojos se querían trompear como era lo habitual en cada toque, las novias me iban a buscar entre la molotera que bailaba para que los fuera a separar, yo como la gran diabla porque no me dejaban bailar o trincarme a gusto con quien estaba, me tocaba pegarles un grito a todos, ¡hijos de la gran puta!, ¿vinieron a bailar o a pelear? Si por andar de brincones ya no nos dejan organizar los toques a todos les voy a meter una gran pijeada que me van a recordar por el resto de sus vidas. Todos tranquilos.
No, Negra, no te enojés es que aquí el fulano está cucándome, dice que me ganó a los calazos y no es cierto no fue él quien me partió el trompo, fue zutano pero ahí anda de bocón. La explicación del otro, Negra lo pasa es que este no tiene pantoles para aceptar que mi mona es demoledora y le hizo añicos su trompo. De ese calibre eran los problemas en la juventud de la colonia, por cuestiones así se terminaban rompiendo el pocillo.
Cada quien salía de sus casas y nos juntábamos en el bulevar para irnos en manada a las calles donde se hacían los toques. Yo nunca necesité tecomates, solita me saltaba el cerco de la casa y le decía a mi mamá que al toque iba y que regresaba en la madrugada. Ahí tenés cuidado potranca garañona, me decía ella.
Me tocaba hacer de tecomate porque las mamás de mis amigas las pensaban santas y puras y que con un mal aire nocturno al abrir la puerta iban a perder la virginidad.
Para el final del toque nos organizábamos íbamos en grupo a dejar a quienes vivían más lejos, yo era la que quedaba para el final y siempre me iba a dejar a mi casa mi exclusivo grupo de hombres. Llegando al tapial se agachaban, yo me subía en sus espaldas y lo trepaba, eso cuando regresaba ebria porque solita y con la borrachera me hubieran cantado a coro: y le dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres… Y nunca hubiera logrado subir.
Con eso de los novios o soques, querían ir a dejarme a mi casa y yo independiente desde niña los mandaba al carajo, me iba sola o con mis hombres, igual aquellos iban a dejar a las novias a sus casas pero regresaban al toque por mí y como vivíamos en la cuadra cada quien para su chante y hasta el otro día a sacarnos al goma en la chamusca de la tarde, porque esperaban a que yo saliera de estudiar.
Del grupo de 16 hombres de mi vida –conmigo 17- fui la única que estudió los básicos y diversificado a ellos también les tocó trabajar desde niños pero sus papás no les brindaron la oportunidad de pasar más allá de sexto primaria, algunos, otros, se quedaron en cuarto.
Y ningún hombre que yo haya conocido con título de universidad tiene la entereza en la mirada y la fuerza y dignidad de luchar contra la adversidad como lo han hecho ellos. Ningún hombre anida en mi corazón con tal libertad como ellos.
De todas las patojas que andaba arreando o alcahueteando, las tres hijas de los señores que trabajan en el laboratorio clínico fueron las que más dolores de cabeza me dieron. Agarrándose de los pelos con cualquiera que las viera mal, que las provocara saludando a sus novios, se lanzaban con todo. Yo con una mano las agarraba y levantaditas más la jaboneada con boca de carretera. Fueron muchos años compartiendo las noches y madrugadas en los toques de la colonia, aplanábamos calles. Yo desde las 4 de la tarde tenía permiso para salir, antes tenía que dejar lavada la hielera, los nailon tendido en el lazo, comidos los animales, lavados los platos, regado el jardín y barrido el patio. Ahí si viera yo si iba a misa o a callejear, siempre preferí callejear y andábamos en manada aplanando calles y callejones en todo Ciudad Peronia.
Aquello parecía bola de nieve, empezaba sola y se me pegaban dos y de ahí tres, nos pegábamos a otros dos, a otros cinco que encontrábamos en el camino y así los patojos de todos los sectores hacíamos un solo grupo. Las parejas tomados de la mano, otros abrazados y yo siempre con mis hombres que les echaba los brazos sobre los hombros, aquellos me agarraban de la cintura. Yo como siempre haciendo todo al revés y a mi antojo.
Después de darle la vuelta a la colonia nos daba por agarrar camino para la aldea a tragar polvo y a ver quién nos vendía jocotes, nísperos, guayabas o nances.
En la colonía no hay zonas recreativas, el único campo que hay es el de fútbol que siempre se mantiene lleno debido a la cantidad de equipos inscritos en la liga, que empiezan a jugar a las 6 de la mañana y les entra la noche.
Crecer en un arrabal donde no hay espacio ni para respirar, en donde los hogares son un infierno debido a tantas carencias, la mayoría de los papás de mis amigos vivían en las cantinas de la colonia, saliendo del trabajo se iban para allá, las mamás vendiendo en los mercados, en las paradas de autobuses de la capital, tengo tantas amigas que venden jugos de naranjas a un costado de las pasarelas de El Guarda, El Trébol, la avenida Bolívar, la parada de la U en el periférico y la Aguilar Batres.
Entiendo la organización de las maras y el grado de lealtad que hay ahí, porque es una hermandad de vivir o morir pero juntos. Yo tuve mi mara que son los 16 hombres con los que crecí y entre nosotros no soplaba el aire, lo que ahí se hablaba ahí se quedaba, lo que ahí se hacía ahí quedaba. La diferencia es que lo más grave que hicimos fue robar jocotes de corona en la finca de un adinerado de la aldea el Calvario y cuando estábamos trepados y atipujándonos en los palos, nos bajaron a leñazos y nos mandaron para nuestras casas.
No nos daba la mente para la maldad. Entiendo las contradicciones, las emociones, las circunstancias, la adrenalina con que viven quienes son miembros de una mara, niños sin amor, sin guía, sin apoyo de familia, comunidad, sociedad y gobierno. Van cayendo a un abismo del que la mayoría no logra salir.
Ellos porque terminan cometiendo vejámenes que los consumen, donde mueren o terminan en una cárcel. Primero es oler pegamento, alcohol y después llegan las drogas más fuertes, los rituales que en su mayoría son realizados y planificados bajo el efecto de las drogas. Además, ¿qué es matar si quien mata ya está muerto en vida? ¿Si a quien viola ya lo violaron? ¿Si no hay razón para soñar? Si lo único que se tiene es la hermandad de la mara. ¿Con qué cara una sociedad de doble moral los sentencia y los señala? ¿Con qué cara un gobierno de ladrones y estafadores los acusa de robar celulares? ¿De qué los acusa un abogado violador de niñas? ¿Con qué cara reprocha una madre que no dio amor ni tiempo? ¿Qué dio golpes e insultos?
No tolero que cualquier gente ordinaria se atreva siquiera a señalar el por qué de las razones del existir de una mara, ni con todos los estudios que tenga. Porque ese es el problema se creen sabelotodo solo porque tienen un mísero título de universidad – y privada además las niñas culicagados y niños berrinchudos- hay que aprender a ver más allá de lo obvio, ¿qué hay atrás del escaparate que ofrece lo limpio o lo sucio de un ser humano? ¿Qué lo llevó a actuar así? Y no tolero tampoco que se formulen hipótesis, se hagan estudios como si la gente de arrabal fuera ser de otro planeta.
De nada le sirve el título a una persona si no tiene humildad en su corazón, para ejercer cualquier profesión u oficio hay que ser humildes, sentir, ver, tocar lo que en la corteza no se nota. Eso de señalarlos de delincuentes, vendedores de droga, violadores solo por la forma en que se visten, los tatuajes que tienen, es basarse en estereotipos burdos. Porque también viola el rico, vende droga, asalta, lo único que lo esconde bajo la ropa fina, la casa en un suburbio y el automóvil de último modelo.
Las patojas me preguntaban acerca de la ropa, ¿será que le va a gustar esta blusa a fulano? Con que te guste a vos, dunda que sos, vestíte para vos no para el fulano. Es que a él le gusta más que use falta corta. ¿Y a vos? A mí no mucho pero para complacerlo. ¿Y si te pide que le abrás las piernas también lo vas a complacer? A la puta vos Negra tan pesada que sos, pero te voy a confesar y te suplico que no le digás a nadie, la verdad es que ya lo hicimos. ¿Ya hicieron qué? Eso. ¿Qué eso? Ay vos, ya hicimos el amor. Ah esa mierda. ¡No le digás mierda! Si tan lindo que fue, puro osito mi amor, tan tierno… Pero sí me dolió eso de que no dolía eran casacas.
Yo mareada con cada historia y lo peor es que también los patojos me contaban. Negra, ¿qué? Mirá te voy a contar algo pero no me vayás a regañar, vos tan brava que sos. ¿Qué hiciste ahora? Es que me acosté con la fulana y no usamos preservativo. ¡Va que sos bien mula! Va, no te enojés pues. ¿Cómo querés que no me enoje si sos tan irresponsable? Pero es que a ella no le gusta usar preservativo y la verdad a mí tampoco. Pues ahí cuando queden preñados a mí no me vengan a llorar, o si andan con enfermedades venéreas, hacé de cuenta que no existo.
En pleno baile las confesiones de embarazos y se armaba la batalla campal porque el hermano de la embarazaba escuchó. ¿Vos embarazaste a mi hermana? Nel, ¿cómo que nel si mi pana escuchó cuando mi hermana te lo dijo? Simón mano pero no te braqueés pues. ¿Te vas a hacer responsable o sos coyón? Nel, mano eso lo tengo que aclarar con tu hermana porque no sé si yo soy el papá. Volaban las sillas, botellas, bocinas, cables de bocinas y fin de mes había boda.
Nació un sentimiento de lealtad entre todos los que participamos en los toques de la colonia y que los llenamos y nos llenamos de vida, que aunque ya no se realizan son son un mito que pertenecen a mi generación y a la década de los años 90.
A mediados de la década después de cinco años en toques y pleitos y prenses y soques, una de las tres hermanas y miembro oficial de la manada de los toques informó que había tomado la decisión de emigrar hacia Estados Unidos, se iría de mojada.
La noticia nos la dio en un toque, no la pudimos ingerir hasta pasados los días acordamos lo que nos había dicho. Durante dos semanas no hicimos toques y a ninguno le dio por a salir a aplanar calles, nadie habló con nadie, la noticia nos abrió una herida que aun no ha podido sanar a pesar de tantos años.
Fue la más atrabancada de las tres, la más indomable, la que se trincó con medio Ciudad Peronia y que necesitaba extender sus alas fuera del país. En su corazón siempre habitó lo de ser golondrina viajera, otros horizontes la llamaban lejos del arrabal. Tuvo el valor de cambiar de rumbo a tan corta edad.
Al mismo tiempo que nos la dio a nosotros también avisó a sus padres, aun no cumplía los 16 años de edad. Yo que la conocía sabía que era una mujer que decisión tomada pasara lo que pasara no la iba a cambiar. Pasamos un mes llorando cada uno por su lado, nunca antes nadie de la manada de los patojos de los toques en las cuadras había pensado siquiera en emigrar.
En aquellos tiempos nuestra locura era Proyecto Uno, Celia Cruz, Los Hermanos Rosario, Sandy y Papo, Ilegales y los Tigres del Norte.
Se iba una hermana, dejaba la entraña y emigraba. Se iba un pedacito de nuestro corazón. Nos dejaba huérfanas y huérfanos de ella. Ese amor que nace en la infancia y en la adolescencia que algunas personas llaman amistad, ese amor que traspasa las fronteras del tiempo y la distancia, ese amor etéreo.
Dedicimos organizar un toque enfrente de su casa y tres discotecas se unieron y no cobraron, todas y todos nos queríamos como hermanos y se hizo la colecta para cerveza y comida. Los de las discos llenaron la cuadra de cables y luces y bocinas. Aquella noche fue nuestro mejor baile, todos queríamos honrarla, hacer un acto de baile que ella lo llevara en el corazón. Los patojos que bailabann breakdance, lloraban y bailaban para ella, los que bailaban rancheras, los de hip hop, los de salsa, los de cumbias, los de merengue, todos bailábamos, tomábamos y llorábamos hasta que nos llegó la madruga y aclaró el día.
Su grupo favorito era Proyecto Uno y su canción favorita, Latinos. Aquella noche las bocinas tronaban con Proyecto Uno y su canción la repetimos hasta que el disco se rayó. Fue la última que bailamos. Terminamos todos saltando y cantando y llorando. Tirando la cerveza en nuestras ropas.
El tipo de lealtad que hay en la infancia y adolescencia de arrabal es insobornable: nos unen los dolores, las carencias, los infiernos y nos hermanan y nos hacen uno solo. Un solo corazón. El enorme problema está cuando se pasa del refugio a la violencia y la hermanad sirve para destruir. Es una línea invisible que cualquiera con el corazón vuelto hiel, puede atravesar.
Esa fue la primera vez que yo sentí el dolor de la migración en mi corazón. Después seguirían varios. Fue ella la primera que emigró. Y la mazorca se empezó a desgranar, siguió uno y después otro y otro. Trabajar recogiendo basura no da para mantener una familia. Trabajar en una maquila no da ni para el pasaje. Trabajar de voceador de periódicos en un arrabal donde la gente no lee porque trabaja como mula para poder llevar sustento a su casa. No conozco del exilio político más que por los libros y lo respeto, pero en carne viva sé del exilio por necesidad de comida, mis hermanos y hermanas de arrabal emigraron por esa exclusiva razón. Se cansaron de ser explotados, utilizados en su propio país que decidieron vivir lo mismo en uno ajeno en donde por lo menos tienen para comer.
Muchos murieron en el camino y no lograron llegar a este lado de la frontera. Quienes se quedaron en mi arrabal caminan en las calles donde están nuestros pasos de niños y adolescentes. Las voces de nuestros cantos y las noches de toques que cuando el viento de noviembre sopla, las hace revivir. Fue la única diversión compartida por más de un centenar de adolescentes de todas las etnias habidas y por haber en Guatemala, Ciudad Peronia tiene le privilegio de ser un arrabal que abrigó a cuando emigrante campesino de los cuatro puntos cardinales, buscó llegar a la capital llevando un sueño: sobrevivir. Ella recién nacía y abría sus brazos grandes y bastos para acoger a cuanta alma buscara apropiarse, crecer, sacar raíces en sus entrañas. Ciudad Peronia no es cualquier arrabal, es el mío ¡Faltaba más!
La mayoría de aquellos adolescentes se quedó en mi arrabal y es para ellos que yo escribo, para contarles de la frontera y de lo que hay en el otro lado, de lo que es la vida sin documentos, de lo que significa ser Latino en este país. Vaya oficio el mío, abrir el corazón y sacar las venas al viento para que cuando sople lleve mi sangre y mis latidos a las calles polvorientas que encenizaron mis canillas de niña y de adolescente.
Es para ellas y ellos que yo escribo. Para quienes murieron en el intento, para quienes se quedaron. Y también para quienes se vinieron relato las memorias de lo que allá vivimos, para que el hielo ingrato de las diáspora no les consuma el alma y les congele el corazón.
Con amor profundo: para las firmitas de la foto. En la víspera de cumplir 18 años de aquella noche. Su Negra.
Ilka Oliva Corado.
Febrero 03 de 2014.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Cuando nacemos, venimos como discos duros en blanco y las circunstancias nos van llenando de información buena o mala. Del resultado de la carga brota el producto. Nadie es responsable de ser como es, pues sólo responde a la programación adquirida; pero si deberá responder de sus actos buenos o malos y sufrir las consecuencias.

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