Las Heroínas de Ciudad Peronia.

Fue abusada sexualmente cuando caminaba por las cercanías de la avenida Bolívar, trabajaba en el sector iba de regreso a su casa en Ciudad Peronia se dirigía hacia la estación de buses, fue alrededor de la siete de la noche. Tres hombres la sujetaron, le taparon la boca y la llevaron hacia un sector oscuro y ahí en la banqueta la violaron todos. Quedó embarazada, tenía catorce años de edad. Sus abusadores nunca fueron capturados y la denuncia no pasó de ser una de miles.
La madre de la joven buscó la ayuda de las Heroínas de Ciudad Peronia. Así las llamo yo.
Las heroínas fue un grupo de mujeres que embelleció la década del noventa en mi amado arrabal. Su lindeza surgió de la clandestinidad, de la honra, de la responsabilidad, de la madurez, de la impotencia. Tuvieron que agruparse y sesionar en las sombras. El grupo fue compuesto por mujeres casadas, solteras, madres, abuelas. Ninguna con estudios más allá de sexto primaria, la mayoría analfabeta. Emigradas de departamentos, capitalinas, indígenas, mestizas. Católicas, evangélicas y ateas.
Cansadas de ver a tanta patoja embarazada víctima de violaciones sexuales por parte de padres, tíos, familiares y desconocidos y que ninguna justicia hiciera nada por encarcelarlos y hacerles pagar y a ellas negarles el derecho de abortar, tomaron pues la decisión de comenzar a actuar en la clandestinidad. Salvar del yugo de convertirlas en madres siendo niñas aún y criar un hijo engendrado en una violación.
Fue una organización magistral, una de ellas vendía fruta en la entrada de un hospital ahí se contactó con una doctora feminista, le contó la situación que estaban viviendo muchas niñas en la comunidad y suplicó su ayuda. La doctora se reunió con el grupo de las Heroínas, conoció uno a uno los casos y se entrevistó con las niñas, adolescentes y madres. Aquello era cosa de mujeres donde los hombres no intervenían. La doctora con ayuda de enfermeras, comadrona, hierberas y sabias brujas en una casa en la afueras de la ciudad en alguna señalada periferia, realizaba los abortos.
La logística, desde comprar un paquete de algodón hasta buscar el carro en donde transportarían a la paciente fue de nadar contra corriente, debido a los escasos recursos económicos de las pacientes.
Las Heroínas recurrían a realizar rifas, prestar dinero con la usurera de la colonia que las dejaba en los puros pellejos con tanto rédito. Hacían comida para vender los fines de semana en las puertas de sus casas. Recogían botellas de vidrio y las iban a vender a La Terminal. Todo para juntar lo que la doctora cobraría y la enfermera, que siempre fue una cantidad mínima, pero enorme dadas las circunstancias de vida de las mujeres del grupo.
Llegado el día y ya con los recursos económicos y toda la logística en su sitio, trasportaban a las niñas y adolescentes, que regresaban dos días después y se quedaban una semana sin salir de sus casas, en la calle se rumoraba que estaban enfermas con gripe, con fiebre que era esa la razón de no salir de sus casas.
También se unieron al grupo las monjas que llegaban a visitar la colonia en sus caravanas de fin de mes, ahí estaban las religiosas emancipadas, en muchas ocasiones fueron las que transportaron a las pacientes en los automóviles de las iglesias. Colaboraban con dinero y oraciones, hasta que un día las cambiaron de país por azares de su andar religioso.
Hermosa década tan fructífera la de los noventa en ese arrabal que tanto venero.
Las Heroínas de Ciudad Peronia fueron las arrechas mujeres que no tuvieron la oportunidad de cursar ninguna educación superior, pero sí una visión más allá de los salones de universidad, una honradez que no compra ningún título, una dignidad que no solapa ninguna religión, ningún dinero, ninguna posición social y un valor que no temió a ninguna injusticia. Para lo imprescindible lo que se necesita es conciencia y desobediencia.
A las Heroínas de Ciudad Peronia nadie las conoció, son un mito, una fábula, son etéreas. Las vieron mis ojos de niña vendedora de helados en alguna tarde de polvareda de noviembre o tal vez fue el cansancio de las idas a barranquear el que me hizo imaginarlas. Quizá fue eso, un delirio de ocaso color flor de fuego el que las hizo aparecer en alguna quimera de arrabal.
Reales o no, ellas son Las Heroínas de Ciudad Peronia y mi alma y mi letra hoy las honra más de 20 años después de aquel desvarío de infancia, con la gratitud de todas las niñas y adolescentes a las que pudieron ayudar. Loor a las heroínas del mundo entero y de todas las clases sociales.
Ilka Oliva Corado.
Enero 24 de 2014.
En mi tabuco.

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