Mis silencios.

De metáforas están hechos mis silencios, edificados en esbozos de imágenes que se deshilan, se amoldan, se diluyen, que hilan pequeños concepciones en sedas de telarañas que no se pronuncian en mi voz: colores, aromas, sonidos, cortezas, sabores: de mis multimundos, de las órbitas de una atmosfera que solo habita en el origen de mi respiración.
Algunas veces: agitada, impulsiva, apasionada, abrumada, confundida, consciente, tenaz, necia y últimamente serena. Silencios que son incapaces de apoderarse de mis labios y hacerlos hablar.
Son silencios que han aprendido a escribirse, para entenderse a sí mismos no para explicarse ante nadie más, a dibujarse con lápiz y pincel para observarse no para ser analizados. Han dado un oficio a mis manos, tiñen mis dedos de tinta, llenan la hoja en blanco, dan tonalidad a las acuarelas, forman: óvalos, nubes, carreteras, entienden miradas, esbozan sonrisas, acarician nostalgias y entrelazan las letras de un abecedario que aun no he aprendido a conocer pero que se expresa libremente en símbolos que ningún sonido puede invadir.
Insignias que crean la choza de un sentir ermitaño que colma mi existir, que hace feliz a mi palabra dibujada en pequeñas cornisas que nadie ve porque están escondidas entre nubes de una fosca intrínseca, imperceptible para lo ordinario, para la rigidez de un mandato común. Es pues mi hálito una vesania sui géneris con la que me siento boyante.
He perdido el interés en forzarlos a que se manifiesten en mis labios, en mi voz que no entienden porque es un muro que los acorrala, un escaparate donde no quieren ser observados, instigados. Un sonido que no los deleita, una cadencia que no les motiva a danzar, que más bien los estanca, los inquieta y los aísla de mi expresión: de su esencia.
Mis silencios que constantemente nadan contracorriente, toman sus propios atajos y de lejos ven el camino real por donde transita la mayoría que conversa, ellos mientras tanto van comiendo de los frutos silvestres que las máquinas del progreso no pudieron arrancar. Lejos de toda urbanidad y usanza en su caverna ellos encuentran su propia luz que me comparten bondadosamente.
Ya no los enfado, ya no los acuso, ya no me disgusto porque he aprendido a entenderlos: transparentes, exuberantes, tímidos, arrechos, silvestres, temperamentales, delicados y sosegados.
No buscan ser comprendidos, no piden ningún amparo, deambulan solitarios, nómadas, soberanos de su expresión que siempre es un convite. Fecundan poesías que en sus venas de versos ariscos transitan mis poros abiertos de par en par, como niñas libres corriendo entre charcos de agua de un agosto de lluvias en mi pueblo natal.
Mis silencios relatan historias que se anidaron en mis pies de niña, en mis pezones zarazos de adolecente, en mi espalda de mujer, en mis ojos de cronista, en mis rodillas de proletaria. Ellos cuentan las lunas que han visto iluminar mis cabellos canos, las angustias que invadieron mi corazón, los miedos que vieron mis ojos, los umbrales que mi alma ha atravesado, los zaguanes donde se ha sentado a descansar mi desaliento.
Han teñido con tinta indeleble mis huellas por este perenne caminar de cría que juega a ser adulta y que cuando se aburre regresa al vientre materno para no salir de ahí hasta encontrarse nuevamente con las manos de su abuela y de su bisabuela, con la palmadita de la comadrona y con la mirada serena de quien la parió.
Mis silencios me confortan, me arrullan, me acarician, me acompañan, me redimen.
Ellos tienen la sabia de la que yo carezco, saben viajar en el tiempo siendo imperceptibles y atraviesan fronteras territoriales solo para la marginación, ellos: denuncian, besan, enamoran, exigen, relatan, crean, caminan, observan, escuchan, sienten. Ellos no saben de jaulas de puertas cerradas.
Ellos son agua liberada de un río en vertiente que fluye constantemente. Ellos ven más allá de mis ojos limitados. Ninguna racionalidad es capaz de encarcelarlos. Perciben los falsos halagos. El aplauso comprado. El abrazo fingido. La trampa del camino alfombrado.
Mis silencios que solían escribirse agitados, de prisa, urgentes, asustados, custodiados, temerosos, de pronto han aprendido a trazarse: sosegados, fértiles, perseverantes, seguros, sólidos, inalterables. En paz con su propia creación. Con su esencia.
Mis silencios son insondables y emergen en mi expresión de cría, adolescente y mujer. Pueblerina, arrabalera y migrante. Sin documento alguno que los soborne. Aquí estoy pues, incondicionalmente rendida ante la delicadeza de sus musas.
Ilka Oliva Corado.
Enero 12 de 2014.
En mi tabuco.

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