Hay una niña ahí.

En la anciana que vende tomates
En los pies del mercado
En la que siembra el frijol
Con sus surcadas manos
En la que remienda el calcetín roto
Del compañero obrero
Hay una niña ahí
En la mirada de la que muele el máiz sobre la piedra
En la espalda encorvada de la que con tinaja va
En el vientre seco de quien nutrió con vida
A la tierna cría que por el mundo va
En la voz que habla desde la entraña misma
De la sumisa impunidad
En la que transita en adoquín de pueblo
Y hacia la aldea va, con la sabia diáfana de la tranquilidad
En la avezada abuela
Que con el pecho abierto su testimonio da
En la que descansa sobre la piedra que mira el litoral
En la que denuncia con su paso certero
Mirando al heredero del abusador
Hay una niña ahí, en los huesos desgastados
En los labios cansados de tanto pronunciar
La verdad que nadie cree, la dignidad certera
Que ni por tan abuela desiste de mirar
Con el encanto intacto de cándida pureza
Que ni por todas las bajezas de la perfidia
Desiste de ser niña y por la vida va
Respirado los instantes del tiempo reposado
El único que no es esclavo y en su piel curtida está.
Hay una niña ahí, ¿la mirás?
Ilka Oliva Corado.
Enero 07 de 2014.
Estados Unidos.

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