Categoría indocumentada.

A lo largo de los años he tratado de ir desglosando y escribiendo de la realidad que se vive en las sombras de la vida indocumentada y de la que la gente se avergüenza hablar, la que se trata de ocultar por apariencia. La realidad que no interesa a ningún reportero, periodista, economista, intelectual y gobierno.
Pero es la realidad que vivimos todos los días. Hay tantas vertientes que hoy tocaré el tema del eterno desasosiego entre indocumentados. Qué persona es más indocumentada que la otra.
No hablaré de historia de la migración latinoamericana hacia Estados Unidos, primero porque tengo muy poca noción de ésta y segundo porque el tema principal es otro, pero acuña la palabra “mojado” a toda persona que para llegar a Estados Unidos tuvo que cruzar a nado un río, en este caso el famoso Río Grande, el Río Bravo. El agua moja, empapa, de ahí lo de “espalda mojada”.
Existen pues las categorías. -¡No pisado!-.
Ahora bien: no es lo mismo –pero es igual- haber llegado a este país nadando un río que caminando en un desierto. Quién cruzó el desierto o se saltó un borde, un cerco, caminó una montaña se siente menos indocumentado que quien se mojó para llegar. Y se lo restriega en la cara a la menor oportunidad: ah pero usted cruzó mojado yo gracias a Dios caminé en el desierto. Entre el rubro de las personas que llegaron de forma indocumentada al país la que se señala que vivió la peor desgracia es la que cruzó un río, por el simple hecho de haberse mojado. –Tontera amigo, diría tío Lilo-.
Quien solo caminó sin saltarse ningún tapial ni cerco, se cree menos indocumentado que quien sí lo hizo.
Quien nunca se verá como indocumentada es la persona que llegó sentadita en un avión y decidió quedarse y se le venció el permiso y hasta la visa. Aunque viva entre las sombras jamás se aceptará como indocumentada y feliz comparte que llegó en avión aunque con el tiempo tome del mismo chilate que las espaldas mojadas y quienes saltaron cercos. Ésta es la que ve hacia abajo a las otras.
De este puñado de categorías quienes logran estabilizar o legalizar su situación migratoria nadie logra bajarlas de la nube. Instantáneamente se les borra de la memoria que un día tomaron chilate y aunque se encuentren tomando agua de calcetín ellas dicen que lo que beben es vino tinto, ni por donde pasó de compararse con las indocumentadas aunque trabajen limpiando baños con la única diferencia de obtener los beneficios laborales que antes les eran negados. Son las que regresan a sus países de origen a pasear y se pavonean con galantería ante familiares y amigos. Hablando grandezas que son inexistentes, porque entre un baño y otro no hay diferencia si de limpiar desechos se trata.
Este tipo de personas son las que ponen en evidencia a quien no tiene documentos y que pronuncia constantemente: ¡que deporten a esa gente que solo viene a quitarle el trabajo a uno que sí tiene papeles!
Son las que llaman a la migra para denunciar a personas sin documentos. Desconocen que la vida devuelve con creces todo lo que das.
Son las que al nomás subir de puesto en el trabajo se vuelven malditas y desgraciadas con las personas indocumentadas, las hacen trabajar horas extras y no se las pagan porque de sobra saben que las otras no tienen cómo exigir sus derechos. Son las estudiadas minuciosamente por el patrón gringo que al saberla lame botas y que es capaz de ponerse en cuatro a la hora que éste indique, será capaz de exprimir a más no poder a sus propios paisanos o indocumentados con tal de quedar bien con el jefe. Así este no se ensucia las manos y queda fresco y lozano mientras el traidor pierde la dignidad.
Más allá de las nubes tocando el cielo se encuentran quienes llegaron con papeles y nunca vivieron la situación indocumentada, para este tipo de personas las otras solo les servimos como objetos, las eternas esclavas de la mano de obra barata y de los mil oficios. Se niegan a hablar en el idioma materno, tanto como las que obtuvieron papeles después de ser indocumentadas, buscan tener amistades exclusivamente anglosajonas y europeas, si son mujeres se colocan inmediatamente el apellido del esposo para ayudar a que lo hispano se borre un poco, aunque la herencia milenaria la tengan en la piel. Ellas ya no se ven así mismas como latinoamericanas, se pintan el cabello de rubio y se ponen lentes de contacto de colores verde y azul, no asisten a restaurante latinos y son quienes más explotan a sus empleados domésticos.
Pero ni ellas ni nosotras nos salvamos de ser vistas por anglosajones, afro descendientes, asiáticos y europeos como: indocumentados, como espaldas mojadas y como mexicanos.
Si tenés apellido latino, si hablás el inglés con acento, si sos de piel color blanca no europea o anglosajona –como lo dice la papelería que tenés que llenar para cualquier trámite en este país- entonces sos mexicana e indocumentada. Así es como nos ven las otras culturas y continentes.
Ahí están los policías de origen latinoamericano que son quienes obtienen más condecoraciones porque son estos los que deportan más paisanos que ningún otro anglosajón.
Ahora entramos a las categorías de los nombres, es una fascinación y necesidad urgente por cambiárselos para tratar de encajar en una sociedad de multiculturas, pero quieren llamarse en inglés porque no los traducen al polaco por ejemplo o al japonés, ellos quieren imitar al anglo.
Ahí están pues los Jorges que al pedalazo se convierten en Georges, los Carlos con los Charles, Charly, los Laureanos que Larry, María, Mary, Mateos en Matthew, Cristóbal en Christopher, Rosa en Rose, los tan míticos José quieren que les llamés Joseph aunque el apellido sea Pérez, López. Las vieras, los vieras cómo inflan el pecho con aquel orgullo, las Marías ancentrales han sido denigradas por sus propias nietas.
Ya no quieren el cabello negro y se lo pintan rojo o rubio. El estilo de vestir también cambia porque buscan a como de lugar tratar de imitar todo, lo único que no pueden imitar es abrir la mente, hacer de la actividad física un hábito y mucho menos leer libros en lugar de ver telenovelas y fútbol.
Cualquier latino que tenga de guasa un amigo o amiga gringa ya estuvo que se trepó a la nube y no quiere bajar, cree haber llegado a la cúspide, se cree de sangre azul.
Aprende a imitar a la perfección gestos pero el acento latino no se le quita ni a palos cuando habla inglés. A la hora de tener crías les arrancan de raíz el idioma materno y en cambio es el orgullo que hablen inglés.
Pero hay algo cierto y es que por mucho que imiten, que se cambien el nombre, que se cambien el color de cabello, que se suban a una nube, que nieguen su herencia milenaria, ésta está ahí y es y será heredada por las generaciones que vengan aunque éstas ya no hablen el idioma materno. Los genes no saben de traición son la dignidad misma de la memoria y de la honra.
Categoría de trabajos:
Entre las personas indocumentadas la señalada como la más miserable por ellas mismas es la que trabaja de jornalera, éstas son las que se paran en las esquinas de calles específicas para ver quién se asoma y les ofrece trabajo por hora, por día o lo que caiga para lograr comer. Nadie quiere estar en sus zapatos y lo que hacen es decir: pobrecitos. Pero ni por donde pasó de ver de qué manera ayudarlos para conseguir un trabajo en lo que ellos laboran para poder sacarlos de esa miseria.
Las que les siguen son las que trabajan en el campo que es un trabajo pesado, son las señaladas como analfabetas y brutas. Las que nunca aprenderán nada porque no tienen cabeza solo espalda para trabajar en el campo. Entonces quien limpia baños se cree superior y más aun quien trabaja en fábrica.
Por nacionalidad: los cortadores de grama, las limpiadoras de casas, los lava platos, las niñeras, los que trabajan en albañilería somos las centroamericanas –quitando Costa Rica- y mexicanas. La gente del Sur que viene en su mayoría terminó la universidad en sus países de origen o por lo menos la educación media, culturalmente nos llevan años luz a los del centro y parte del norte del continente, ellas trabajan en otros oficios por ejemplo en pintura y en acabados, en decoración de interiores, en carpintería de empresas internacionales, las mujeres se acomodan en el área de restaurantes como las europeas en el centro de las ciudades. De anfitrionas y de meseras. Hombres en el área de valet parking. Ellas de costureras en lavanderías grandes.
Mientras las centroamericanas y mexicanas nos internamos en las telenovelas, el fútbol y las cervezas las del sur asisten a la ópera, al teatro, a los museos, a las bibliotecas y a conciertos al aire libre. Hay diferencia abismal entre el centro y el sur del continente.
Nunca alguien del sur te va a preguntar en qué trabajás y si sos indocumentada, ese tipo de indiscreciones solo las comentemos nosotros los del centro y mexicanos. Un hombre mexicano o centroamericano te invita a cenar tacos, a bailar y a un hotel. Alguien del sur a la ópera o al teatro, a cenar y si vos proponés como mujer puede pasar algo más, él nunca te lo va insinuar.
A una persona del sur no le interesa si limpiás casas, valés igual que cualquier otra. La mexicana o centroamericana ya estuvo que te denigró por tu labor. Si sos albañil te va peor y más si sos jornalero y jardinero. Te estudian la ropa, los gestos, y hasta la comida cuando la masticás. Las del sur no ponen coco a eso, por lo general sus conversaciones son amenas y productivas. Y si pueden ayudarte lo hacen.
En cambio una persona centroamericana si sabe que estás sin trabajo y sabe de uno lo que hace es no decirte y dárselo a otra persona de otro país. En eso son distintas las personas mexicanas, si saben que no tenés qué comer te llevan con ellas a trabajar y te dan la mitad de lo que ganaron en el día mientras te ayudan a conseguir trabajo. Esa solidaridad es exclusiva del país y siempre se las he admirado.
Claro está que hay sus excepciones, pero yo aquí estoy tratando generalidades. Es lo que he visto y lo que he experimentado en estos diez años en este país. Que por supuesto no tiene que ser obligatoriamente la experiencia de alguien más. Con eso de que tratan de meter todo debajo de la alfombra no me cabe la menor duda que digan que son fumadas mías, sabiendo que no hay nada de mentira en lo que escribo.
Si una mujer indocumentada trabaja en fábrica y se encuentra con el karma de estar enamorada de un jornalero, mil veces va a preferir casarse con un jardinero, indocumentado igual aunque no lo quiera, a verse en la denigración a casarse con un paria por su simple forma de buscarse el sustento. Lo he visto tantas veces. Hasta para el amor las personas imponen categorías.
No es lo mismo que te llamen housekeeper que maid. La housekeeper denigra a la maid. Que es la misma labor porque las dos limpian baños pero el nombre de housekeeper suena más bonito por la traducción en español que es ama de llaves y el otro mucama. Una se cree entonces superior a la otra por el puro nombre.
Lo peor que le puede pasar a una persona guatemalteca en Estados Unidos es trabajar para otra guatemalteca. Tener compañeros y compañeras de trabajo guatemaltecos es de andar con pies de plomo porque hacen todo lo posible por volarte el puesto y quedarse ellos con este, los hombres se ponen en cuatro si es posible y las mujeres se abren de piernas a cambio de recibir tu salario y mandarte lo más lejos posible. -¡Qué alguien se atreva a negarlo!- Y no importa nivel de escolaridad, porque dirán que solo los rasos hacemos eso, já viera usted los clavos que se dan en las altas fumarolas, la educación a veces hace que la gente se ponga más bruta de lo que es.
Las y los indocumentados buscando siempre la manera no de ser mejores personas sino de humillar y de agredir para demostrar que estamos mejor económicamente, laboralmente, que el otro, que la otra, aunque por dentro el alma la tengamos podrida y a la hora de la cena todos y todas sin excepción tomemos agua del mismo guacal. Aunque a la hora del vuelo de deportación bajemos todos y todas con las manos esposadas y los pies engrilletados. La deportación no respeta categorías…
Ilka Oliva Corado.
Enero 04 de 2014.
En mi tabuco.

Un comentario

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Que situación y que actitudes más lamentables. Solo la deportación es tan demócrática como la muerte misma. Te deseo lo mejor. Besos, Chente..

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